La semana que comienza hoy nos trae dos buenas noticias. Gracias a la amable invitación de dos grandes profesionales de la ingeniería civil y de la arquitectura, vamos a tener la posibilidad de intervenir en dos actos públicos. Allí podremos exponer nuestros argumentos sobre la gestión seductora del agua. Y sobre la repercusiones que ésta ha tenido, tiene y tendrá sobre el paisaje.
El primer acto, a celebrar el martes 25 de abril, está organizado por el Grupo de Gestión Empresarial. En él vamos a hablar de los aspectos relativos a la gestión seductora del agua. Esos que los lectores asiduos de estas páginas ya han podido conocer de primera mano en los dos últimos artículos que hemos publicado.
En el caso del segundo, en el marco de la 1ª Fira Maresme Ecoconstruïm que se celebrará el próximo jueves día 27 de abril. Allí moderaremos una interesantísima mesa redonda sobre la gestión del agua y el paisajismo.
La moderna gestión del agua en España se inició en 1926, con la creación de las confederaciones hidrográficas. Y la herramienta básica para alcanzar sus objetivos era la ejecución de obras hidráulicas. Presas de embalse y canales para frenar las aguas y domesticar los ríos. Canalizaciones para evitar inundaciones, porque. como veremos más adelante, la erosión fluvial natural o inducida, obliga a proteger márgenes. Todo ello altera y modifica el paisaje original y crea un nuevo paisaje artificial
Con la entrada en vigor de la Directiva Marco del agua, cambió el paradigma. Y el objeto del uso, que es el agua, pasó a a ser un bien a preservar. Como consecuencia, desde hace 20 años, la restauración paisajística del espacio fluvial sobre el que se planifica la gestión del agua se ha convertido en protagonista indirecto de esta gestión. Además, parece que con el calentamiento global, las nuevas obras hidráulicas serán «fábricas de agua». Desalinizadoras que alterarán el paisaje del litoral marítimo y las playas y plantas de regeneración y reutilización de aguas.
Todas serán grandes consumidoras de energía y necesitarán por tanto de líneas de suministro que afectarán al paisaje. Por supuesto, nadie quiere ni querrá ninguna de estas obras hidráulicas, eléctricas, edificaciones, etc se sitúe cerca de su casa. Mucho menos que atraviese su municipio o propiedad. Y esta problemática social y ambiental adquirirá un gran protagonismo en la definición del nuevo paisajismo.
Así las cosas, analicemos los criterios que nuestro admirado ingeniero «paisajista», Ángel del Campo, empleaba para clasificar la alteración de los paisajes. Ante todo, fíjense cómo explicaba el nacimiento del paisaje: “…cuando en las actuales condiciones el conocimiento se unió a la privación física de la Naturaleza, nació el deseo de la misma. Y nació el paisaje”.
Se hace paisaje y a también se restituye el paisaje. Pues bien, el paisaje, natural o artificial, también se conserva. Y las infraestructuras deben conservarse por seguridad, por economía y porque son paisaje.
Paisaje en estado prístino son los bosques. Todos los paisajes se deterioran y se destruyen si no se mantienen adecuadamente. Las infraestructuras, como los bosques, también. ¿Aproxima este argumento algo más al distanciado ecologista del “cuadriculado” ingeniero? Al menos, que sirva para que la distancia no aumente.
En cuanto a su alteración, los paisajes se alteraban según los criterios de “Ir, Llegar, Vivir y Morir”.
En el criterio de “Ir” están incluidos los paisajes derivados del movimiento. Y en nuestro caso, por supuesto, los derivados del movimiento del agua. Los que producen erosión fluvial y alteración consiguiente de márgenes. Y de obras de canalización o cruce de vías de comunicación. Sin olvidar, claro está las de protección de márgenes, para que los terrenos de las riberas puedan usarse sin riesgo.
Y es que, como el agua de los ríos es un agente erosivo de primer orden, se empeña en desgastar los materiales que lame. También los terrenos que roza. A veces, esa respuesta es dura. La que obtiene esa lapidaria frase de Sánchez de Muniaín. El eximio catedrático de estética, autor de la Teoría de la belleza del paisaje, hablaba de las «injurias que los ingenieros infringen al paisaje”.
Pero no son solo los ingenieros, ni siquiera los gestores del agua los que injurian. El problema comienza a producirse cuando cae sobre una pequeña cuenca la impermeabilidad de la civilización. Entonces, los cauces naturales se esconden aterrorizados. No soportan la idea de la rigidización del paisaje que atenaza sus riberas. Ni lo que dirán de ellos cuando se desborden.
Sin embargo, cuando el mal ya está hecho, la ingeniería debe actuar. O bajo tierra, con depósitos de tormenta, o en superficie. En este caso, permeabilizando lo impermeable para captar el agua que cae. O actuando sobre el cauce con balsas de laminación en cabecera. Todo esto produce dimes y diretes
A pesar de ellos, los ingenieros no tienen más remedio que artificializar los cauces. Con frecuencia, la renaturalización es imposible porque la losa impermeable lo cubre casi todo.
Este paisaje moderno de los cauces, de las presas, de las canalizaciones, se cimenta en estética, lógica y ética. Es otra visión del campo, aportada por Ángel del Campo, que a nosotros nos motiva.
¿Y si a ella añadimos otras? Decía don Carlos Fernández Casado que “la obra de ingeniería se proyecta en el paisaje”. Como el paisaje ya es muy mayor, “el ingeniero es el agente geomorfológico por excelencia”. También decía que “la obra ingenieril, al incorporarse al paisaje adquiere expresión geográfica permanente”. Así pues, podríamos concluir que las infraestructuras, acaban siendo paisaje.
Porque no es solo estética lo que impera en el cauce. También la lógica de calcular cómo evitar desastres cuando se desborda y la ética de tener siempre una buena conducta cuando en él se actúa.
Esa es la base ética, moral y lógica de la obra pública. La que transforma el paisaje del cauce público
Ahora, somos, hídricamente también, europeos. El paradigma de la gestión del agua ha cambiado. Entre otras muchas cosas, también incluye al paisaje. Y con él, a los usuarios, paisajistas y «stakeholders», que deben participar en ella.
Los organismos de cuenca, desde su creación y refundación, ya habían tenido muy en cuenta a los usuarios, Por eso los introdujeron en sus órganos de gobierno y contaron con ellos en la toma de decisiones, mediante un procedimiento reglado milimétricamente en la Ley de Aguas. Pero no habían tenido tan en cuenta el objeto del uso, es decir el agua que es el principal usuario del medio natural definido por el río, el lago o el acuífero subterráneo. Con la promulgación de la Directiva Marco, el agua pasa a ser un bien público a preservar y es independiente de las fronteras de las actuales Confederaciones y Agencias.
Esto exige una adaptación a al modelo europeo multidisciplinar, interactivo, de ida y vuelta, participativo, basado en la mutua confianza, reflexivo y respetuoso, haciendo la transición desde el modelo unidireccional, enfocado únicamente al fomento de la obra pública, tan encomiable y necesario hace casi un siglo, como revisable ahora.
Por eso, el futuro de la gestión del agua está en la asunción de los nuevos paradigmas, teniendo siempre en cuanta también al paisaje:
- Cuanto mejor sea la calidad (y la cantidad) del recurso circulante o almacenado en los acuíferos, mejor será la calidad del agua suministrada para los diversos usos. Ello exige asignar caudales de mantenimiento en los ríos, descontaminar acuíferos, depurar, reutilizar y restaurar la vegetación de ribera,
- Hay que ingeniárselas para hacer compatibles las derivaciones del recurso con la preservación del medio acuático, optimizando al máximo, es decir invirtiendo en reutilización planificada y racionalizando las extracciones. La administración del agua debe imponer su criterio a la hora de decidir qué tipo de recurso se utiliza para un determinado uso, en función de la calidad mínima exigida para el mismo. Hay muchos usos que no necesitan agua potable.
- Ante el riesgo de inundación, información. Que todos los ribereños sepan lo que puede pasar en sus tierras/municipios. Mapas de riesgo para diversos períodos de retorno, a disposición de los planificadores urbanísticos, arquitectos proyectistas, técnicos de las administraciones y municipales: así se podrá planificar y otorgar licencias de obra con conocimiento de causa.
- … y todo esto tiene un precio que alguien tendrá que pagar. Sabiendo de verdad, lo que cuesta disponer de agua suficiente en cantidad y calidad, derecho inalienable de todos los ciudadanos. Pero que tiene un coste, porque el agua no es cara, sino costosa.
Les invitamos a asistir de manera presencial o telemática a los eventos más arriba citados. Seguro que en ellos se despejarán los nubarrones, aunque haya sequía, que enturbian todavía el paisaje de la gestión del agua.
Lorenzo Correa
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