El futuro del humedal del Pantanal, depende de Lula, el fuego y el agua


 

La reciente celebración del Día Mundial de los Humedales nos anima a escribir una vez más sobre ellos. Y en este caso, sobre el mayor del mundo que nos es otro que El Pantanal brasileño.  

Como sabemos, los humedales son básicos para alcanzar la ansiada neutralidad climática. El proceso de medir, reducir y compensar las emisiones de gases de efecto invernadero. El PNUD, como otras organizaciones, las miden. Y procuran evitarlas o reducirlas. Así que cuando no pueden conseguir ni lo uno ni lo otro, compran créditos que financian proyectos de mitigación del cambio climático. 

Entre ellos están las infraestructuras verdes y, por supuesto, los humedales. Y es que ellos son uno de los principales consumidores de carbono, junto con los bosques y los océanos. Porque lo guardan en su seno y nos descargan de su presencia molesta en nuestras vidas. Es el banco ideal con el que “trabajan” todos los países que pretenden cumplir los objetivos del acuerdo climático de París para reducir las emisiones de CO2 

Fijémonos hoy en El Pantanal, el humedal tropical más grande del mundo. No en vano su superficie supera a la de Uruguay. Se reparte entre Brasil (78%), Bolivia (18%) y Paraguay (4%). Y se compone de un bello rompecabezas de pantanos y pastizales de 185000 km2 en los que el agua siempre ha sido protagonista. Ella fluye por arroyos y ríos, se embalsa en lagunas e inunda estacionalmente la sabana. 

Tradicionalmente, sus habitantes se han distribuido entre los humanos, recogidos en grandes haciendas ganaderas y los animales componentes de una gran variedad de fauna salvaje 

Las aguas necesarias para hacer posible esta convivencia caen en la estación húmeda, entre octubre y mayo. El resto del año es seco. Al llegar octubre, las lluvias incrementan el caudal del río Paraguay y de sus afluentes, arteria y venas del territorio, por las que fluye la sangre del agua. En un año normal, se inunda un 80% del territorio y el Paraguay llega a a aumentar su calado en casi 5m. Hasta mayo, la gran esponja en que se convierte El Pantanal absorbe todo lo que cae sobre ella. Y en la época seca, una mano invisible la va estrujando para que deje salir lentamente la sangre que da vida a todo lo que el humedal contiene. Que además de fauna y flora, se compone de unos cuatro millones de vacas. 

Pero también hay un felino que cada vez incrementa más su presencia en el Pantanal. Se trata del jaguar. Un animal salvaje cada vez más buscado por las cámaras fotográficas de los turistas. Estrellas rutilantes del incipiente ecoturismo que se perfila como segunda industria del humedal. Ellos consiguen que el turismo ya se deje aquí cada año casi $ 7 millones. Y por ello, muchos ganaderos prefieren contemplarlos sin intervenir, aunque de vez en cuando acaben con algunas de sus vacas. No hay mal que por bien no venga 

Sin embargo, en este idílico paisaje han irrumpido otras actividades lucrativas que ponen en peligro la supervivencia de tan vasto territorio. La agricultura industrial es una de ellas, Para implantarse, exige que el fuego libere de árboles y arbustos los terrenos a cultivar. Otras son las centrales hidroeléctricas que también ensanchan lo cauces y acaban con las riberas, impidiendo el normal discurrir de la ictiofauna. 

Si a todo ello añadimos las persistentes sequías y el aumento gradual de las temperaturas medias, comprobaremos que el futuro del pantanal se oscurece por momentos. Entre incendios controlados o no y cauces también controlados por presas y canales, los jaguares han ido reculando hasta lugares de difícil acceso para el turista armado de su cámara. 

Una tercera amenaza es la proyectada “hidrovía” que una los ríos Paraguay y Paraná. Se trata de construir un gran canal de transporte fluvial, excavando el lecho y los márgenes fluviales necesarios para poder enviar soja y otros productos básicos hacia Argentina. Y desde allí exportarlos a la gran consumidora mundial que es China. También serán necesarios dos grandes puertos fluviales en la región del Mato Grosso. 

Y ya tenemos aquí, como siempre sucede con lo que narramos en estas páginas, a la política. El Pantanal está considerado patrimonio nacional en la constitución brasileña. Pero el último ocupante de la Presidencia, Bolsonaro, parece que no fue muy respetuoso con esta catalogación. Y ahora Lula, que es el nuevo, se ha comprometido a intervenir. Para detener la degradación ambiental y detener la deforestación realizada en la época anterior. 

Analicemos la situación actual. Se contabilizan 3.000 haciendas en el Pantanal brasileño. Prácticamente todo el terreno es de titularidad privada. Sin embargo, hasta hoy se ha conseguido que perviva el 80% de la vegetación nativa. Ha sido factible la convivencia de los habitantes humanos con osos hormigueros gigantes, ciervos de los pantanos, tapires y otros animales poco conocidos que llevan allí casi cuatro siglos.  

Pantanal

Gracias al turismo, los jaguares han conseguido sobrevivir, desterrando las malas prácticas de la cultura vaquera consistentes en disparar y enterrar felinos para que no atacaran a sus vacas. Por eso esta zona es la segunda más poblada en el mundo por jaguares. Que conviven con más de 47,000 especies de animales y plantas que habitan este rico sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. 

Pero todo está empeorando debido a las causas antes citadas. En 2019, año de calores extremos, los incendios forestales del sur del Pantanal fueron imparables. En 2020, le tocó al norte. Se detectaron 22.099 incendios que incineraron casi un tercio del Pantanal, unos 40.000 km2 .Como si hubieran ardido los Países Bajos. Como es lógico, la mortandad animal fue enorme, cuantificándose en más de 17 millones. La consecuencia es que nuestros queridos jaguares perdieron más de 2700 km2 de hábitat. Y se marcharon a los cauces donde podían cazar carpinchos, caimanes y anacondas. Lo malo es que cada felino de esta raza necesita 90 km2 para criar y vivir. Y como cada vez dispone de menos superficie vivible, las peleas se están incrementando peligrosamente. 

Presa a presa, sentencia favorable a sentencia favorable, la deforestación aumenta. Es lo que allí se conoce como el proceso de termitización del Pantanal. En el caso de la agricultura industrial, se constata que ya ha devorado del Cerrado. El corazón de la cuenca alta del río Paraguay. Y lo que fueron pastizales ahora son mega plantaciones de soja, algodón, maíz, palma aceitera y otros cultivos de exportación. Pero las plantaciones consumen mucha agua. Por ello, desecan la sabana y anuncian la desertificación. Que se agrava a causa de las 47 presas hidroeléctricas existentes en la cuenca alta hasta llegar al Pantanal. Lo peor es que hay otras 138 propuestas, planificadas o en construcción. 

Respecto a la deforestación, va en aumento. Ya hemos escrito aquí sobre los ríos de nubes generados por la masa forestal amazónica. El que se forma en las cumbres andinas y fluye nuboso para v precipitar en Brasil. A causa de la falta de árboles en las Amazonía, llueve menos en el Cerrado y Pantanal. Y el río Paraguay lo nota. Tanto, que se estima en un tercio la disminución de las lluvias en su cuenca para 2100. Y este hecho acarreará un incremento terrible de incendios forestales.  

Cada cauce que se seca es un cortafuegos menos para detenerlos. Por desgracia, casi todos los incendios actuales se originan dentro de la franja de 10 km de distancia de los asentamientos humanos o las carreteras. Y muchos probablemente podrían ser consecuencia de la necesidad de expandir las haciendas. Además, en 2010 el gobierno brasileño prohibió los pequeños incendios preventivos controlados. Se acumuló masa forestal, llegó la sequía y fue el infierno para el bosque y los pastos. 

La realidad es que hoy hay menos árboles frutales, menos insectos y menos comida para peces y animales pequeños. Es un desequilibrio que comienza de abajo hacia arriba. El peor presagio para la supervivencia de los jaguares y otros animales salvajes que habitan el Cerrado, el Amazonas, el Chaco y otros biomas.

 

Pantanal

Para finalizar las amenazas, la ya citada hidrovía. En Mato Grosso ya se ha emitido una licencia preliminar para construir el gran puerto Barranco Vermelho en el río Alto Paraguay. Y otra para el puerto de Paratudal.  La hidrovía es clave para mantener e incrementar el negocio  agoindustrial de la zona. Porque activaría exportaciones de soja, fertilizantes y otros productos y reduciría los costos. Hay una gran oposición a su construcción y muchas dudas respecto a la validez de los informes ambientales emitidos al respecto 

Porque las actuaciones que ya cuentan con aprobación preliminar ignoran los impactos acumulativos. Pero la idea de la hidrovía no es de ahora. Hace más de un siglo que se viene madurando. De hecho, a finales de la década de 1980, los países de la cuenca del río Paraguay-Paraná (Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay) iniciaron el proceso creando el Comité Intergubernamental de la Hidrovía (CIH). Su objetivo: transportar a bajo costo minerales y productos agrícolas, principalmente soja, a la costa atlántica. 

Para sus detractores, alterar este gran río empeoraría los cambios climáticos locales, haciendo que la región sea más árida y con menos precipitaciones. La sabana se extenderá a expensas de una vegetación más exuberante. Los ciervos y otros herbívoros se volverían más escasos. Y aunque a los animales y la vegetación adaptados a condiciones secas les podría ir mejor, los cambios afectarían a toda la cadena alimentaria. 

Así están las cosas cuando Lula acaba de volver a sentarse en el sillón de presidente. Su objetivo es frenar y revertir la desregulación y el desmantelamiento de las agencias ambientales de la época Bolsonaro. Para garantizar que así será, Lula no solo envió representantes a la cumbre del COP27, sino que también asistió personalmente. 

En cualquier caso, la aprobación de la hidrovía es potestativa de la administración federal. Mientras que los puertos solo requieren aprobación estatal. La comunidad científica y la población local esperan que sus argumentos convenzan a Lula de reevaluarla y estudiar más a fondo sus impactos y medidas paliativas. 

Las leyes federales, avalan esta actitud. La designación del Pantanal como Reserva de la Biosfera de la UNESCO requiere que el uso sostenible se equilibre con la conservación de la biodiversidad. Brasil ratificó la Convención de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad Biológica en 1998, prometiendo proteger el 10% del Pantanal para el 2010, con los Objetivos de Aichi 2011-2020 abogando por el 17%. Pero actualmente solo el 5% se conserva en áreas protegidas, 

 Brasil es un país de contrastes entre lo federal y lo estatal. Por un lado, el estado de Mato Grosso aprobó un proyecto de ley que permitía la ganadería y el turismo dentro de las áreas protegidas del Pantanal. Por otro, su gobernador vetó una ley que prohibía las pequeñas centrales hidroeléctricas a lo largo del río Cuiabá, un importante afluente del río Paraguay. Pero hubo oposición, ya que muchas personas locales ahora valoran la biodiversidad debido a los dólares del turismo. 

Los desastrosos incendios de 2019-20 tuvieron algo de positivo. Y algunos ganaderos volvieron a la práctica centenaria de quemar la maleza a principios de la estación húmeda, cuando los incendios no se propagan fácilmente, lo que significa menos material inflamable en la estación seca. 

También se han formado más de 25 nuevos cuerpos de bomberos. Y se han instalado cámaras remotas para detectar incendios. Esta actuación es muy importante, porque en 2020, algunos incendios inicialmente no detectados ardieron durante dos meses.  

En definitiva: solo una planificación consensuada que abarque todo el ecosistema protegerá este humedal megadiverso de la destrucción a largo plazo. Por eso, entre fuegos y agua, todos piden a Lula una ley específica que proteja el Pantanal.    

Lorenzo Correa

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