La confluencia es el enlace de dos ríos adultos


Cuando dos ríos se encuentran ponen en común todo lo que llevan encima, porque a partir del punto de confluencia de sus aguas o de sus vidas, pasan a ser un solo río.
En ese matrimonio, uno de los dos (el más joven en caudales, en longitudes, en superficies de cuenca), cede su nombre al más adulto. A veces son tan iguales, que no se sabe muy bien por qué uno cede su nombre al otro.

Cuando  un río es mayor que otro,  decimos que el menor desemboca en el mayor, cuando son de la misma quinta, se produce la confluencia.

Hoy veremos la confluencia de dos ríos muy a escala humana, muy humanos. No son ni el Mosela y el Rhin, ni el Mississipi y el Ohio, ni el Negro y el Solimões, ni el Jialing y el Yang-Tsé, ni el Green y el Colorado, ni el Paraná y el Paraguay.

No, que esos son grandes ríos con confluencia espectacular, con bodas majestuosas a las que asisten atónitos millones de turistas cada año.

Son solo dos ríos polacos, muy humanos, muy normales, que ponen en común en su enlace sus caudales

Sus distintas sangres, sus colores brillantes, para  seguir juntos con sus vidas unidas hasta el mar, tras cruzar bajo el elegante arco nupcial del tubo de polietileno que los despide.

Y ante el muro que los sigue acompañando hasta que la ocupación humana del territorio permita que recuperen su libertad de movimientos

Lorenzo Correa

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