La sequía en el sur de EEUU y el conflicto del agua del río Grande.


Las disputas por el agua entre los estados useños del sur son muy comunes. Recientemente, el litigio entre Texas y Nuevo México ha llegado al Tribunal Supremo. Lo que se dirimía era ni más ni menos que la gestión conjunta de las aguas del río Grande.  Y todo en el escenario inamovible de la sequía

Este río, llamado Grande en EEUU y Bravo en México, nace en las montañas de San Juan, en Colorado y desemboca en el Golfo de México, recorriendo más de 3000 km. Una largo tramo es la línea fronteriza entre ambos países. Ahora lleva un bajísimo caudal circulante. Malo, porque sus aguas son el recurso principal para varios estados estadounidenses y mexicanos.

El tramo entre Fort Quitman y el Presidio está cada vez más seco. Y dos de sus principales embalses se encuentran bajo mínimos. El embalse Falcon está al 9,9% de su capacidad y el Amistad está sólo al 26%. 

El citado tribunal ha dejado en suspenso el denominado “acuerdo del agua” interestatal. Y este es un precedente fundamental para dar vía libre a que el gobierno federal intervenga a partir de ahora en los conflictos de agua entre estados.  

Hace algo más de un mes, el Tribunal Supremo tumbó por cinco votos contra cuatro el antes citado acuerdo, sentenciando que es el gobierno federal quien debe decidir en última instancia sobre el contenido de cualquier acuerdo alcanzado entre estados de la Unión. 

Todo comenzó en 1930, cuando Colorado, Nuevo México y Texas sentaron las bases de un acuerdo para compartir el agua. Lo hicieron firmando el “Pacto del Río Grande”. Con algunas disputas permanentes, la calma duró casi un siglo. Pero en 2022, Texas y Nuevo México, acordaron por su parte un reparto sin contar con el gobierno federal. Y entonces éste intervino alegando que afectaba al tratado internacional existente entre USA y México para el reparto de las aguas del río Grande . 

Toda la controversia se basa en la, también allí, pertinaz sequía que azota el sur useño desde hace décadas. La consecuencia es que tanto Texas como los estados cercanos piden agua de la única cuenca que dispone de ella, cuando dispone, la del río Grande 

El Pacto de 1930, reforzado por un acuerdo de reparto de las aguas del río de 1938, fija los caudales fluviales a compartir entre Colorado, Nuevo México y Texas . Así, Colorado debe derivar para Texas los caudales fijados cada año al embalse Elephant Butte, ubicado en el sur de Nuevo México. 

Sin embargo, en 2013, aparecieron las aguas subterráneas en el litigio. Porque Texas demandó a Nuevo México, alegando que las extracciones del acuífero de este estado, afectaban a los caudales del río Grande, privando a los tejanos de los caudales superficiales acordados, al llevar varias décadas extrayendo agua del acuífero.  

Texas y Nuevo México llegaron a un acuerdo que permitía bombear una mayor cantidad de agua desde Nuevo México que la establecida en el acuerdo original de 1938, pero no lo suficientemente grande como para secar a Texas. 

La gestión del agua en la cuenca es responsabilidad del “Bureau of Reclamation” (USBR) del Departamento del Interior. Ellos regulan la distribución de agua a Texas y Nuevo México. Pero también son los garantes de otro acuerdo, en este caso internacional. Se trata del firmado en 1906 que obliga a EEUU a entregar 74 hm³ de agua del embalse de Elephant Butte a México. Por esta razón el USBR, impugnó también el acuerdo interestatal. Y el gobierno federal concluyó declarando que no puede cumplir con su obligación internacional si Nuevo México no cumple con sus obligaciones estatales. 

La decisión federal obliga a armonizar dos acuerdos diferentes para que ninguno afecta al otro con la intervención final de Washington. Y esta nueva situación “abre el melón” de la intervención federal en la gestión del agua, hasta ahora inédita. Porque hay intereses federales que deben respetarse cuando dos estados están litigando por el agua. Por eso a partir de ahora, el gobierno federal estará presente en la toma de decisiones, sin que se llegue a la decisión final hasta que todos estén de acuerdo, según sentencia el Supremo  

La primera conclusión es que todo esto ha sucedido porque no hay suficiente agua en el sur y el suroeste de Texas. La segunda es que cuando se alcance un consenso, no habrá ni menos ni más disponible, sino que podría haber más agua de la que habría permitido el acuerdo interestatal, pero ahora eso depende del gobierno federal. Y repercutirá mucho en la gestión de los embalses que lleva a cabo el USBR 

La tercera es que la causante de este cambio de enfoque transcendental en la gestión del agua es la grave sequía del sur de Texas. Que afecta a los agricultores y anuncia conflictos inminentes entre Estados Unidos y México sobre cómo se comparte el agua de la cuenca del río Grande. 

La tensión entre México y EEUU en estos aspectos no para de aumentar. Veamos cómo está desarrollándose el convenio internacional de la gestión de las cuencas de los ríos Grande y Colorado. 

Si vamos al otro lado de la frontera, comprobaremos que el 90% del territorio mexicano está afectado por la peor sequía desde 2011. De hecho, el abastecimiento a los residentes de la Ciudad de México sufre restricciones con cortes de varias horas al día. En el estado de Chihuahua, donde no ha llovido en ocho meses, el 40% de la población está afectada y el gobierno ha declarado un estado de «sequía excepcional». 

Así que no tienen nada que envidiar a Texas, donde se ha declarado la situación de desastre natural debido a la extensión de la sequía en varios condados. Con el paso de los años, el uso del agua se ha multiplicado para hacer frente al crecimiento poblacional. Y para satisfacer las necesidades de las fábricas y granjas que han surgido en la región. Crecen debido al desarrollo económico de las relaciones entre EEUU y México desde la firma del tratado de libre comercio de 1994. 

En el caso del en México llamado río Bravo, el reparto de sus caudales se establece en períodos quinquenales. Pero, a causa de la sequía, en abril de 2024, el cuarto año del actual ciclo quinquenal, México sólo había entregado 432 hm³ de los 1295 m³ estipulados. Es decir sólo la tercera parte de la previsión. Estas cuotas se acordaron en la primera mitad del siglo XX, a causa también de las frecuentes sequías de la zona. 

Bajo presión de ciertos lobbies, un representante republicano de Texas en el Senado quiso añadir disposiciones al proyecto de presupuesto 2025 de la Cámara de Representantes. Para condicionar la ayuda a México al cumplimiento del acuerdo. 

La parte mexicana de la Comisión de límites ( CILA), que participa en la comisión gestora del agua de los ríos Bravo y Colorado, asegura que están haciendo esfuerzos por cumplir con sus compromisos. Pero que la escasez de agua se debe al cambio climático. Aducen también que el tratado de 1944 preveía la posibilidad de trasladar caudales sobrantes al siguiente ciclo en caso de un episodio de sequía (artículo 4). Esto ya ha ocurrido en dos ocasiones (ciclos de 1992 y 2002). Y la recién llegada presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se ha comprometido a hacer de los temas del agua una prioridad. 

Por lo tanto, comprobamos una vez más cómo las tensiones por el reparto del agua no cesan. Hoy nos hemos centrado en el conflicto del río Grande, o Bravo, que resumimos para finalizar.  

En virtud del acuerdo de 1938, Colorado debe entregar una cuota anual de agua a Nuevo México, que a su vez debe entregar una cuota de agua a Texas desde el embalse de Elephant Butte. Ante la disminución de los recursos, los agricultores del sur de Nuevo México han aumentado las perforaciones para extraer agua en los últimos veinte años.

Posteriormente, Texas emprendió acciones legales por el bombeo de aguas subterráneas, alegando que esta práctica reducía la cantidad de agua suministrada según el acuerdo. Se produjeron negociaciones entre las distintas partes y estaban a punto de proponerse soluciones cuando, el 21 de junio de 2024, el Tribunal Supremo de EEUU rechazó el texto acordado entre Texas y Nuevo México sobre la gestión del agua, dictaminando que el gobierno federal debería tener voz y voto en cualquier acuerdo que afecte al tratado del agua con México. 

Y así están las cosas de la sequía. No solo en México, también en EEUU. 

Lorenzo Correa

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