Cuando la nieve tiende su blanco manto sobre una buena parte de Europa, destaca la nevada de Múnich. Desde allí , nuestra fotógrafa de guardia, Carla Vivó, nos envía una fotografía, blanca y gris, per cálida y sugerente, del aspecto del cauce nevado del río Isar. El eco de la nieve nos llega potente y nos anima.
Por eso, agradecidos por su amabilidad al acordarse de nosotros, nos afanamos en componer un soneto a la nieve blanca y el río gris. Y como nos hacemos eco de la foto de Carla, el soneto es «con eco»
Es todo un reto componer este tipo de soneto. Porque el soneto con eco es una sofisticada variante sonetil que fue utilizada durante el barroco por Lope y Quevedo entre otros emperadores de este tipo de poemas. Se caracteriza porque la última palabra de cada verso es la repetición rimada, el eco del final de la palabra anterior.
Y ahí nos sumergimos en el frío del río, helados y embelesados. Dando eco en cada verso a nuestras emociones poéticas del río en un otoño tardío que ha devenido en nieves abundantes en los países que han sido bendecidos por la vista del agua helada.
Ojalá el manto de la nieve llegue hasta donde todavía (y van tres años), no ha caído ni una gota. Los admiramos con sana envidia. En cualquier caso, recordamos al Isar el pasado verano, ufano y caudaloso. Quién nos iba a decir que iba a estar así el río en el que se celebra el bautismo más castizo de la ciudad. En el que oficia el párroco de San Lucas, cerca de la isla Prater.
Hoy los niños van a él bien abrigados. Ya llegará el verano para acudir con los papás al río en bicicleta. Y allí bañarse en la ribera. Estas nieves, garantizan que el próximo verano el baño esté asegurado. Ventajas de vivir en una ciudad con ríos humanos tan caudalosos
Lorenzo Correa
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