comprobar en las fotografías que adjuntamos, este tipo de obras hidráulicas son fundamentales a la hora de garantizar a los ciudadanos una adecuada calidad de vida.

Cuando no hay otro remedio, por falta de presupuestos, o por imprevisiones, ocurre lo peor. Vean el caso que nos ocupa. La red de drenaje urbano de aguas pluviales consiste en una «avenida» abierta al tráfico de personas y vehículos normalmente.

Además, las viviendas se asoman para ver la vida que transcurre por las animadas calles. Y las aceras ocupan la zona de servidumbre del «cauce-calle». Sorprende en seco observar como la calzada está deprimida respecto a la cota de las aceras. Cuando la lluvia cae y la calle se convierte en río, lo que muchos rogarían es que el escalón hubiera sido aún más alto.

Como viene siendo tradicional en la historia de la humanidad, las basuras se lanzan a la cloaca máxima que supone nuestro cauce. calle. Y cuando el agua lo visita, sucede lo inesperado, que por otra parte, era de esperar. Flotan, navegan, se acumulan, taponan y provocan el desbordamiento.

La higiene pública se resiente y todo se vuelve un caos. Las fotos de Miguel Ángel Gago que podemos contemplar hoy lo dicen todo. Ponen de manifiesto lo complicado que es disponer en las zonas urbanas de una red de drenaje urbano adecuada. Porque el problema no reside solo en el diseño de las vías de evacuación del agua de la lluvia. Como ya hemos indicado con profusión en estas páginas, todo pasa por «enverdecer» la ciudad, y sus cuencas inmediata y lejana.

Más bosque, permeabilización y canalizaciones urbanas bien diseñadas. Muchas obras hidráulicas, algunas poco convencionales, como son las infraestructuras verdes. Ojalá que pronto todo empiece a ir por ahí.

Lorenzo Correa

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