El poeta, amante de la Naturaleza, tiene ojos de viento y pluma de lluvia. Asegura entender el lenguaje de los árboles cuando sus ramas son mecidas por el céfiro con ráfagas de inspiración. Cuando llama a los versos
Su pluma de lluvia se mueve agitada por una oleada de letras que le permiten flotar sobre las aguas que se desprenden de su mano. Las que generan las imparables corrientes que drenan la pluma fluida a veces del que escribe. Desaguando emociones y arremolinando versos en su poema .
Lo lee y no entiende qué ha sido capaz de hacer ni cómo lo ha hecho para verlo ahí , delante de sus ojos.
Se lo muestra a un amigo, que después de leerlo asegura que su levedad deja crucificada las ganas de seguir leyendo más versos
Delicuescente sentimiento. Sueño de juicio para cualquier poeta. Ráfagas de versos dictados por musas, ángeles y duendes.
Vertidos por el viento en su cuaderno mediante la pluma que le hace converso hasta de su mismo infierno.
Y todo se precipita en una lluvia que refresca el territorio de la cuenca con aguas limpias, serenas y generosas
Las de la poesía del agua.
Lorenzo Correa
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