Betancourt y la antifragilidad de las presas de embalse


En estos días se celebra la desgraciada efeméride de la rotura de la presa de Tous en 1982. Creemos que es un buen momento para reflexionar sobre la fragilidad de las presas de embalse. Frágil es lo que se rompe fácilmente. Lo que aborrece la volatilidad y por ello abomina de los agentes estresantes. Recordarán nuestros lectores asiduos que ya hemos escrito aquí no hace mucho de la fragilidad de las inundaciones basándonos en el magnífico libro de Taleb. Hoy, la efeméride citada, nos lleva a hacerlo de la de las presas, remontándonos al ingeniero Agustín de Betancourt.

Como indica Taleb en su libro, el daño, el caos, los sucesos, el desorden, las consecuencias imprevistas, la incertidumbre y, por encima de todo, el tiempo son generadores de fragilidad. En el caso de las presas, también. Porque cuando algo inanimado se somete a estrés, sufre fatiga o se rompe.

Pero los seres vivos, como Betancourt lo estuvo, estamos formados por componentes que interaccionan entre sí, intercambiando información por medio de estresores. Y por eso podemos llegar a ser antifrágiles y hacer que lo sean las cosas que gestionamos. Viajemos en el tiempo de Puentes a Tous y comprobemos si hemos aprendido algo. Para poder afirmar que las presas son más antifrágiles que hace dos siglos o 40 años.

180 años antes de la catástrofe de Tous, en 1802, el río Guadalentín rebasó la coronación y pudo con la Presa de Puentes (1785). La avenida provocó la inundación de Lorca y la muerte de 600 personas. Hasta entonces eran los arquitectos quienes proyectaban y construían las presas, como el resto de las obras públicas.

Pero se le encargó al ingeniero Betancourt redactar un informe sobre las causas de la catástrofe. Y en él demostró que la la cimentación de la presa se había realizado en un lugar inadecuado. Los motivos, el desconocimiento que desde la arquitectura se tenía de conceptos de geotecnia e hidráulica.

Betancourt generó con su informe una conmoción tremenda en la sociedad de la época. Lo que provocó de facto la separación de competencias entre arquitectura y obras públicas. Desde entonces, éstas últimas serían encomendadas a los ingenieros. Y ese mismo año se fundó la escuela de ingenieros de caminos y canales.

Puente de San Isacc en San Petersburgo de Agustín de Betancourt

La fragilidad de la presa de Puentes se hizo patente con ocasión de la avenida. Betancourt interaccionó con los estresores y logró que en adelante las nuevas presas fueran diseñadas con arreglo a criterios estrictos de seguridad por individuos formados al efecto. Y la antifragilidad ganó terreno en el mundo de la obra pública.

Hace 40 años, sucedió otra catástrofe y volvió a ponerse de manfiesto la fragilidad. Nuevo y durísimo aprendizaje. En este caso, Vicente Fullana es nombrado director de la CHJ tras la hecatombe. En este caso, ya es un ingeniero que, como Betancourt, analiza y decide qué es lo que hay que hacer para convertir la fragilidad en antifragilidad.

Y se encarga de formar un equipo para construir una nueva presa. Se asegura con ella que, en caso de rotura, la avenida producida solo inundaría Alzira y Sueca, sin las consecuencias y daños ocasionados en 1982. Y, lo que es también muy importante, consigue que la Confederación elabore una red de información hidrológica, pionera a nivel mundial, en su cuenca.

Lecciones de antifragilidad para una desgraciada efeméride. Esperanza de que la incertidumbre que siempre rodea a la obra pública, esté cada vez más controlada por esa antifragilidad tan necesaria para avanzar hacia el mejor futuro del agua posible.

Lorenzo Correa

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