Un año más, acaba de celebrarse el Día Mundial del Agua. Esta efeméride tiene como objetivo concienciarnos a todos sobre la importancia del agua en nuestra convivencia humana y por supuesto en la supervivencia de nuestra especie y de todas las demás. Para ello, se impulsan acciones que permitan resolver la permanente crisis del agua en sus cuatro vertientes: abastecimiento, medio ambiente, saneamiento y protección ante inundaciones.
Sabido es que esta celebración es iniciativa de las Naciones Unidas, coordinada por ONU-Agua. Cada año, propone un asunto que vaya en sintonía con el aspecto elegido para protagonizar la publicación anual del Informe mundial de la ONU sobre el desarrollo de los recursos hídricos, competencia delegada por ONU-Agua en la UNESCO.
Este año el lema del Día Mundial del Agua es “Aprovechar el agua para la paz”. Y, como siempre, concuerda exactamente con el título del Informe mundial sobre el desarrollo de los recursos hídricos, ”Aprovechar el agua para la paz y la prosperidad”. La campaña del Día Mundial del Agua se llama simplemente “Agua para la paz”.
Los que estamos preocupados y muy ocupados por la deriva de la situación de sequía en la parte más poblada de las cuencas internas de Cataluña, que afecta a varios millones de personas, cientos de industrias y miles de hectáreas de cultivo, suscribimos íntegramente el lema. Porque no habrá paz si el agua disponible no se aprovecha solidariamente por todos los usuarios de una región, independientemente de que el recurso hídrico se encuentre en una u otra cuenca. Primum vivere, deinde philosophari.
Y esto no está ocurriendo en la semi seca Cataluña. No hay reparto planificado solidario vía interconexión en una región partida por la mitad entre una zona en la que el agua sobra y otra sometida a restricciones sin cuento. Y, lo que es peor, sin sentido en el siglo XXI, tecnológicamente avanzado
Por todo ello, suscribimos el lema de la ONU. Efectivamente, el agua puede crear paz o desencadenar conflictos. Porque cuando escasea o está contaminada, o cuando las personas tienen un acceso desigual o nulo, pueden aumentar las tensiones entre comunidades y países.
Más de 3 000 millones de personas en todo el mundo dependen de agua que atraviesa las fronteras nacionales. Sin embargo, de 153 países que comparten ríos, lagos y acuíferos con sus vecinos, solo 24 reportan tener acuerdos de cooperación respecto a todos los recursos hídricos que comparten. Mientras, la población sigue creciendo y por eso, el agua será clave en la lucha contra la pobreza, la desigualdad y el deterioro del medio.
Sin duda, la cooperación solidaria en el reparto genera una resiliencia fundamental frente a los fenómenos meteorológicos extremos. Y ayuda a las poblaciones a adaptarse a un clima cambiante y a mitigar sus efectos. La salud pública y la prosperidad, los sistemas alimentarios y energéticos, la productividad económica y la integridad ambiental dependen del buen funcionamiento y la gestión equitativa del ciclo del agua. La no discriminación y la igualdad al garantizar el acceso al agua y el saneamiento mejoran la salud social y fomentan el desarrollo sostenible.
Por eso un agua justa y bien repartida es fuerza estabilizadora y catalizadora del desarrollo. Es menester tanto en el ámbito local como en el estatal que los todos los usuarios del agua cooperen mediante un enfoque de gestión integrada de los recursos hídricos. Y que además promuevan una economía circular que haga efectivos los derechos humanos de las personas. En este sentido, la cooperación en el ámbito de las aguas transfronterizas es esencial para la paz y la prosperidad.
Y son los gobiernos quienes deben cooperar de forma bilateral, regional o mundial. Hay múltiples maneras de hacerlo. Una importante es la firma y aplicación del Convenio del Agua y la Convención sobre los cursos de agua de las Naciones Unidas. Otra, es exigir a los cargos electos o elegibles, y a las empresas y organizaciones que rindan cuentas de sus obligaciones y promesas con respecto al agua.
No olvidemos que el agua puede ser un detonante cuando los intereses de sus usuarios, incluidos Estados y provincias, chocan y se perciben como irreconciliables. También puede ser un arma letal durante los conflictos armados. Porque su dominio da el control sobre el territorio y la población. O permite presionar a los enemigos.
Pero también puede ser una víctima más del conflicto cuando los recursos hídricos, los sistemas de abastecimiento de agua o los empleados de las empresas conexas son blancos o víctimas intencionales o fortuitos de la violencia. Los ataques contra infraestructuras hidráulicas, incluidos los sistemas de abastecimiento y saneamiento, suponen graves riesgos para la salud e infringen el derecho internacional humanitario.
Sin embargo, el agua también es una herramienta para la paz. Solo hay que unirse en torno a ella a través de las fronteras. El objetivo debe ser crear condiciones que propicien la inversión y la seguridad. Y mejorar la preparación para proteger los ecosistemas y la salud humana, especialmente en caso de episodios prolongados de sequía, inundaciones o accidentes contaminantes catastróficos.
Una herramienta para conseguirlo es el Panel Mundial de Alto Nivel sobre el Agua y la Paz. Comenzó su labor en 2015 en Ginebra por iniciativa de 15 Estados Miembros de las Naciones Unidas. Fueron los coorganizadores para analizar el agua en el contexto del mantenimiento de la paz y la seguridad.
El informe de referencia del Panel, titulado “Una cuestión de supervivencia”, se basa en tres principios generales para trabajar juntos en el uso del agua en favor de la paz:
- La cooperación en materia de agua debería ser inclusiva. Los recursos hídricos prestan servicios a múltiples partes interesadas. Entre ellas, la sociedad civil, los gobiernos (nacional y local), los pueblos Indígenas, los medios de comunicación, el sector privado y la comunidad científica. Todos se ven afectados por ellos, a múltiples niveles. Reunir a los sectores del agua, la energía, la agricultura y el medio, ayuda a gestionar mejor las compensaciones. Y amplifica los beneficios de la acción colectiva, salvaguardando los ecosistemas. Los sistemas de gobernanza en múltiples niveles son fundamentales para trascender la compartimentación sectorial de tal modo que puedan lograrse resultados legítimos, equitativos y sostenibles.
- Esta cooperación debería estar orientada a la acción. Los beneficios que los procesos cooperativos pueden ofrecer a las comunidades, los sectores, los ecosistemas y los países con respecto a los distintos ODS solo podrán materializarse si se adoptan medidas concretas encaminadas a subsanar los déficits de fondos y financiación. También la insuficiencia e inaccesibilidad de los datos. Sin embargo, la debilidad de los sistemas de gobernanza da lugar a relaciones de poder mal coordinadas y desiguales entre las partes interesadas. Y a lentitud en la introducción y adopción de prácticas y tecnologías innovadoras
- La cooperación temprana y eficiente en materia de recursos hídricos también puede prevenir que el agua sea un detonante, un arma o una víctima en tiempos de conflictos armados. Los esfuerzos encaminados a que los Estados ribereños establezcan acuerdos oficiales respecto a las cuencas fluviales y los acuíferos son fundamentales para el éxito de la cooperación a largo plazo.
Mientras tanto, 2 200 millones de personas todavía carecen de agua potable gestionada de forma segura, incluidos 115 millones de personas que beben agua superficial Y casi la mitad de la población mundial sufre una grave escasez de agua al menos durante una parte del año. Por desgracia, estas cifras aumentarán, exacerbadas por el crecimiento demográfico
Además, solo el 0,5 % del agua de la Tierra es potabilizable y está disponible. Pero en los últimos veinte años, los depósitos de agua continental –incluidos la humedad del suelo, la nieve y el hielo– han descendido a un ritmo de 1 cm al año, lo cual tiene importantes secuelas para la seguridad hídrica
Por otra parte, el calentamiento global, el ya citado crecimiento demográfico y la creciente escasez de agua ejercerán presión sobre la oferta de alimentos. Porque que la mayor parte del agua utilizada, alrededor del 72 %, se destina a la agricultura
En cuanto a los desastres relacionados con el agua, siguen incrementándose desde hace medio siglo. Y ya representan el 70 % de todas las muertes relacionadas con desastres naturales.
Por desgracia, el agua también mata en tiempos de guerra. Desgraciadamente los niños menores de 15 años que viven en países afectados por conflictos prolongados tienen casi tres veces más probabilidades de morir de enfermedades diarreicas. Porque las causadas por la falta de agua salubre, saneamiento e higiene son superiores a las derivadas de la violencia directa.
Para finalizar, haremos una nueva mención recordatoria al problema de las aguas transfronterizas. Ellas representan el 60 % de los caudales de agua dulce del mundo. Y 153 países tienen territorio dentro de al menos 1 de las 310 cuencas fluviales y lacustres transfronterizas. Aunque haya 468 sistemas acuíferos transfronterizos inventariados, solo 24 países han notificado que todas sus cuencas transfronterizas están sujetas a acuerdos de cooperación.
En cualquier caso, los beneficios de invertir en abastecimiento y saneamiento superan los costos. Porque hacerlo mejora los resultados relativos a la salud, la productividad y el medio ambiente. Y además impulsa el progreso social. Se comprueba que cada euro invertido en ello genera un rendimiento cuatro veces superior en todo lo relacionado con la producción de energía hidroeléctrica, gestión de inundaciones y sequías, calidad y conservación de los ecosistemas.
Esperemos que la celebración del Día Mundial del agua permita avanzar en la consecución de los objetivos recogidos en el lema del año 2024. Aprovechando el agua para la paz y la prosperidad.
Lorenzo Correa
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