30×30. Equidad oceánica y salud del agua marina


Una vez más nos ocupamos del mar. Al fin y al cabo en ningún otro lugar del globo vamos a encontrar tanta agua. Y hoy nuestro artículo va de equidad oceánica, recordamos a nuestro admirado Javier Krahe. Concretamente, la letra de su canción sobre el mar nos arrulla mientras escribimos:

Nos ocupamos del mar

y tenemos dividida la tarea

ella cuida de las olas

yo vigilo la marea

No se puede conseguir mayor equidad oceánica que esta, así que con casi ya toda argumentación equitativa regalada por Krahe, tratemos sobre la igualdad en el mar.

Cuando nos referimos a equidad oceánica, lo hacemos abordando este concepto igualitario referido al trato recibido por las personas que trabajan en, sobre y desde el agua en las industrias oceánicas. Y también a cómo se desarrollan e implementan las políticas que regulan el uso del océano.

Porque aunque acceder al mar es gratis y sus aguas son casi infinitas, el acceso a sus recursos oceánicos es limitado. Y no está equitativamente distribuido. La realidad es que muy pocos actores y corporaciones nacionales dominan la economía oceánica y se llevan muchos de sus beneficios. Sin ir más lejos, solo cinco naciones del primer mundo capturan el 86 % de toda la pesca en alta mar. Por orden de capturas son China, Taiwán, Japón, Corea del Sur y España. Mientras que 13 empresas pesqueras controlan entre el 11 y el 16 % de las capturas mundiales.

Sin embargo, como comprobamos que ocurre en Brasil la semana pasada, la mayoría de los costes de las actividades económicas basadas en el mar corren a cargo de las comunidades locales y marginadas. Esas que dependen de la pesca como su principal fuente de proteínas.

Con estos esbozos iniciales, podemos comprobar que la equidad y la justicia en el océano tienen una estructura piramidal. Y se desarrollan con grandes desproporciones mediante unos pocos actores que detentan un poder omnímodo.

Así las cosas, la ONU, que se ocupa de casi todo aquello que no abordan quienes no tienen tiempo para pensar, lleva mucho camino recorrido para definir la manera de deshacer este desequilibrio y construir una economía oceánica equitativa. Por eso a finales de 2017, la ONU proclamó el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible de 2021 a 2030 con el propósito de establecer un marco común capaz de garantizar que la ciencia apoye plenamente los esfuerzos de los países por alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Su objetivo es acelerar las soluciones innovadoras de las ciencias oceánicas. Porque la investigación actual está generada en países ricos y deja de lado acometer problemas de la equidad oceánica global. Para ayudar a avanzar en estos aspectos, el trabajo de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) es muy importante.

Ahora están negociando un tratado sobre la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad marina en alta mar. En ese enorme ámbito marino libre de jurisdicción nacional alguna, que ocupa el 64% del océano. Hay aspectos muy preocupantes que el trabajo de la UNCLOS está sacando a la luz. Por ejemplo, han comprobado que una empresa ha registrado el 47% de todos los recursos genéticos marinos conocidos. Lo que, por supuesto, no contribuye en absoluto a fomentar la equidad.

Una solución sería que se promueva la gestión inclusiva y participativa de las aguas nacionales. Y eso se consigue si los países desarrollan e implementan Planes Oceánicos Sostenibles. Solo con ellos podrán gestionar de forma sostenible toda la superficie oceánica bajo su jurisdicción.

Otra sería la de que se reconociese un océano saludable como un derecho humano. Y hacerlo basándose en la reciente resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que reconoce que un medio ambiente limpio, saludable y sostenible es un derecho humano. El que otorga valor legal al medio.

Todo esto nos lleva a elucidar sobre cómo se puede hacer más saludable el océano. Y para ello, nos es de gran ayuda observar lo que se ha estado debatiendo en estos días en la llamada COP15. La conferencia de la ONU sobre el Convenio sobre la Diversidad Biológica, que acaba de concluir en Montreal. Ahí se ha tratado sobre cómo se puede salvaguardar la biodiversidad mundial, incluida la vida marina, mediante la adopción de sólidos acuerdos internacionales. Por la equidad.

Es importante tener en cuenta que el océano no es solo un cofre inmenso donde podemos encontrar millones de especies. Es además el albergue aún desconocido de infinitas especies aún por descubrir. De este cofre comemos y comeremos. Sobre él se mueve la economía y también se realizan actividades recreativas muy lucrativas. Resumiendo, que de la biodiversidad marina contenida en él depende directamente para subsistir casi la mitad de la población mundial.

Sin embargo, más de un tercio de los mamíferos marinos, como la familia de los tiburones y de los corales están en peligro de extinción. Esto es tan sabido, que ya en el año 2002, las partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas se comprometieron a reducir significativamente la tasa de pérdida de biodiversidad para 2010. Pero dos décadas después no hay rastro de cumplimiento del compromiso.

Por fortuna, algunos insistieron. Y gracias a ello, hace 12 años, en el marco de las 20 Metas de Biodiversidad de Aichi, se acordó llevar a cabo un plan decenal. Su reto, proteger y conservar los sistemas naturales para 2020. Pero tampoco tuvo éxito. De esta manera, se van firmando acuerdos que no se cumplen. Y el resultado es una disminución tanto de la biodiversidad como de los beneficios que aporta a la humanidad. Resultado tangible: las poblaciones de vida silvestre se han reducido a menos de la mitad en el último medio siglo.

Con tanto en juego, muchos están pidiendo a los líderes mundiales que hagan más. Y que alcancen un «Acuerdo de París por la naturaleza» en la COP15. Conocido como el Marco de Biodiversidad Post-2020, un nuevo acuerdo internacional establecería objetivos comunes para todos. Y de obligado cumplimiento en 2030. También aprovechando la oportunidad, fijaría metas para el 2050. Todo ello con la loable intención de vivir en armonía con la naturaleza a mediados de este siglo.

Mientras que nos llegan las conclusiones del COP15, veamos lo que debería contener el cuadro que enmarque el citado Marco de la Biodiversidad. Porque, como ya hemos indicado más arriba, la salud de los océanos y los enormes beneficios que prestan a la humanidad dependen de que los países adopten objetivos sólidos para el uso sostenible en su seno. Y los plasmen en planes de gestión nacionales sólidos

La primera pincelada debe pretender que se proteja al menos el 30% del planeta. Aunque según se ha publicado recientemente el desiderátum de los expertos está claro. Conseguir que la mitad del planeta se mantenga debe mantenerse en estado natural, un primer paso sería alcanzar el 30%. Y conseguirlo en el año 2030. Es decir 30% de los océanos y las tierras del mundo protegidos en 2030. El objetivo 30×30

La idea y el eslogan surgió de la High Ambition Coalition for Nature and People. Se trata de un grupo intergubernamental de más de 100 países. Está copresidido por Costa Rica y Francia, y por el Reino Unido en el ámbito del océano. Todosdefienden un acuerdo mundial por la naturaleza y las personas con el objetivo principal del citado 30 x30

Pero la segunda pincelada del cuadro es aún más ambiciosa y busca, en el caso del océano, elevar este porcentaje. El argumento sería que la actual definición de área marina protegida no brinda suficiente protección. Tienen esta consideración el 17% de las aguas globales bajo jurisdicción nacional. Sin embargo, solo el 6,2% están realmente cerradas al expolio, o bien limitadas a prohibir actividades extractivas o destructivas.

Además, proteger solo un 30% no supone nada para el 70% restante. Porque en el océano abierto no hay fronteras ni pueden establecerse barreras físicas.

Equidad

Imaginen los vertidos agrícolas que llegan al mar, fluyendo libremente sin saber que penetran en una de estas áreas. O la sobreexplotación pesquera de la que escribimos recientemente. Es imprescindible llevar a a cabo una acción consensuada y universal. Que debe servir para reducir las amenazas que plantean el calentamiento de los océanos, la acidificación y el aumento del nivel del mar.

Solo así se conseguirá recorrer a una buena velocidad de crucero el camino que lleva hacia una gestión 100 % sostenible de los océanos. Por todo ello, después de que los países acuerden el objetivo 30×30, es vital que los estados marinos y costeros avancen más allá del marco para gestionar de manera sostenible el 100 % de las aguas bajo su jurisdicción.

La buena noticia es que algunos países ya están liderando este trabajo. Y lo hacen el seno del Panel de alto nivel para una economía oceánica sostenible. El ya conocido por nuestros lectores Ocean Panel. Se trata de una iniciativa mundial de 17 líderes. Se esfuerzan en garantizar la protección, la producción sostenible y la equidad en las industrias basadas en el océano. Este grupo ha encargado una investigación sobre varios aspectos de la economía oceánica. Y ha presentado en su agenda de acción cómo sería una gestión 100 % sostenible.

La agenda incluye garantizar que las personas se beneficien equitativamente del océano, reducir las emisiones acelerando la acción climática basada en el océano, invertir en proyectos que aceleren la energía renovable basada en el océano y más. Por fortuna, muchos de ellos ya lo han comenzado a hacer en sus aguas jurisdiccionales y algunos ya han implementado iniciativas oceánicas sostenibles

Como muestra, dos botones. El primero en México, es un proyecto de Integración de Criterios de la Conservación de la Biodiversidad en el Sector Turístico de México, con Énfasis en Ecosistemas Ricos en Biodiversidad”. Se le conoce como KUXATUR, cuyo vocablo proviene del maya y significa “turismo vivo”. Contará con una subvención de 7,24 millones de dólares, aportados por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF).

Permitirá integrar criterios de conservación y uso sostenible de la biodiversidad en la actividad turística, así como atender la reducción de los impactos adversos que el calentamiento global tiene y tendrá en las actividades del sector.

Sus principales áreas de trabajo serán zonas turísticas litorales de los estados de Quintana Roo, Baja California Sur y Oaxaca. Pero también se verán beneficiados los destinos turísticos del resto del país que sitúan a la biodiversidad como eje de su oferta turística biocultural.

El segundo proyecto de desarrolla en Mikoko Pamoja, Kenia. Se ocupa de restaurar y proteger bosques de manglares, a través de la venta de créditos de carbono. Po rfortuna hay más proyectos además de estos dos tan emblemáticos. Es el caso de la iniciativa Blue BOAT de Chile. Su objetivo, proteger a las ballenas mediante el desarrollo de un sistema de alerta temprana para embarcaciones en rutas de tráfico marítimo. Las boyas recopilan datos y miden la actividad de las ballenas para ayudar a garantizar que no se vean afectadas por las embarcaciones en el área

Dejemos a los que intervienen en la COP15 hacer su trabajo. A ver si son capaces de consensuar el Marco de Biodiversidad Post-2020 para frenar de una vez la pérdida de biodiversidad. Por ahora, contamos con que más del 80% de lo que prevé la agenda de acción del Ocean Panel coincide con los objetivos preliminares del Marco de Biodiversidad Post-2020.

Y esperemos muy pronto poder informar en estas páginas de los acuerdos firmados o apalabrados para proteger el océano. Imprescindibles para proteger la biodiversidad de nuestro planeta. Ojalá sean integrales, efectivos y equitativos. Redundará en beneficio de la economía oceánica sostenible de la equidad. En la que saldrán ganando las personas, la naturaleza y la economía.

Lorenzo Correa

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