Madurez fluvial


El río, tan infantil, dulce y buenazo, adquiere su madurez al llegar al mar. Allí se tranquilizan sus aguas y encuentra el reposo del guerrero. Tiene todo el tiempo del mundo para rememorar sus aventuras desde su más tierna infancia en las montañas, hasta el momento en que su pletórica juventud le permitió atacar con su desbordamiento terrenos elevados de su zona inundable.

Además, la sal marina le proporciona el toque ideal para que la madurez sea rica en aprendizaje. Sus aguas se confunden con otras aguas también maduras. Agitadas por el vaivén periódico de las olas. Los navíos surcan el paisaje marino sin que las aguas impidan a sus capitanes elegir el rumbo que deseen.

El mar se abre en canal para que el buque avance o se deje mecer por esas olas que nunca cesan de oscilar. Madurez de la vida, tiempo de tranquilidad que no puede ser eterno. Por eso, cuando la calma es chicha y nada se mueve, algo sucede.

La intranquilidad tranquila de la ausencia de movimiento es solo el preludio de la tormenta. Y mientras el sol va succionando aguas en plena madurez para darles de nuevo vida en la nube, el trueno que siempre acaba por llegar, se unirá al relámpago para que todo salte por los aires.

Es el momento en que todo vuelve a empezar en un ciclo eterno donde se suceden sin solución de continuidad la infancia y la madurez del río, Y, sobre todo, se constata la inmortalidad del agua ysu infinita capacidad de aportar argumentos al poeta para inspirarse solo con su visión.

Poema marino de madurez y resurrección. Por el agua no pasa el tiempo y por el mar, tampoco. Solo se suceden ciclos eternos con el protagonismo eterno de la vida y la muerte. Gracias a Dios, siempre triunfa la primera

Madurez

Lorenzo Correa

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