Escribió Edgar Morin que «es necesario que el pasado muera para poderlo hacer resurgir estéticamente«. Y no hay resurgimiento más feroz que el de los depósitos elevados antiguos. Los que emergen de la tierra enhiestos formando una torre que en nuestra creatividad se quiso parecer a la un castillo.

Obra hidráulica innovadora que pretendía hacer llegar el agua a donde los depósitos convencionales, ungido su suelo la tierra, no llegaban por cuestiones de cota. Los primeros, que son los del pasado remoto, tenían su estética condicionada al tipo de terreno sobre el que se erigían, a los avances de la técnica y a los presupuestos. Y a los volúmenes a almacenar, que un metro cúbico de agua pesa una tonelada, y a la altura manométrica. Imprescindible obra hidráulica son los depósitos elevados

Más tarde, todos los «figuras» del hormigón, primero armado y luego pretensado o prefabricado, pelearon por proyectar y construir cada vez más alto y más esbelto. Para desterrar a las torres de babel antiguas de ladrillo. Y también para ganar en eficiencia reduciendo pesos y ahorrando material.

Comenzó su declive, que en nuestra imaginación nos hace fotografiar a aquellos depósitos elevados como torres del homenaje de castillos medievales

Con la llegada del hormigón, la estética dejó de ser importante. Pero, sin embargo, eran la obra hidráulica más vista por los viajeros. Y por los habitantes de las urbes a las que servían. Faros diurnos que vigilaban las carreteras y desaparecían en las tinieblas de la noche. Para volver a presentarse tan pronto como la luz del sol comenzaba a alumbrar el día.

Vistos ahora, con la perspectiva de los años, los depósitos vetustos que aun quedan en pie, aunque su pasado ya haya muerto, son como torres vigías, de una época en que la seducción estética no solía acompañar a la obra pública.

Pero a nosotros nos gusta admirarlos y por eso hicimos éste que aquí veis . Recortado contra el cielo mientras recordamos la frase de Edgar Morin. La presencia ubicua de los depósitos elevados de ladrillo y hormigón del pasado y el presente.

Lorenzo Correa

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