El lado poético del espacio fluvial


Dicen los expertos que el espacio fluvial es «la casa del río». Su hogar, en el que no faltan muebles, cocina o baño. También nos cuentan que si ese hogar está ordenado, el río funciona correctamente. Aunque no sabemos si para todos los que de él usan. Es decir, para todos los visitantes de la «casa río».

Porque cada visitante a quien invitamos a nuestra casa, en este caso al espacio fluvial, tiene sus gustos, opiniones y pareceres. Y en este caso, el hogar no tiene solo un dueño, el río. Son algunos más los que detentan la propiedad fuera del dominio público hidráulico. Y éste, tampoco es del río, sino de todos. O sea, de nadie.

Poético espacio fluvial el que hoy visitamos para añadir a los anaqueles de nuestra casa de la poesía del agua. El que tantos desean preservar para dar cabida en él a esas visitas inesperadas que son las avenidas extraordinarias. O a las ordinarias, más que esperadas, siempre convidadas a venir.

Visitemos la casa, antes de componer el poema. El cauce con sus aguas circulantes continuas o discontinuas, sería el pasillo que comunica todas las estancias de la casa. Márgenes y riberas, paredes que conforman las habitaciones. Y ese lugar común de esparcimiento para los habitantes y las visitas. La llanura de inundación.

Este es el hogar del río, el espacio fluvial, compartido con otros propietarios precisamente en esa llanura tan deseada por todos. Vaya este poema por si alguien quiere colocarlo en la puerta como aviso para navegantes. Para establecer un diálogo entre el dueño de la casa y sus otros popietarios. Abriendo la mente con la poesía. Porque solo así podremos vivir tranquilos en su interior. Dialogando con el agua y nuestros reflejos.

Lorenzo Correa

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