El impacto del fracking en los acuíferos


Entre 2007 y 2016, la producción de gas natural en los EEUU se multiplicó por ocho, gracias al fracking. Sin embargo, la llegada de la pandemia hizo tambalearse a esta técnica extractiva. En cambio hoy, solo dos años después, el fracking ha pasado de ser una técnica extractiva de gas y petróleo poco apetecible de desarrollar, a ser el motor que hace ingresar dólares a EEUU sin parar. Ello es debido a la situación creada por la disminución de la venta de gas y petróleo rusos a Europa. A causa de la invasión de Ucrania.

Recordarán los lectores que con la crisis COVID-19, el precio del petróleo se hundió hasta caer por debajo de los 30 dólares . Y que esto ocurrió en abril y mayo de 2020. Entonces, aunque nos parezca hoy increíble, dejó de ser rentable extraerlo. Por este motivo, el fracking se tambaleó debido a que las petroleras perdían dinero con cada barril extraído en ciertas formaciones de esquisto.

Además, tampoco era rentable hacer nuevas perforaciones. Así, se pasó de bombear 13 millones de barriles por día a caer por debajo de los 10 millones durante algunas semanas. Ahora la situación es completamente diferente y el fracking ha vuelto con fuerza a protagonizar los procesos extractivos..

Aunque algunos optimistas creyeran que la sustitución de Biden por Trump significaría el principio del fin del fracking. Lo cierto es que no fue así. Porque el nuevo presidente se apresuró a declarar que solo apoyaría una nueva moratoria temporal del fracking en tierras públicas. Pero que nunca decretaría una prohibición permanente. Con la situación actual, sería un milagro que esta postura cambiara. Así que en la actualidad se augura un gran futuro para el fracking

Y hoy más que nunca, debemos recordar uno de los “problemas” derivados del fracking, con respecto al futuro del agua. El de la producción de aguas residuales durante el proceso. Y que solo en un año, el fracking en los EEUU. produce más 1.000 hm³ de aguas residuales.

Porque el fracking resquebraja formaciones geológicas de esquisto, lecho de carbón y arena compacta. Y en ellas inyecta agua mezclada con arena y, con frecuencia, productos químicos. Así se hacen más grandes las grietas para que gas y petróleo fluyan con más facilidad. Ya que al hender grandes volúmenes de rocas, no solo se potencia la infiltración de lo que se extrae del subsuelo. Sino que también se acelera la descomposición natural de los depósitos de radio y uranio. De nuevo, con la radioactividad, en este caso derivada a los acuíferos hemos vuelto a topar.

Sin embargo, desde el punto de vista cuantitativo, que también es protagonista del futuro del agua, el fracking le gana la partida a los métodos tradicionales de extracción de gas y petróleo. Porque éstas inyectan mucha más agua bajo tierra. O al menos eso es lo que asegura un estudio presentado por la Universidad de Arizona y por el Instituto Global para la Seguridad del Agua. Este último pertenece a la Universidad canadiense de Saskatchewan.

CARLOS TEIXIDOR CADENAS, CC BY-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0, via Wikimedia Commons

Como indicábamos más arriba, desde hace casi dos décadas, la fracturación hidráulica de alto volumen, inyecta agua, arena y productos químicos a alta presión en formaciones rocosas. Así se puede extraer de los esquistos un gas y un petróleo que antes era imposible de conseguir. Y que llevaban extrayéndose del subsuelo desde hace más de un siglo. Aunque se hizo mediante perforaciones más o menos profundas del terreno que también inyectaban agua subterránea. Así se provocaba el alumbramiento del oro negro y el gas.


Pues bien, estos sesudos y preparados investigadores se dedicaron a analizar los impactos ambientales de la producción de petróleo y gas. Pero incluyendo los de todas las actividades de sus respectivas producciones. Y no solo los antes mencionados que provoca el fracking.

Uno de sus hallazgos ha sido el de que el volumen de agua inyectada en la producción convencional de petróleo y gas es 10 veces mayor que la del fracking cuando la extracción es convencional.

Esta conclusión de se deriva de las variaciones de presión observadas en el acuífero.Y también de los consiguientes movimiento de las aguas almacenadas en él cuando se realiza la inyección. Porque aunque la contaminación provocada antes descrita sea un hecho, también al inyectar se aumenta el volumen embalsado.

Este matiz es muy importante en los dos países de Norteamérica. En ellos, los investigadores constatan que la dependencia en ellos de los acuíferos es bastante grande. Por ejemplo, en Canadá, alrededor del 30% de sus habitantes dependen de ella. Y en EEUU este porcentaje asciende a más del 45 %. De allá abajo se extrae el recurso necesario para cubrir casi la mitad de las necesidades de agua. Que engloban las municipales, domésticas, agrícolas e industriales.

En las regiones más desérticas de ambos países, el uso del agua superficial es por supuesto muy importante también. Y aquí se manifiesta la importancia de la tesis defendida en el estudio por McIntosh y Ferguson. Ellos afirman que es probable que ahora haya más agua en las formaciones que contienen petróleo que inicialmente cuando solo se extraía por los métodos tradicionales.

¿Qué sucede al utilizar el método convencional de extracción? Que se realiza la llamada recuperación mejorada de petróleo para impulsarlo hacia los pozos de extracción. Para ello, se inyecta agua en las formaciones rocosas que contienen petróleo. Pero el subproducto producido es agua salada que luego se reinyecta, junto más agua dulce adicional. Para extraer más petróleo y gas.


Lo que ocurre es que cuando el ciclo finaliza, el exceso de agua salada se elimina inyectándola en pozos de campos petrolíferos agotados. O en formaciones geológicas profundas que no contienen petróleo ni gas. Esa inyección de aguas saladas residuales ha hecho modificar el comportamiento del agua de los acuíferos profundos. Lo hizo aumentado la probabilidad de que ese agua salinice los acuíferos de agua dulce. Porque una buena parte del agua inyectada procede de ríos de acuíferos poco profundos. Y esta situación agravaría bastante la ya precaria situación de muchas captaciones de zonas ya exhaustas. Sobre todo en los estados de Nuevo México yTexas

Ante esta realidad demostrada en el estudio, hay que actuar. Y hacerlo controlando durante la próximas décadas y años el estado cualitativo de los recursos de agua potable. Este reto, que ya estaba asumido en el caso del fracking, deberá a hora ampliarse al resto de las captaciones tradicionales de gas y petróleo. Así se manifiesta en el artículo publicado por los autores del estudio. Su título «Petróleo convencional: la parte olvidada del nexo agua-energía». Se publicó el pasado mes de junio de 2019 en la revista Groundwater.

Toda la investigación fur financiada por el programa canadiense ce investigación Global Water Future del Centro Nacional de Investigación Hidrológica. La novedad del estudio es que analiza cómo todos los tipos de actividades de producción de petróleo y gas afectan a las captaciones y los usos del gua en Canadá y EE. UU, acudiendo a una enorme cantidad de fuentes de información existentes. Amplía así el espectro geográfico de los estudios preexistentes que solo abarcaban regiones concretas.

Resalta por su importancia la investigación llevada a cabo en la cuenca sedimentaria del oeste de Canadá. También en la cuenca del Pérmico que cabalga entre Nuevo México y Texas. Además es de interés la realizada en los estados de Oklahoma, California y Ohio. Finalmente, cuantifica el volumen total de agua producida por la fracturación hidráulica de alto volumen en los EE. UU.

Uno de los datos que más sorprenden es el de del volumen producido y reinyectado mediante la producción convencional de petróleo y gas en comparación con el que produce y reinyecta el fracking. Porque en casi todos los lugares estudiados, excepto en California, hay más agua ahora en el subsuelo que antes. Se ha producido una una ganancia neta de agua salada.

Desde el punto de vista de la regulación legal que debe cumplir la industria petrolera, hay muchas lagunas legales. Aunque ésta existe respecto a las aguas subterráneas, la realidad es que los datos extraídos del estado cualitativo del agua en los acuíferos son muy pocos O incluso nulos en algunos estados, mientras que en unos pocos pueden calificarse de excelentes.

Por ello, el estudio señala la necesidad urgente de recopilar estos datos donde no hay suficientes. Para poder crear una red homogénea de control.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que las actividades de producción de petróleo y gas pueden provocan efectos nocivos en acuíferos situados muy lejos de los lugares y regiones donde ahora la producción es constante y está viva. Ello es debido a los llamados pozos de eliminación.

Como ya indicamos, el agua inyectada que lleva petróleo y gas a la superficie es salada. Por esta razón, en superficie se desaliniza, resultando una salmuera que debe desecharse de manera segura en un pozo de eliminación.

La parte positiva es que desde 1930, año de inicio de su utilización, estos pozos contienen el agua para que no contamine. Porque hasta entonces el agua salada se eliminaba en gran medida en aguas superficiales Sin embargo, desde la década de 1950 se han ido haciendo cada vez más profundos, lo que ha obligado a la EPA a regularlos

Como en ellos se inyecta a alta presión, pueden producirse además de contaminación de acuíferos, pequeños terremotos. Sus hasta casi 100 km de distancia del pozo perforado.

Aunque es cierto que las actividades convencionales inyectan menores volúmenes de agua y a menor presión, también lo es que se realizan durante períodos de tiempo más prolongados, lo que puede causar contaminación a distancias mayores.
Por último, quedan por citar los miles de pozos activos, inactivos y abandonados en ambos países de América del Norte. Algunos tienen fugas o fueron desmantelados incorrectamente, lo que genera también nuevas vías de contaminación de acuíferos.
Si bien existen algunos esfuerzos para abordar este problema a través de organizaciones como la Asociación Orphan Well de Alberta, existe poco consenso en cuanto a la magnitud del problema. Nótese que el precio de desmantelamiento oscila entre unos pocos miles de millones y unos cientos de miles de millones de dólares. Y solo en Alberta, el Instituto Howe indica que hay 155.000 pozos aún por remediar. Por su parte, en Pensilvania ascienden a unos 300.000 los pozos abandonados, muchos de los cuales están «perdidos» porque no hay registros de su existencia ni evidencia superficial de que alguna vez hubo un pozo de petróleo allí


Mientras, el fracking sigue alumbrando petróleo y gas para contrarrestar las carencias del gas ruso en Europa. Pero en Norteamérica, tienen que destinar mucho del dinero ganado en esta coyuntura. Para así poder abordar la migración de salmuera e hidrocarburos de fugas. En aquellos de pozos de eliminación que ya tienen décadas de antigüedad.

Lorenzo Correa

Safe Creative #1608240244452

¡ Síguenos en las redes sociales !

twitter
fb

¿Te interesa la gestión del agua desde la perspectiva del coaching?

Ponte en contacto con nosotros para más información sobre la participación de Lorenzo Correa en charlas, conferencias, formaciones o debates a nivel internacional

Recibe un email semanal con nuestras publicaciones

Te das de baja cuando quieras.


Deja un comentario