Este jueves fuimos a hacer una visita fluvial que nos pareció, de entrada, muy interesante. La habíamos pospuesto largo tiempo por dos motivos. Uno, para dejar que el cauce y la cuenca se recuperaran de la DANA que les afectó por sí mismos.

Y el otro, para que ese tiempo también sirviera para que las administraciones competentes, los amantes de los ríos y/o los que abogan por la no limpieza de los cauces, hubieran también actuado en consecuencia.

En las fotos, que amablemente ha tomado y nos envía nuestro fotógrafo colaborador Rubén, se puede contemplar la realidad post- DANA en un cauce humano, modesto, bastante virgen y muy representativo de la realidad. De esa realidad que a veces estropea los titulares de auto bombo y hasta alguna tesis doctoral de los políticamente correctos.

La última DANA pasó por aquí en enero de 2020. Es decir que hace tres años ya que aquellos polvos trajeron estos lodos. Pero nuestro río se encuentra en el estado que mostramos. Hoy, todavía.

Esperemos que la próxima DANA sea más clemente. Porque material para transportar hay de sobra. Y ahora que el gas y la electricidad tienen un valor de mercado más alto que las nubes de la DANA, sería una pena que tanta leña, hojarasca y arbusto como hay depositado en lecho y márgenes no sirviera para alimentar chimeneas. Y calentar hogares.

Por desgracia, todo parece indicar que lo que yace ahora en el cauce acabará taponando vados o , lo que todavía es peor, ojos de puentes. Pero no llamemos al mal tiempo, aunque nos rechine en la conciencia ver lo que vemos. Porque lo llevamos viendo tanto tiempo… Desde que la DANA era llamada de otra manera, aunque sus resultados fuesen exactamente los mismos.

En fin, que hoy hemos contado el secreto a voces de un río afectado por una DANA. A ver si deja de ser secreto

Lorenzo Correa

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