El crepúsculo de una infraestructura hidráulica: Porto Alegre


Las inundaciones del pasado mes de mayo en Brasil han desplazado a más de 600.000 personas de sus hogares. Analizamos el caso de Porto Alegre y el fracaso de su infraestructura de encauzamiento. 

El pasado mes de mayo, el centro de Porto Alegre, la capital del estado brasileño de Rio Grande do Sul, quedó literalmente sumergida. Este estado limita con Argentina y  es un 15 por ciento más grande que el Reino Unido. Para hacerse una idea de la magnitud de la inundación, solo hay que saber que más del 90% de los municipios del estado se vieron afectados por las inundaciones y las lluvias

El día 2 de mayo, el estribo derecho de la presa de la central hidroeléctrica 14 de julio, en el río Das Antas, cedió debido al aumento del caudal del río y las fuertes lluvias. La víspera, Defensa Civil recibió la alerta para iniciar el protocolo de seguridad para la evacuación de vecinos cercanos a la estructura. Se generó una ola de casi 2 m de altura y el vicegobernador, Gabriel Souza declaró que todos los ribereños afectados, debían salir de sus casas y situarse al menos a una altura de seis metros sobre el río. La presa, situada a unos 150 km al norte de Porto Alegre, tiene 34 m de altura.

Tras las inmediatas quejas, se descubrió que la administración municipal había recortado los fondos para la prevención de inundaciones durante los últimos tres años y no destinó ni un real en ello en  2023. Las lluvias comenzaron el 29 de abril, y generaron casi un mes más tarde esta catástrofe. 

Esta ciudad, solo es un ejemplo de lo que pasa en el sur de Brasil.  En ella, estas inundaciones sin precedentes que afectaron a su casi millón y medio de habitantes, obligaron a más de 160.000 a abandonar sus hogares. Si bien en Porto Alegre, murieron 95 personas y desaparecieron 130, por desgracia, en todo el sur de Brasil, se contabilizaron 173 muertos, 42 desaparecidos y más de 600.000 desplazados.

El ministro de Integración y Desarrollo Regional estimó que sólo reconstruir las carreteras destruidas por las inundaciones en el Sur debería costar al menos unos mil millones de reales (US$200 mil millones). Lula ya ha asignado 10.000 millones de dólares para ello. Y el banco BRICS aportará mil millones de dólares en ayuda a la región. El objetivo es construir viviendas para cada familia que haya perdido una. No será nada fácil porque se estima que habrá que construir casas para entre 200.000 y 250.000 familias

El río Guaíba comenzó a crecer unos ocho centímetros por hora hasta cubrir el centro histórico de la ciudad. El nivel del agua en el tramo urbano de este río,  superó los niveles históricos de inundación de 1941 en más de 30 centímetros, llegando a 5,33 m sobre su nivel normal..

De inmediato, el presidente Lula y el gobernador del estado  sobrevolaron la zona inundada. Al día siguiente, Lula pidió al Congreso que declarara calamidad pública en el estado, lo que abriría la puerta a la aportación de fondos federales  adicionales a lo que la administración local y estatal destinara para solucionar la fase más crítica  del problema.

La devastación ha sido tal que algunos parlamentarios brasileños, como el presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, han propuesto crear un «presupuesto de guerra», similar al que se planificó durante la pandemia de covid-19.

La inundación fue gravísima. Afectó al 80% de la superficie de la ciudad y  más de la mitad de sus habitantes tuvieron que ser evacuados. Un mes más tarde, los equipos de limpieza habían retirado 27.700 toneladas de basura de las calles. El Gobierno federal ha instalado bombas de agua en los puntos más críticos, distribuido ayudas de 5.100 reales (unos 970 dólares) a cada familia afectada, y abierto líneas de crédito con intereses bajos para las empresas de la región.

Como estamos en año de “Niño”, las causas se parecen mucho a las que provocan este tipo de inundaciones en la zona centro y sudamericana.

Lo del Niño se debe a que mayo es uno de los meses más secos del año. Por eso la razón por la que esto sucedió en ese mes radica en una combinación de El Niño y la deforestación en el centro de Brasil y la Amazonia. Como ya escribimos en estas páginas,  ella genera un  tipo de bloqueo atmosférico sobre el estado que no permite que las lluvias se deriven hacia otros lugares de Brasil. Las fija aquí. 

Pero esas lluvias deberían estar precipitando en el resto de Brasil, refrescando sus bosques. Y al quedarse aquí, provocan sequía en otros lugares, como la Amazonía. Tienen un impacto global. Por eso, lo que está sucediendo en el sur de Brasil está relacionado con la Amazonia. 

El caso de Porto Alegre, genera además un interés especial. Porque aquí, a diferencia de otras muchas ciudades de Brasil, sí que había una conciencia política y social de riesgo de inundación, debido a que la memoria popular registra periódicos episodios de inundación. Y por ello, existía una planificación antigua para paliar los problemas derivados de ellas.

En 1941, como citamos más arriba, se produjo una inundación histórica. La mayor recordada hasta ahora por los residentes más antiguos. Con las obras realizadas después de 1941, disminuyó la frecuencia de las inundaciones. Pero volvió a haberlas muy graves en 1965. Entonces, se proyectó una solución que no llegó a hacerse efectiva hasta después de la inundación de 1967 y se inauguró en 1970. 

Consta de alrededor de 65 kilómetros de motas de tierra y una defensa de hormigón de 2.670 metros de longitud, el llamado muro de Mauá. También dispone de 14 compuertas ubicadas a lo largo de 24 km y de 23 estaciones de bombeo de la red drenaje de aguas pluviales. Son las llamadas “casas bombas”

Los episodios de lluvias muy intensas de los años 1973, 1983 y 2001 volverían a causar preocupación, pero las escenas del pasado no se repitieron en la ciudad. El Guaíba estaba 2,32 metros por encima del nivel en 1983 y 2,40 metros por encima en 2001. En septiembre de 2007, una gran inundación azotó las islas con el nivel más alto del Guaíba desde 1983.

El encauzamiento no había sido desbordado en 51 años. Hasta noviembre de 2023. Fue entonces cuando el nivel del río Jacuí, afluente del Guaíba, superó los tres metros, que es la altura del muro de Mauá. Tuvo que transcurrir medio siglo hasta que el agua del río Jacuí desbordara el muro. Estaba diseñado para absorber sin desbordarse caudales con calados de hasta seis metros. Como señalamos más arriba, en la inundación de mayo, el nivel del agua llegó a 5,33. 

Debido a la sensación de falsa seguridad que siempre crea un gran encauzamiento y al medio siglo transcurrido sin que desbordara, la atención se relajó y el mantenimiento no se realizó con la continuidad y esmero debidos. Por eso, el encauzamiento fracasó a causa de que los presupuestos anuales de mantenimiento habían ido disminuyendo paulatinamente, llegando en 2023 a no destinar ni un solo real a su mantenimiento..

La compuerta número 3 se deformó debido a la alta presión del agua que la rebasó en gran volumen y velocidad. El caudal era tan grande que las estaciones de bombeo cercanas se inundaron rápidamente, lo que hizo que las bombas se apagaran. Y la inundación provocada por el fallo de la compuerta fue tan rápida que en pocas horas toda la zona urbana quedó inundada.

Esto acabó provocando que se cortara la electricidad en los barrios afectados por la inundación. Y, como consecuencia, todas las estaciones de bombeo al norte de la Usina do Gasologista -una antigua planta de generación de energía- dejaron de funcionar. 

Ya en 2019 se emitieron informes técnicos que afirmaban que el sistema de protección instalado en Porto Alegre daba a la población una falsa sensación de protección y seguridad, pues no había cómo contener el agua en caso de falla de alguno de los elementos que lo componen. Era y es un sistema obsoleto, con muchos puntos débiles y que requieren altas inversiones en operación y mantenimiento.

Y lo peor es que esta no fue la primera inundación que tuvo la ciudad en el último año. Fue la tercera. Obviamente, esta fue la peor, pero hubo precedentes en junio y en septiembre de 2023. . Por eso, diferentes grupos y organizaciones pidieron la destitución del alcalde . 

Una vez vueltas las aguas a su cauce, los problemas continúan. De todo tipo. Lo más urgente es la reconstrucción y sobre todo el poner a punto las instalaciones del encauzamiento. <pero, por desgracia, hay más problemas.

El  final de un Niño, significa el comienzo de La Niña. El ciclo vuelve a repetirse y la gente tiene miedo y quiere marcharse. Pero el valor de mercado de sus propiedades y bienes inmuebles, todas ya en zona no inundable, sino inundada, ha bajado terriblemente. 

 Y eso sin mencionar la devastación que se ha causado a todo lo que poseen y el hecho de que en muchos casos quieren irse, pero no pueden porque tienen que gastar todos sus ahorros. Así que el aumento de la pobreza en la región es real. Pero también el impacto en el mercado inmobiliario local. No solo para las grandes empresas, sino también para la gente de a pie que solo tienen su  hogar y ahora piensa: si me queda, no sé cuándo vendrá la próxima inundación. 

Lo peor está teóricamente por llegar. Porque en pocos días, con la llegada de septiembre, comienza la temporada de lluvias. Pero ahora la gente tiene miedo y ese trauma es muy profundo. Tanto, que en cada barrio hay refugios preparados para una nueva crecida. Y en ellos, médicos y psicólogos que están tratando de ayudar a la gente.

Pero en la zona inundada viven 4 millones de personas, de las que  2,3 millones ya han sido afectadas. Y en su memoria quedan imborrables las imágenes de todo lo vivido. Miedo no solo a perder lo tangible. Eso la mayoría ya no lo tiene. Perdieron la casa, todos los muebles, muchos hasta la vida. Solo les queda a los supervivientes recoger lo poco que haya quedado e irse. Aunque lo harán con un trauma profundo que tardará décadas en desaparecer. O toda la vida.

El recuerdo de una tragedia así es prácticamente imborrable. Hoy todavía se recuerda la inundación de 1941, 83  años después. De esto seguirán hablando durante un siglo, a menos que esto siga sucediendo, en cuyo caso seguirán hablando del nuevo y el nuevo y el nuevo, uno nuevo, uno nuevo. Y esto solo se puede paliar invirtiendo dinero e imaginación en el mantenimiento de las infraestructuras hidráulicas. Asistir a su crepúsculo sin hacer nada por garantizar su correcto mantenimiento es caro, peligroso y casi siempre letal.

Lorenzo Correa

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