Leemos en el diario Levante del 19 de septiembre: La borrasca Boris ocasionó una jornada de intensas precipitaciones en la Comunidad Valenciana. Aemet calificó el episodio de «lluvias típicas del mes de septiembre». Las zonas costeras fueron las más afectados. En Borriana, se acumularon hasta 105,2 litros en ocho horas. Mientras que en la costa, las estaciones registraron 109 litros. También en Gandía, se produjo un «reventón térmico» que anegó varias de sus calles. Y en Tavernes de la Valldigna se tuvieron que cortar los caminos y el acceso de la N-332.

Vuelve la DANA al Mediterráneo, como la burra al trigo. Antes había dejado su terrible huella de devastación en Centroeuropa y, más tarde, en Italia.

Recordamos un libro de José Luis Sampedro, Octubre, octubre. El autor nos sumerge en él en un mundo real y una realidad vivida desde el recuerdo. O sea, en otra forma de realidad. Y en un universo mítico y místico y esotérico y secreto y desconcertante.

Circunscribe su acción al barrio madrileño de Palacio. Pensamos que este título de libro nos da pie para hacer un paralelismo en este artículo. Septiembre, septiembre. Mundo real el de los municipios costeros hiper urbanizados. Y realidad vivida desde el recuerdo.

La inundación, el tsunami, la sequía, el huracán, cualquier fenómeno natural imprevisible o difícil de prevenir, no es más que la sensación que provoca automáticamente el recuerdo  y nos pone en  nuestro sitio como modestos seres humanos que somos. Todo frágil, muy frágil

Es el aviso que la «Dea Mater», nos envía para que no olvidemos nunca las obligaciones que, como madre, tenemos con ella. Una inundación es un desbordamiento, una salida de la madre que es el cauce. En el caso de las grandes urbes costeras, es una invasión de las cotas más bajas por el agua dulce. Esas que el mar no deja salir, porque él se empeña en entrar, con la fuerza de la marea y la altura del oleaje en tempestad.

Cotas naturales rebajadas por el trazado del metro, de los estacionamientos subterráneos. También en el interior cercano a la costa, cauces cubiertos por las actuaciones urbanísticas. Terrenos impermeabilizados por asfalto, tejados, hormigón. De nuevo en la costa, se rediseña perjudicando el drenaje. Y  mientras, el nivel del mar sigue invariable o asciende siempre con la tempestad.

¿Qué esperamos que suceda aquí cuando llueve con intensidad?

El drenaje urbano sigue siendo la asignatura pendiente de quienes gestionan las inundaciones. Intuimos  que habrá que estudiar mucho, que habrá que equivocarse mucho y aprender de los errores, para aprobarla. En las zonas rurales, ya estamos sacando buenas notas, pero en las zonas urbanas….

No existe solución técnica alguna que garantice el riesgo cero ante avenidas extraordinarias con un coste asumible por la sociedad. Los parámetros que definen la hidrología de las cuencas cambian continuamente. porque cambian las costumbres. Así, el “geometrismo enervante” aparece, sobre todo en sociedades afectadas de cierto deterioro ecológico. En ellas, los edificios, cultivos, plantaciones forestales, tienen tendencia a la linealidad. Mientras que la naturaleza y los cauces siempre tienden hacia la curva.

Cambian, como hemos indicado más arriba los usos del suelo, impermeabilizando grandes superficies de cuenca y ocupando con el metro o los estacionamientos de autos su subsuelo. O a causa de incendios forestales, que provocan un importante incremento del volumen de arrastres de materia vegetal y materiales sueltos en avenida. También es letal su influencia sobre les estructuras de comunicación que cruzan los cauces y sobre las obras de cobertura. O de invernaderos, el problema del plástico que impermeabiliza las areniscas…

Mientras tanto, otra DANA en septiembre. Y de nuevo, los afectados entrevistados en los noticiarios, declaran que nunca habían visto llover tanto. Septiembre, septiembre. Realidad vivida desde el recuerdo vs mundo real de casi cada otoño.

Lorenzo Correa

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