Fiesta en el río


Alegra el alma y la vista contemplar desde las pasarelas, un río engalanado. La fiesta en la urbe que atraviesa pretende dar color a la cotidiana grisura ciudadana. Una de ellas, la de nuestra portada, es más que sesquicentenaria y muchos saben que salió de la fábrica parisina de Eiffel. La otra es más moderna y esbelta, pero hace siempre falta algo más para alegrarle el semblante al cauce.

Rojos hierros formando rombos permiten cruzar de un margen a otro. Un esbelto arco, hace lo propio algo más aguas abajo. Pero nadie mira normalmente hacia abajo. Los transeúntes, solo miran el cauce en el día de fiesta. Saben que los escasos caudales que discurren por el cauce casi siempre son prestados por el río padre al que desemboca. Y que cuando la cuenca suministra abundantes o prestadas aguas, lo mejor es no cruzar las pasarelas. Entonces el río no está de fiesta. Da miedo. Desventajas de la ausencia de regulación en cabecera. Menos mal, piensan muchos que éste es solo un afluente. Y que el gran río al que desemboca un poco más allá, sí que dispone de embalses.

Pero hoy sí que es fiesta y nadie se acuerda de los días de aguas turbias, turbulentas o prestadas. Día para la poesía que celebra la visita de la estética al tramo encauzado y flanqueado por verticales fachadas. Que hoy también se engalanan para la fiesta.

Los paseantes hoy sí que miran hacia el lecho. Hay motivos para ello. Y seguro que recordarán durante mucho tiempo a su río engalanado. Con flores de muchas tonalidades y con un reflejo diferente de las casas. Convenientemente maquilladas para la ocasión, como corresponde a un día primaveral que promete ser recordado con poesía

Esperando que la sequía no deje al cauce desnudo y tenga que pedir ayuda otra vez al río mayor.

Fiesta

Lorenzo Correa

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