Nace el río, fluye la vida.


 Desde Islandia y Panamá, nos llegan dos fotos de donde nace el río.

Todos nacemos en el lugar que el destino nos marca. Como el río. Y desde el primer momento, el agua nos nutre, nos da la vida. Lo mismo le ocurre al río. Cuando el agua primigenia que brota encuentra la luz, se inicia un viaje que no sabemos al donde nos llevará. El río, tampoco. Para llegar al final, deberemos  sortear innumerables obstáculos ni. Unos serán más sencillos de superar. Otros nos exigirán más tiempo. El río, con paciencia y ayuda de la naturaleza, los supera siempre inexorablemente. Épocas sin agua suceden a épocas de abundancia. Así es la vida. Las fuentes, a veces se secan pero siempre acaban resurgiendo.

Los comienzos son difíciles. En el nacimiento el río es frágil, no tiene fuerza, como el recién nacido. Cualquier roca puede hacerle cambiar su curso. Así adquiere experiencia en el viaje.

Cuando el río recién nacido mira hacia atrás, le ocurre lo mismo que a nosotros. Descubre que antes del nacimiento solo hay misterio. Nace el río, nacemos nosotros. Nadie sabe de dónde viene. Ni a dónde va. El misterio envuelve al río y a la vida desde el nacimiento hasta la muerte. El agua del bautismo  y el agua del manantial nos hacen fluir hacia lo desconocido. Y nos ayudan a sortear los obstáculos del camino

Contemplemos el nacimiento de dos ríos, el panameño y el islandés. Distintos y distantes. ¿Serán poderosos, llegarán pronto al mar? En el momento de nacer, nadie lo sabe. La vida hace esperar. Hasta los ríos poderosos nacen humildemente. Da igual dónde nace el río.

Donde hay agua, hay vida

Lorenzo Correa

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