Los ríos alimentan a todo tipo de actividades humanas relacionadas con el agua. Llenan canales y embalses. Y derivan sus aguas para el abastecimiento, el riego y la industria. Además de sus funciones naturales, no podríamos definir por completo a los ríos sin éstas, tan artificiales como imprescindibles para nuestra supervivencia. Pero si de sobrevivir hablamos, nada mejor que visitar un foso.
En este caso, es el de la polaca ciudad de Wrocław. Obra hidráulica construida en el siglo XIII sobre los cauces de los dos ríos de la ciudad. El padre Oder y su hijo predilecto, el Oława.
Un foso no es más que una excavación profunda que circuye a una fortaleza. Es por ello una canalización cerrada que aprovecha las aguas circulantes por los cauces para colaborar en la defensa de una urbe mediante el escudo del agua.
En el caso de la capital del voivodato de la Baja Silesia, el foso ha sufrido tantas vicisitudes estructurales como ataques han soportado sus bienes defendibles. El río chico también las ha sufrido, porque ya no desemboca en el grande en el mismo lugar de encuentro que antes
Y es que la vida pasa por el río y por su hijuelo el foso. Todo cambia, mucho se destruye y algo queda. Aquí, en los tramos de foso aún mojados, han sobrevivido dos estanques. Todo ello gracias a Jerónimo Bonaparte (hermano de Napoleón), quien capturó la ciudad en 1807, al mando de las tropas de la Unión del Rin.
Para debilitar el rango defensivo de Wrocław y de toda Silesia, ordenó que se demolieran las fortificaciones y que estas áreas se utilizaran como paseos para los residentes. Y así aparecieron utlidades no defensivas del foso. En este caso, bulevares abiertos donde hubo murallas. Y estanques donde hubo foso.
Gracias a que esta fue una de las condiciones de la capitulación de la ciudad, se permitió su desarrollo y su expansión territorial hacia el sur. Ejemplo de antifragilidad. Después del asedio, Wrocław finalmente dejó de ser asfixiada por las murallas de la ciudad, aunque al menos conservó algo del foso.
Pero las amenazas no han acabado para él. Porque ahora se pretende construir un aparcamiento bajo el foso que acabaría con lo poco de él que queda. Son las modernas invasiones que actúan también sobre los ríos y sus aguas.
Así es la vida, todo cambia para que todo siga igual. En el río y en la existencia. Aprovechemos ahora nuestro primer paseo fluvial del año antes de que nos quedemos sin foso
Lorenzo Correa
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