Dicen que el agua es limpia porque no tiene memoria y que por los ríos pasan ahogados todos los espejos del pasado. Se comprende mirando el río a vista de pájaro. Cientos de presas que han ensanchado el río en España son testimonio de las realizaciones conseguidas en el último siglo en esfuerzo ímprobo para lograr el abrazo del agua con la tierra.
Abriendo el cauce, como comprobamos en la foto del río a vista de pájaro que acompaña a estas reflexiones, el trabajo lo potencia. Ingenio humano para conseguir encauzar para su máximo aprovechamiento los «arbitrarios y sincopados recursos que en corrientes fluviales indómitas nos entrega la Naturaleza»
Feliz frase de Torán, poeta de presas, de agua y de vida, cuya exactitud puede calibrarse sin esfuerzo mirando el río a vista de pájaro. Es la épica de la obra hidráulica con el río como protagonista. Y con la solidaridad humana, para satisfacer a los futuros beneficiarios y, por supuesto a los otros seres vivos que el río moran.
Admirar el el río a vista de pájaro es un espectáculo sublime. En la foto de portada, observamos el núcleo original del pueblo, con su iglesia situada en la cota más alta del terreno. Tan cerca de Dios como lejos de la zona inundable. Y la parte más nueva, derivada de la expansión urbanística que trae el progreso, imantada por el cauce. Presa de atracción arriesgada por la corriente fluvial.
Los ríos no van hacia atrás, por eso no hace falta empujarlos. Con encauzarlos, ellos ya saben lo que tienen que hacer para llegar al mar. Para eso se recrean constantemente con la ayuda del ingenio humano. Porque ellos saben que cuando nos vayamos, seguirán ahí.
Lorenzo Correa
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