Estremece, sorprende y defrauda ir a visitar saltos de agua y encontrarse con los que vemos en nuestras fotografías de hoy. La Península Ibérica ha padecido en la primavera, el verano y gran parte del otoño una sequía severa. Y los saltos, tan visitados por turistas y excursionistas, no han podido mostrar al agua que salta ejerciendo su función.
Ni una gota se deja caer en el vacío desde su magnífico trampolín. Así estaba el pasado fin de semana cuando nuestra fotógrafa ilusionada Mar Lloreda se acercó a Amurrio. Sólo quería disfrutar de la contemplación del salto vertical de agua más grande de la Península Ibérica. Ese que tiene 222 metros de altura.
Pero se encontró con que una de las cascadas más alta de Europa le mostraba su desnudez derivada de la sequía. Mar se quedó sin ver caudal alguno que diera saltos. Ni una gota siguió su camino hacia Basauri. Nada que aportar al Nervión para llegar en Bilbao a unirse con el mar que le da nombre a la fotógrafa.
Sorprendidos por lo que mostraba la foto, nosotros nos desplazamos a otro salto maravilloso. A Sierra Morena, situado a más de 600 km al sur del primero. Y en nuestra segunda foto, se ve el resultado. Tampoco había agua que utilizara el trampolín de 20 m de la Cimbarra para llegar al Guadalquivir. El río Guarrizas estaba seco, como el Nervión. Nada humedecía los rastros fósiles de organismos y las olas petrificadas . Las que peinaban las cuarcitas armoricanas hace 500 millones de años. Entonces el mar era el preludio acuático de las cascadas actuales.
No hubo suerte porque no había agua en los saltos. Así es la naturaleza y así van languideciendo las cuencas. Pero ya sabemos que esto pronto pasará y volveremos a ver la magia de las cascadas cuando el agua se vuelva a soltar el pelo.
Lorenzo Correa
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