¿Pacto del agua?…país, paisaje y paisanaje


Se vienen las elecciones generales en España. A punto de comenzar la campaña electoral, los candidatos a mandar en el próximo cuatrienio, se aprestan a hablar de todo. Promesas, zalamería  y argumentos variopintos intentan convencer al electorado. También se habla de agua, por supuesto.

Por su parte, el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, se comprometió a «impulsar y aprobar un Pacto Nacional del Agua que garantice la planificación hidrológica y la inversión. Además de «fomentar  el consenso y acabar con el enfrentamiento por este recurso«. Y aseguró que este sería su primer compromiso si llega a ser presidente del Gobierno.

En el caso del Partido Socialista, aporta en su programa electoral propuestas para paliar los efectos de la sequía mediante el ahorro y la reutilización,  siempre que “los procesos no redunden en mayores usos”. Para ello,proponen aprobar leyes integrales del Ciclo Urbano del Agua autonómicas que “incorporen aspectos clave como el impulso del saneamiento y la depuración”.

El programa electoral también hace referencia a la elaboración de planes de adaptación del agua ante el cambio climático que protejan y mejoren la biodiversidad, con drenajes naturales sostenibles y fomento de fuentes públicas. Estas iniciativas también se centran en el mantenimiento de los bosques para que sigan con su función a modo de “embalses naturales”.

Además, el presidente de la Fundación Caminos ha afirmado que “en la próxima legislatura es necesario un Pacto de Estado por el agua, que nos permita gestionar este recurso de manera eficiente y garantizar su disponibilidad”.

Y a nosotros, estas menciones explícitas  al «Pacto del Agua», nos hace recordar algo que escribimos y publicamos aquí hace una década. Vamos a  verlo.

Escolio a un artículo de 2013:

Hace una década, el mantra hidráulico de moda en España era el «Pacto del agua». Se nos ocurrió escribir algo sobre nuestra visión particular de tan magna idea. Partimos de la base de un interesante artículo escrito por Alberto Garrido Colmenero y Emilio Custodio en 2012 titulado  «Claves y oportunidades para un pacto del agua en España.» En su resumen, sus autores decían

«Las peculiaridades geográficas españolas y su errática gestión del agua en las últimas décadas la sitúa en el marco internacional como un país incapaz de armonizar su escasez de recursos hídricos con su alto consumo interior. Por otro lado, España es pionera en tecnología relacionada con el agua, situándose entre los diez países más relevantes a nivel mundial. Por esto, diversas organizaciones independientes como el Observatorio del Agua de la Fundación Botín abogan por un Pacto del Agua, que defina claramente el proyecto de país para el agua en España, aprovechando las fortalezas y las oportunidades que ofrece un entorno global y dinámico.»

Han pasado 10 años y del pacto no se tiene noticia fidedigna de su estado. Para ayudar a la reflexión de los que creyeren que todavía, algún día, pude ser posible, aquí va lo que escribimos en el lejano y tan tórrido como hasta ahora es este que se inicia ahora de 2023, verano de 2013:

¿Pacto del agua?…país, paisaje y paisanaje

El tórrido verano se atempera con lecturas refrescantes. No paramos de leer estimables consideraciones de expertos hídricos sobre el deseado pacto nacional del agua. Desiderátum para muchos, eufemismo indefinido para otros… ¿Es posible ese pacto aquí y ahora?

Desde hace un tiempo, no sé si como consecuencia de la transposición de los principios de la directiva marco del agua, la ingeniería hidráulica en España tiene a sus profesionales (entre los que creo estuve algún día), bastante ociosos en nuestro territorio. Al menos yo  ahora tengo más posibilidad durante mi tiempo libre para dedicarme al coaching, mi pasión de madurez. Y lo hago sobre la gestión del agua. A partir de la reflexión ontológica (lo que es, lo que analiza al ser que establece las determinaciones básicas sobre lo real), como contrapunto a la reflexión lógica (la de algunos “expertos”, que define los procedimientos para encauzar el pensamiento)

E intento aplicarlo como dije al estado del arte de la gestión del agua. Por eso ahora me ocupo del citado pacto, tan de moda entre nosotros estos días. Porque creo que encauzar el pensamiento, como el río, elimina grados de libertad y no sé por qué me llega (seguramente estoy equivocado), que algunos de los defensores de las esencias de la buena gestión del agua, tirios y troyanos, claro, emiten señales de pensamiento encauzado

En él se involucran personas (¿qué personas, quién las elige?… el paisanaje), para convenir (¡coincidir!) sobre algo (el paisaje del agua) y comprometerse a cumplir lo acordado (por el bien del país, de la comunidad).

En algún lugar del Mediterráneo nos cuentan que se reúnen y se cubren el rostro con máscaras griegas para facilitar el pacto. Aquí tenemos el legado de D. Miguel de  Unamuno.

Quiero recordar su artículo “País, paisaje y paisanaje”, publicado el 22 de agosto de 1933 en el periódico Ahora. Porque el agua en España es país, paisaje y paisanaje y su pacto exige la armonización de los tres sujetos

Leamos a D. Miguel donde habla de cuencas: “Cada vez que me traspongo de Ávila a Madrid, del Adaja, cuenca del Duero, al Manzanares, cuenca del Tajo, al dar vista desde el Alto del León, mojón de dos Castillas, a ésta, a la Nueva, y aparecérseme como en niebla de tierra el paisaje, súbeseme éste al alma y se me hace alma… Alma y no espíritu, psique y no pneuma: el alma animal, ánima… Siento que ese paisaje, que es a su vez alma, me coge el ánima como un día esta tierra española, cuna y tumba, me recogerá -así lo espero- con el último abrazo maternal de la muerte…

En esa mano, entre sus dedos, entre las rayas de su palma, vive una humanidad; a este paisaje le llena de sentido y sentimientos humanos un paisanaje. Sueñan aquí, sueñan la tierra en que viven y mueren, unos pobres hombres…: unos pobres hombres pobres. Y algunos de esos pobres hombres pobres no son capaces de imaginar la geografía y la geología, la biografía y la biología de la mano española.

Fin de la cita, que el artículo deriva por otros derroteros que aquí no vienen a cuento. Unamuno en él se lamentaba de que en el paisaje de su país se diese cierto tipo de paisanaje. Sirva la comparación para analizar brevemente la influencia de este trío en el deseado pacto.

Para mí, el país del agua son las administraciones del paisaje (la/s cuenca/s), la política del agua. Y el paisanaje, los usuarios directos e indirectos. Esos que trabajan, pagan y reclaman. También los que investigan, concluyen y deciden.

La ontología del paisaje del agua nos dice lo que es en diversas dimensiones. Reflexión antropológica, degustación estética de la naturaleza, biografía personal enfocada al despliegue de recuerdos y detalles particulares de la vida.  Describe el ser del hombre en su relación con el mundo, con la cultura y con el sentido de la historia. Generando un “paisaje del alma”.

Los pactistas de visión ecosistémica y los de la antropogénica aportarían al pacto sus paisajes del alma. Pero condicionados por la ausencia del agua en ellos, que generaría una estructura que “convulsiona” al paisaje. Y que en él produciría la contrariedad sensitiva de quien los habita. Revelando antes la personalidad colectiva y después la personalidad propia de quien se encuentra en ellos. ¿Puede haber coincidencia en este importantísimo aspecto?

Ahí tenemos un objetivo a marcar nada más empezar las negociaciones. La combinación consensuada y armónica de ambos paisajes del agua. Comiéncese por ahí, por favor.

Se trata de encontrar la personalidad colectiva por medio de la intrahistoria, de su oposición a los conceptos universales abstractos de la gestión del agua para dar con el verdadero problema: saber lo que será del agua después de darle un destino consensuado.

Ejemplo concreto: aplicación al Plan Hidrológico del Ebro. ¿Lo ven sencillo?¿Se trata de negociar más o menos hectómetros circulantes por un punto del río o de negociar algo menos medible como es la citada “convulsión paisajística? ¿Está el paisanaje (de entre el cual saldrán los pactistas), por la labor de desencauzar el pensamiento? Espero y deseo que sí. Si no, habría que decir con Unamuno… ¡qué país, qué paisaje y qué paisanaje!

Una década después, ¿qué piensan ustedes al respecto?

Lorenzo Correa

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