Robustez vs resiliencia. La fragilidad de las inundaciones


Tras la ardiente sequía del verano más caluroso desde no sabemos cuándo, llegaron otra vez las inundaciones a las cuencas mediterráneas y al centro de la península ibérica. El cambio climático del verano al otoño siempre nos trae estos incómodos, molestos y dolorosos sustos que la madre naturaleza envía. Fragilidad tanto en las zonas costeras como en las interiores. Porque lo imparable ha vencido a lo impenetrable. Y las consecuencias son terribles. Toledo, Alcanar, Aldea del Fresno…

Recordamos a José Pla: “Lo único anárquico de la naturaleza es la meteorología”. Y su respuesta a un joven anarquista “La naturaleza está llena de catástrofes, de incendios, inundaciones, terremotos y encima de tantos cataclismos, ¿quiere usted además hacer la revolución?

Ante el dolor, el asombro y el terror al lo que nos traerá el futuro del agua y las pérdidas económicas, nos preguntamos. ¿Qué hacemos cuando las inundaciones acontecen? ¿Qué aprendemos de ellas.?

También rememoramos un libro interesante.Se trata de “Antifrágil.Las cosas que se benefician del desorden”, del autor libanés Nassim Nicholas Taleb. En él comienza definiendo la antifragilidad como algo que va más allá del manido concepto de la resiliencia.

Porque la antifragilidad es más que eso. Si bien lo resiliente aguanta los choques y sigue igual, lo antifrágil mejora con ellos. Y lo frágil, por supuesto, se destruye. Y el libro descubre las reglas que nos permitan pasar de lo frágil a lo antifrágil reduciendo la fragilidad o controlando la antifragilidad. Como la antifragilidad es relativa a una situación dada, podríamos aplicarlo a lo que ocurre cuando el río se desborda e invade nuestras propiedades públicas y privadas y se nos lleva al otro mundo.

Pero, ¿podremos alguna vez beneficiarnos del desorden que generan? No será fácil conseguirlo si seguimos actuando como hasta ahora. Porque en este fenómeno influye la suerte, la incertidumbre, la probabilidad y el conocimiento. Sin embargo, Lo antifrágil necesita el desorden para sobrevivir y florecer. Por eso, el autor proclama que la incertidumbre debe ser algo deseable, incluso necesario, y propone que las cosas se construyan de una forma antifrágil, ya que es inmune a los errores de predicción. Y culmina su argumentación con una sentencia que viene como anillo al dedo a nuestro tema de hoy. Lo que no es antifrágil perecerá con toda seguridad.

Hoy por hoy, no es nada fácil calcular los riesgos de inundaciones y de predecir su incidencia. Aunque sí es más sencillo determinar la sensibilidad al daño causado por ellas que prever el suceso que causaría el daño. Y aquí el autor propone dar la vuelta a los enfoques actuales sobre la predicción, el pronóstico y la gestión de riesgos. Estableciendo reglas para pasar de lo frágil a lo antifrágil reduciendo la fragilidad o controlando la antifragilidad. También detectando la antifragilidad (y la fragilidad) aplicando una simple prueba de asimetría. Todo lo que salga más beneficiado que perjudicado de sucesos aleatorios (o de ciertas crisis) será antifrágil; en caso contrario, será frágil.

Si tienen interés en continuar por este camino, les recomendamos la lectura del libro. Nosotros vamos a tratar hoy de la fragilidad de las inundaciones, aportando datos sobre ellas.

En los últimos 40 años, las inundaciones han supuesto más de un billón de dólares en pérdidas en nuestro planeta. Lo malo es que, a pesar de haberse trabajado mucho en predicción y de construir innumerables infraestructuras de control de todos los colores, esto tiene toda la pinta de empeorar en el futuro. Porque la situación producida por las inundaciones es frágil. Veamos los datos que lo avalan

Según el análisis de Aqueduct Floods del WRI, el número de personas afectadas por inundaciones se duplicará en todo el mundo en tan solo una década. Y pasará de los 65 millones del año 2010 a 132 millones para el 2030. Por su parte, el número de personas afectadas por inundaciones costeras aumentará de 7 a 15 millones.

Además de las amenazas a personas, también la economía de las futuras zonas inundadas se resiente. Las viviendas y propiedades situadas en ciudades se triplicará. Pasará de $157 mil millones a $535 mil millones anuales, en el caso de las inundaciones fluviales.

Si atendemos a los daños provocados por marejadas ciclónicas costeras y le sumamos el aumento del nivel del mar, los daños se decuplicarán. Y pasarán de $17 mil millones a $177 mil millones anuales

Estos datos demuestran que nuestra fragilidad ante inundaciones no disminuye. Por el contrario, aumenta a lo largo del tiempo. Es hasta cierto punto lógico si comprobamos cómo el crecimiento de la población mundial es tan imparable como su concentración cerca de costas y río. Además está la subsidiencia del terreno debida a la explotación de acuíferos.

Este problema se magnifica en países ya superpoblados como India, Bangladesh e Indonesia. Solo en ellos, se estima que dentro de 8 años residirá casi la mitad de la población mundial afectada anualmente por inundaciones fluviales y el 60 % de la afectada por inundaciones costeras

Para agravar la situación, el socorrido cambio climático. Porque estos cambios que sufrimos ya en cualquier lugar del mundo se traducen en una mayor intensidad de lluvias y marejadas ciclónicas costeras. Por ello, para 2030 se espera que las inundaciones fluviales en el ámbito de las cuencas dupliquen sus daños a propiedades urbanas provocando gastos estimados en $340 millones.

Peor será en la costa. Porque los períodos de retorno de diseño serán cada vez mayores ya que las inundaciones graves serán más frecuentes. Y las infraestructuras de defensa costeras quedarán obsoletas. Más fragilidad, por desgracia, porque todos los modelos de protección coinciden en que menos de la mitad de la costa mundial está suficientemente protegida. Y los presupuestos de defensa de actuaciones cada vez más potentes, ascienden a 18,3 billones de dólares.

Por desgracia, no está nada claro como realizar análisis de coste-beneficio confiables. Y esto supone que las estimaciones deben cogerse con alfileres. Aquí hay mucho para trabajar en el presente y en el futuro. No podemos olvidar que todo no se acaba cuando la infraestructura se inaugura. Porque los costes de mantenimiento son siempre muy importantes y hacen olvidar pronto la inversión inicial. Así las cosas, el capital invertido es solo el inicio. Después vienen los presupuestos de mantenimiento que deben tenerse muy en cuenta en estos tipos de análisis.

Los más agoreros vaticinan problemas en países poco identificados con el riesgo de inundaciones. Es el caso de Arabia Saudita. Auguran que allí más de medio millón de personas se verían afectadas por inundaciones fluviales anualmente. Y eso supone superar en diez veces el riesgo actual. La razón es que ya no queda más sitio para acometer nuevos planes urbanísticos. Solo se puede en los espacios fluviales inundables en el próximo futuro. Por ello, los daños a la propiedad urbana aumentarán allí en $1.6 mil millones anuales.

Otro de los conceptos que demuestran la fragilidad ante las inundaciones es la antes citada subsidiencia. El hundimiento de las ciudades costeras del que aquí ya hemos tratado. Porque la la sobreexplotación de aguas subterráneas amenaza a 2 millones de personas que residen en estas ciudades. Solo en EEUU habrá que destinar $16 mil millones adicionales en daños por inundaciones a la propiedad urbana anualmente en el año 2030. De ellos, $ 4 mil millones causados ​​​​por subsidiencia.

Es el precio a pagar por utilizar exhaustivamente los acuíferos como remedio para aliviar la carencia de aguas superficiales. Los bombeos provocan el hundimiento de los terrenos y estos se inundan más. No cabe otra posibilidad que destinar mucho dinero para combatir la fragilidad inundatoria de la subsidiencia. Pero también debe trabajarse y mucho en medidas para alcanzar la antifragilidad. Cierto es que cada dólar gastado en Indonesia en infraestructura de protección gris supone un ahorro de 123 en daños evitados a la propiedad urbana. Tan solo hay que ampliar la protección a períodos de retorno de 10 años en lugar de para los actuales 3 años, de aquí a 2050. Así se podría reducir el riesgo de inundación de un 33% a un 10%.

En el caso de la India, por cada dólar gastado se pueden ahorrar 248, pasando de protecciones para 11 años a 25 años de período de retorno. Por supuesto estas actuaciones crean empleo. Y si se acomete de verdad un mantenimiento continuo, el empleo es de larga duración. Además, debe trabajarse en infraestructura verde en manglares, arrecifes y zonas húmedas. Para así luchar contra la fragilidad de la línea de la costa.

Pero los gobiernos deben hacer algo más que combinar ecosistemas naturales con infraestructura gris. Se trata de hacer algo diferente además de destinar presupuestos a realizar estudios de protección y sus actuaciones correspondientes. Esto solo aumentaría la resiliencia, logrando apenas que después del golpe todo vuelva a estar como antes de él. Es algo tan necesario como deseable, pero sin embargo, no es suficiente porque así no acabaremos nunca del todo con la fragilidad.

El reto del futuro del agua desbocada está en conseguir la antifragilidad. Imaginen cómo. Así estaremos mejor después del golpe, porque las inundaciones serán inevitables, hagamos lo que hagamos. Se admiten ideas. A trabajar en la antifragilidad de las inundaciones.

Lorenzo Correa

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