El urbanismo poco cuidadoso con el entorno encuentra en los ríos humanos, tan frágiles y poco rimbombantes, un obstáculo molesto. Y por serlo, debe ser superado con el menor coste posible. Esto ocurre en lugares en los que las grandes superficies impermeabilizadas y exentas de este u otro tipo de molestos obstáculos, necesitan amplios espacios. Para poder ofrecer las máximas comodidades a los clientes que acuden a ellas en sus vehículos. A comprar o a las gasolineras.
Ávidos de consumir cómodamente y felices de poder hacerlo en lugares apartados del centro de la urbe a los que puede llegarse, estacionar y cargar el coche sin ningún esfuerzo.
Quien sufre las consecuencias es ese modesto cauce que antes del progreso serpenteaba aburrido en verano por el terreno y que, a veces, en otoño o primavera, lo inundaba y casi siempre fertilizaba con sus sedimentos, con la única desaprobación de algún modesto agricultor cuya cosecha destrozaba.
Hoy en día esos agricultores ya vendieron sus terrenos, que ahora ocupan viviendas individuales o adosadas, grandes superficies comerciales con extensas superficies destinadas al estacionamiento, polígonos industriales o gasolineras.
Y los ríos fueron cubiertos con mayor o menor destreza, para que no estorbaran. A veces, como en la foto de hoy, puede contemplarse el lugar donde vuelven a mirar el cielo. Bajo las gasolineras y con esos dos ojos. El grande que llora cuando traen algún caudal y el pequeño que incorpora llorando también el drenaje urbano. Porque cuando las lágrimas son muchas, lloramos todos
Ríos de polígono industrial, de centro comercial o de gasolineras, como el nuestro de hoy, están debajo de nuestros coches. Acuérdense de ellos también cuando no llueve, para que ellos no les sorprendan cuando llueve mucho.
Lorenzo Correa
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