Decía Ramón Gómez de la Serna que » el Manzanares es el río humano, que no se pone de pie sobre la tierra como los ríos profundos, ni se atropella, ni irrita sus orillas, ni se engarabita, ni mete ruido; él, tendido silencioso, se deja deslizar, y es como el nadador desnudo que con los brazos detrás de la cabeza y boca arriba se dejase llevar, se deslizase fluido como lo es un río«.
Paseamos hoy el río de Madrid, el Manzanares. Pocas capitales tiene un río tan protagonista de chanzas, burlas y chirigotas. No es el Danubio, ni el Támesis ni el Sena. Ni siquiera el Hudson, el Vístula o el Moldava. Por eso, viniendo precisamente del Danubio en el siglo XVI, un embajador de Rodolfo II de Austria lo vio y escribió: “El Manzanares es el mejor río del mundo, pues es navegable a caballo”.
Y así poetas, escritores, vecinos, visitantes y público en general, Lope incluido, se carcajearon de ese aprendiz de río por los siglos de los siglos. Hasta que recientemente, los ayuntamientos de finales del XX y principios del XXI decidieron darle a la ciudad lo que la naturaleza no quiso : un río que llenara los puentes y pusiera fin al escarnio, a la mofa y al ludibrio fluvial.
Primero se canalizó, después se saneó, luego vinieron los puentes y pasarelas. Llegó la guerra y se convirtió en frente de batalla, con su aún recordada y terrible «pasarela de la muerte» . Y finalmente una autopista urbana se escondió bajo su lecho. Ahora sus riberas están plagadas de deportistas que sudan y de perros que pasean a sus dueños.
El Manzanares ayer con Lope
Madrid que humilde Manzanares baña,…
Baja de una alta sierra con tal brío,
de fuente original, que no de nieve,
que le faltan las fuerzas al estío,
y él mismo, con la sed, sus aguas bebe
y hoy con Madrid Río. ¿Con cual se quedan?
Lorenzo Correa
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