Hoy fuimos al río con dos viejas postales del siglo XIX. Son de la riera de Vallvidrera, en la sierra de Collserola, tan cercana a Barcelona.
Y las comparamos con las imágenes de hoy. Vemos en ambas el paisaje de un cauce cimentado en la estética (geometría adaptada al terreno). Pero también en la lógica (guardando agua para cuando no hay). Y en la ética (actuando bien en un cauce).
Así creemos que debe transformar el paisaje la obra pública. Estamos en el llamado «Pantano de Vallvidrera», proyectado y construido por el ingeniero Elias Rogent en 1864. Abastecía a la Villa de Sarriá a través de la «Mina Grott», un canal en túnel de 1 km de longitud
Su vaso tiene una capacidad de 18.000 m³ y la longitud de coronación de la presa es de 50 m, con 3 m de anchura y 15 m de altura. En tan humano cauce, no se puede embalsar mucha agua. Pero sí la necesaria para cubrir necesidades perentorias de abastecimiento. Así se ha hecho siempre, desde que el ser humano aplicó el ingenio a la obra pública.
Entre las fotos antiguas y las de hoy, han transcurrido 159 años. El muro sigue en su sitio, las personas continúan embelesadas con la visión del cauce y del vaso del embalse. Vallvidrera sigue estando a mayor cota que Sarriá. Pero el canal ya no funciona, porque el agua llega de lejanos de embalses y del mar cercano. Todo fue abandonado en 1960 y recuperado en 2006 como zona húmeda.
Curiosa rehabilitación para algunos. Porque demuestra que el embalse crea paisaje. Seduce
Lorenzo Correa
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