Trazando el camino de la resiliencia. ¿Houston, dónde metemos el agua?


El huracán Harvey fue un devastador huracán de categoría 4 que afectó la región de Houston en agosto de 2017. Causó inundaciones generalizadas y daños significativos a la infraestructura y viviendas de la ciudad. Valorados en varios cientos de miles de millones de dólares. Aproximadamente, se estimó que los daños directos superaron los 125 mil millones de dólares. Pasado lo peor, las autoridades fueron trazando el camino de la resiliencia. Y la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA) prometió inversiones de 160 000 millones de dólares. Por su parte, la Guardia Nacional se involucró a fondo en la reconstrucción.

Por su parte, las administraciones federal, estatal y local prometieron fondos para ayudar en la recuperación. También se acometieron esfuerzos para reparar y reconstruir carreteras, puentes, redes de de agua y alcantarillado, y servicios públicos como la electricidad. Pretendían mejorarlas para hacerla más resistente a futuros eventos climáticos extremos. Menos frágil.

Además, se acordó otorgar subsidios y asistencia para ayudar a los propietarios a reparar o reconstruir sus hogares. Además de la respuesta inmediata, se realizaron planes de recuperación a largo plazo para asegurarse de que Houston esté mejor preparado para futuros desastres naturales. Esto implica el desarrollo de estrategias de mitigación de riesgos, revisión de códigos de construcción y zonificación, y la promoción de prácticas de desarrollo sostenible.

Por último, se potenció la participación de la comunidad en la reconstrucción para recopilar opiniones y comentarios de los residentes para garantizar que sus necesidades y preocupaciones sean consideradas en el proceso.

Por fortuna, se comenzó a hablar de deconstruir, no solo de reconstruir. Deconstruir sería ”entender” la dinámica de fluidos del agua en la ciudad, para elegir donde almacenarla, por donde evacuarla, en qué lugar es útil y en donde es mejor que no aparezca. Orientar la ciudad al agua, para que la ciudad viva y no muera con el agua. Abogar no solo por la resiliencia sino también por la antifragilidad

En el concepto de comprensión está la clave. Heráclito nos enseñó que los seres humanos estamos en proceso de flujo constante, de cambio continuo como el caudal de un río. La ciudad es un conjunto de seres humanos que ocupan un territorio antes desocupado y surcado por cauces, transformándolo a su conveniencia.

Si esos seres humanos quieren comprenderse, nunca podrán hacerlo si solo se concentran en su vertiente de “ser”, pues como el río fluctúan entre el “ser”. Como el río, estamos sometidos a la tensión constante entre lo lleno y lo vacío, entre el ser y el no ser. Y a ella sometemos a la ciudad en la que residimos. Si solo nos enfocamos en lo lleno, ya no tenemos un río, sino un lago que se convierte en pantano. Si solo nos enfocamos en lo vacío, tendremos un cauce seco y sin vida. Ser humano, río, ciudad, todo es lo mismo, todo se complementa.

Y una buena planificación  hidráulica en la ciudad comenzó. Lo primero que hizo fue “comprender” al ser humano que la habita, al cauce que la surca y al tipo de urbanización que la conforma.

Es decir, comprender cómo se mueve el agua por ella, para que sea un catalizador que genere energía positiva para reinventar la ciudad, alineándola con los meteoros que la visitan aleatoriamente e integrándola en una comunidad preparada para afrontar los retos del futuro, deconstruyendo lo que en el pasado pudo servir y que ahora solo es ya un obstáculo.

Y no sólo es Houston, la inundación visita continuamente la casi todas las naciones. Solo en esa ya lejano año de 2017 hubo daños terribles en India, Bangladesh, Nigeria, Florida, China, Nepal, Argentina, Sierra Leona, Grecia, Panamá, Colombia…una lista interminable que abarca cualquier lugar del mundo.

El reto del siglo XXI es afrontar la extensión de las zonas inundables por el remanso producido por el aumento del nivel del mar y contrarrestarlo aplicando lo aprendido de experiencias recientes y pasadas.

Volviendo a Houston, esta ciudad puede considerarse el paradigma de la ciudad moderna del siglo XX que se va quedando obsoleta en el XXI. Sus raíces urbanísticas se nutren del modelo de ciudad del siglo XIX, pensadas para desarrollar un crecimiento ilimitado alimentado por el consumo de combustibles fósiles en vehículos de motor, en industrias químicas, en operaciones portuarias y en cualquier otra forma de lo que supuso la revolución industrial. De esta manera, Houston, como tantas ciudades similares en el mundo ha crecido exponencialmente, creyendo que esa ocupación infinita del territorio que la circunda es una muestra evidente de libertad, que además da a sus moradores fama, progreso, bienes materiales y dinero

Y entonces, tras la última inundación, que nunca será la última, ese paradigma se puso en pública almoneda, ya que las consecuencias de su aplicación superaban siempre los beneficios obtenidos. Extracción de petróleo, refinerías y extensas redes de transporte de fluidos a un puerto marítimo fueron el principio y generaron trabajo, riqueza y bienestar. Pero ahora generan además emisiones tóxicas gaseosas por humos, líquidas por fugas de canalizaciones y sólidas por desechos de fábricas. Es complicado manejar todo ello y hay que tratar el agua, que es la primera en sufrir las consecuencias de todos estos vertidos. Cualquier fenómeno atmosférico natural, genera enormes afecciones a las personas y a sus bienes.

Deconstruir y reorganizar fue el reto derivado del antes citado. Organizar la ciudad desde la prevención y no desde la visión de fortaleza inexpugnable, mediante un crecimiento basado en la reorganización urbanística y con unos límites imposibles de rebasar en cuanto a la disponibilidad de agua, haciendo de ella una amiga y no un peligro ante el que hay que defenderse de cualquier manera y pagando cualquier precio por las instalaciones defensivas

Y Houston se dispuso a actuar. Para diseñar nuevas defensas contra inundaciones a lo largo del río Houston y el canal Buffalo Bayou con objeto de proteger a la ciudad de futuras inundaciones.

Ante todo, se repararon carreteras y puentes dañados por el huracán, así como las casas y negocios afectados. Hasta aquí, lo de siempre, Reconstrucción. Pero se decidió que hubiera más y se redactó un nuevo programa de planificación urbana, diseñado para hacer que la ciudad fuera más resiliente a los desastres naturales.

El programa incluye una serie de medidas, lideradas por Stephen Costello, director de recuperación de la ciudad de Houston. Fue nombrado en 2018 por el alcalde Sylvester Turner. Está principalmente a cargo del diseño de cuatro proyectos de mitigación de inundaciones a gran escala, que actualmente se encuentran en varias etapas de implementación. Pero lejos de ser una realidad tangible, porque los dineros prometidos, no acaban de llegar.

Topamos con el problema de siempre. Promesas ante la emergencia de la catástrofe. Diseño de nuevas medidas. Definición del coste. Pero el dinero, no llega.

Algunos argumentan que fue porque los presupuestos de construcción se dispararon con la inflación entre un 20% y un 40% desde que se presentaron inicialmente las solicitudes de subvención. En cualquier caso, se optó por gastarlo, cuando llegue en liberar terrenos para que acojan agua. Un ejemplo es el del «Proyecto del Canal Norte» cuyo objetivo es brindar protección contra inundaciones a 30,000 estructuras comerciales y residenciales en el centro, y a lo largo de White Oak y Buffalo Bayous.

Otro proyecto emblemático es el de retención aguas pluviales de Inwood Forest para reducir el riesgo de inundaciones en 12.000 hogares en Acres Homes y sus alrededores. Hay que sumarle el depósito subterráneo de tormentas de Memorial City que protegerá 10.000 residencias al sur del centro comercial. Y el vertedero de la presa del lago Houston para proteger 20,000 estructuras río arriba. Sin embargo, ninguna de estas obras ha comenzado.
Aunque los funcionarios de Houston han estado «peleando» con la Oficina General de Tierras de Texas para que se transfieran $1,300 millones de dólares «federales» para la recuperación de inundaciones, solo han llegado cantidades modestas. Que sirven para iniciar obras de menor envergadura. Por ejemplo, la ciudad ha comprado al menos diez propiedades para retener aguas pluviales. Y gastó más de sesenta millones para elevar casi trescientas casas. También mejoró el drenaje de aguas pluviales en varias partes de la ciudad.
Por fortuna, una nueva normativa de construcción entró en vigor en 2018 después de que el ayuntamiento aprobara una ordenanza que establece condiciones para construir nuevas viviendas en la zona inundada por caudales asociados a avenidas de 500 años de período de retorno. Allí, las las casas nuevas se construirán como mínimo elevando 60 cm la cota del terreno natural.

El objetivo es construir así 3.000 viviendas en la llanura aluvial. El Distrito de Control de Inundaciones del Condado de Harris dice que necesitan construir una infraestructura capaz de contener 30 hm³ para proteger adecuadamente esa área. Cuentan para ello con el Raveneaux Country Club y el campo de golf adyacente para comenzar ese proceso, ya que potencialmente podría contener unos 3 hm³ de agua pluvial.

Por lo tanto, la solución adoptada es la de ir liberando terrenos para inundar para evitar que se inunde todo lo defendible, es decir, más de 15.000 estructuras en la cuenca hidrográfica de Brays Bayou

Como ven, se trata de fuerzo costoso y desafiante, pero la ciudad y el condado lo exigen . Para llegar a ser una ciudad más fuerte y resiliente que antes de Harvey

Sirva este ejemplo de Houston para implementar una renovación en la forma de actuar cuando ya se ha producido la catástrofe  y comenzar a aplicar la teoría de la deconstrucción. Avanzando en un camino que la lleve a abonar la formación de una nueva “sociedad hidráulica”, una comunidad que asuma con emoción y confianza que su supervivencia depende de binomio agua dulce-océano. Si funciona, será quien nutra e impulse su economía, quien conserve la buena salud de la ciudad  y garantice su viabilidad en el futuro. No es fácil ni económico. Para ello habrá que apostar fuerte y conseguir que los enormes recursos financieros lleguen a su destino a base de una enorme voluntad política.

Mientras tanto, lo de siempre, los políticos al uso continuarán pidiendo miles de millones de dólares a los  fondos federales para la reconstrucción e intentando que esos fondos no vayan a otras ciudades que han sufrido similares afecciones  y demandan el mismo auxilio a las ubres de la vaca de la nación. Porque al final quienes pagan son todos los contribuyentes

Por todo lo expuesto, que los fondos que todos pagan se utilicen en algo diferente, sería muy deseable, porque la reconstrucción sería muy diferente. Aquí tenían además lecciones no muy lejanas en el tiempo y en el espacio, como las grandes tormentas Katrina y Sandy. Por eso, un nuevo Houston ubicará edificios y zonas residenciales de manera que no obstaculicen los caminos preferenciales del agua en avenida. Reconstruirá instalaciones industriales, de refino y de tratamiento de agua, carreteras, viaductos y depósitos, siguiendo los criterios de idoneidad marcados por Harvey. Es decir, que se empezó decidiendo donde no construirlos, antes de planificar cómo construirlos.

Y ese cómo se solventó aplicando nuevos códigos de construcción, zonificación dirigida. E innovadores materiales de construcción. También ingeniería civil, arquitectura y tecnología adecuada a los tiempos que corren y a reto que estamos llamados a asumir. Y para ello se dotaron los presupuestos necesarios con fondos dirigidos a la reconstrucción. Mediante bonos municipales, subsidios e incentivos fiscales y otros instrumentos financieros creativos para reconstruir una ciudad reimaginada y renacida.

Sabiendo como se mueve el agua, se diseña mejor su almacenamiento, sus derivaciones hasta desaguar en cauce  o mar abierto  y sus usos y medidas de protección, para que el agua sea ese catalizador al que antes nos referíamos, el que potencia la generación de una nueva ciudad, reorientada y vivificada por ella, alineada con las fuerzas de la Naturaleza, y preparada para afrontar los retos de un nuevo siglo y un futuro sostenible.

La “sociedad hidráulica”, la que se basa en el agua en la forma que hemos definido,  no es una idea nueva. Ya el el historiador Donald Worster la había definido como un «orden social basado en la manipulación intensiva del agua y sus derivados en todo entorno árido»  y caracterizaba las sociedades del moderno Occidente, favoreciendo la productividad agrícola y un gran despliegue demográfico. El relato sumerio, Mesopotamia, Egipto, las grandes civilizaciones del pasado se organizaron alrededor de este concepto. Su final infeliz coincide con el mito del Diluvio Universal…¿ no estaremos cerca de su repetición?

Porque el diluvio se produjo cuando los humanos de entonces negaron las condiciones cambiantes del entorno  y del clima, o comprometieron su seguridad mediante el crecimiento ilimitado, la aspiración, la arrogancia y la guerra, provocando la destrucción total que el Diluvio Universal nos transmite.

Como dijeron entonces en EEUU: “ El renacimiento de Houston podría ser un punto de inflexión en nuestra propia civilización ahora amenazada por el cambio, un modelo para las ciudades en todas partes de cómo valoramos, estructuramos y nos comportamos con éxito en un nuevo mundo. El agua es esencial. Vivimos en un mundo acuático. En un planeta de agua. El agua no es nuestro enemigo: es el elemento esencial para nuestra seguridad, salud, equidad y justicia social. El agua es vida. No debemos temerla, sino abrazarla”

Lorenzo Correa

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