¿Cuánta agua bebes? ¿Lleva todo lo que necesitas?


El futuro de nuestro cuerpo tiene mucho que ver con el agua que ingerimos. El bienestar humano está muy mal repartido en nuestro pequeño mundo. Entre otros motivos, porque vivir en lugares con acceso garantizado a un agua de calidad no está al alcance de la mayoría. Y el agua que bebemos, es algo vital para disfrutar de una vida sana y plena.

Para la mayor parte de los habitantes de nuestra tierra, beber suficiente agua cada día, tiene más que ver con la supervivencia que con el bienestar. Si se acuestan habiendo conseguido el agua necesaria para saciar su sed, y además su calidad no les genera enfermedades, duermen tranquilos. Y sueñan con que el día siguiente ocurra lo mismo.

Pero para los que residen en lugares privilegiados y disponen de todas las comodidades de una sociedad avanzada, el problema es otro. Porque para ellos, beber suficiente agua cada día es un asunto que tiene que ver con el mantenimiento del cuerpo en buenas condiciones. No se trata tanto de agua para sobrevivir como de agua para mantenerse en un óptimo estado de forma y salud. De cómo debe ser el agua que bebe el que se cuida y de saber cómo debe ser la que bebe el atleta, que es el que más debería cuidarse. Por eso, en el agua que bebemos está nuestro futuro

Aunque a la mayoría de nuestros vecinos de la Tierra les va a importar muy poco lo que hoy escribamos, lo haremos. Y trataremos sobre la cantidad de agua ideal para mantenernos en forma y con un porte saludable. Además de sobre los minerales que debe tener el agua que bebemos.

La respuesta a la cantidad de agua diaria necesaria para el organismo no se resuelve con una sola cifra. Dependerá de las necesidades de hidratación de cada persona. Y ahí entran en juego diversas variables.

Ante todo, debemos aclarar el para qué del agua que bebemos. Nuestro cuerpo necesita dos tipos de combustibles. Uno sólido y el otro líquido. Ambos nos aportan nutrientes indispensables. Pero el agua, además, hace otras funciones imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestro motor y sus conducciones.

Sin ella, la sedimentación sería letal para nuestro organismo. Gracias a ella, los sólidos disueltos se mantienen en suspensión y por ello son susceptibles de ser llevados hacia la depuradora del riñón. Además, separa y expulsa lo tóxico de nuestro cuerpo.

Para que la red de transporte se encuentre siempre lubricada y sus conducciones limpias, hay que beber. Y aquí ya llegamos a las cifras. Esas que, en muchos casos, fomentan el debate. Podríamos comenzar fijando como volumen medio a ingerir el de 2,5 l/día. Aunque no es lo mismo si se es joven o viejo.

Afinando más, la mejor elección es beber, como mínimo, 30 ml/kg de peso corporal. Cantidad ideal para personas entre 30 y 60 años. porque la edad, también influye, y mucho, en el consumo recomendado.  Además, este volumen , variará en función del clima en el que vivamos y de la actividad física que realicemos cotidianamente.

Es importante también realizar una distribución de la ingesta equilibrada en el tiempo. Porque no es una buena práctica beber solo cuando se tiene sed o cuando se ha hecho un ejercicio desmedido. Porque la máquina corporal expulsa la misma cantidad cada día. Y lo hace a través de cuatro vías de escape: intestinos, riñones, pulmones y piel.

Lo que hay que dejar muy claro es que no se debería beber menos de litro y medio al día. Ese es el límite inferior que jamás debe traspasarse. Sin embargo hay muchas estadísticas que demuestran que solo la cuarta parte de los que bebemos supera este límite regularmente.

Entonces ¿qué les pasa a la mayoría? Que pierden peso corporal por ausencia de agua. Y que, según lo que pierdan, es decir, lo que dejen de beber, su deterioro corporal será más grave.

Cuando una persona de 80 kg de peso pierde un 1% de su peso en agua, es decir, 800 g, o 0,8 l solo sentirá algo de sed. Si es aún más abstemia, con un 2% de reducción de líquido ingerido, ya comienzan a fallar las ideas y el cansancio físico se intensifica. A partir del 4%, la piel se seca, la boca también. Y la mucosa. Se orina menos. Superado el 5% baja la tensión y el pulso se acelera. Más allá del 10%, se pierde la cabeza y los músculos se acalambran.

El final, está en un 15%, o sea, 12,5 kg Entonces, el organismo fracasa y llega la muerte. Entre la sed incipiente y la muerte, solo hay 12 kg  o litros de diferencia

Por otra parte, es bien sabido que cuantos más años tenemos, menos agua nos queda en el cuerpo. Pasamos del 80% al nacer, al 60% en plena juventud y al 50% cuando nos acercamos a los 80. La vida son unos años respirando y en su decurso, un 30% de pérdida de agua en el cuerpo.

Pero, ¿dónde está el agua que ingerimos y no eliminamos? A nuestros órganos y tejidos, por supuesto. Por eso debemos darles los menores disgustos posibles bebiendo lo que tenemos que beber. Es el paso inexorable de la humedad a la sequía.

Agua hay en los dientes y en el pelo (2% en cada uno). En el esqueleto y los tejidos grasos, un 30%. Pero los órganos más acuosos son la corteza cerebral, la sangre y la linfa. Contienen un 80% de agua. Y el primer puesto es para el ojo. Porque es casi todo  H2O

¿Cómo viaja el agua por nuestro cuerpo? ¿Dónde reside?

Si bebemos dos litros y medio al día, uno y medio se dedica a recorrer nuestras canalizaciones. Del resto, algo menos de medio litro disuelve nutrientes y 0,7 litros actúan con los alimentos. De todo este volumen, medio litro se va del cuerpo por la piel mediante el sudor. Los pulmones se encargan de eliminar 0,4 l y algo más de un litro se excreta respectivamente por los intestinos y el riñón.

Para que este ciclo funcione constantemente, hay que beber. Ya sabemos la cantidad en función de las diversas variables climáticas, de edad y de ejercicio físico

Fijada la cantidad, no es menos importante tratar sobre la calidad. ¿Qué debería tener el agua que bebemos?

Fijémonos en el desiderátum humano de persona con salud. El atleta.  Al tener mayor actividad física, como acabamos de ver, necesita beber mucha agua. Porque para que ella llegue a los músculos con normalidad, solo se puede perder un 2% del peso corporal. Y los atletas sudan profusamente cuando trabajan. Imaginen a un triatleta en plena actividad. Pasada una hora de ejercicio habrá sudado 4 litros.

Ante esta sudoración, tomar carbohidratos es fundamental para reponer reservas energéticas. Pero también hay que ingerir minerales, porque ellos son los primeros en abandonar el cuerpo con el sudor. Sal, potasio, magnesio y calcio, son necesarios. Cuanto más se sude, mucho más por supuesto.

Por ello, la cantidad de minerales a reponer varía en función de la constitución física, el género, la climatología y el tipo de ejercicio que hagamos. Los amigos de Mitte indican que la horquilla está entre 413 y 1091 mg/l para el sodio; de 533 a 1495 mg/l para las sales; de 121 a 225 mg/l en el caso del potasio; para el calcio, de 13 a 67 mg/litro y para el magnesio, de 4 a 34 mg/l.

En resumen. Como es lógico, de todo lo expuesto se deduce que necesitamos más nutrientes cuanto más sudamos. Y que son cinco los minerales que debemos tener presentes en el agua que bebemos. La cantidad de cada uno de ellos dependerá básicamente de nuestros hábitos de vida, edad y clima del entorno

Y los cinco magníficos son:

Calcio: Para evitar osteoporosis y, en las mujeres problemas con la menstruación en caso de ejercicio muy intenso. Los deportistas habituales deberían ingerir en sus aguas de 45 a 225 mg/l

Sales minerales: equilibran el balance líquido dentro y fuera de las células. Mantienen la tensión en la red arterial. Para deportistas, aguas con entre 500y 1500 mg/l

Magnesio: Actúa en los huesos y estimula la generación de glóbulos rojos.  De 500 a 800 mg es necesario para evitar osteoporosis. Más no es recomendable, pues produce diarrea. En la bebida del deportista, entre 10 y 100 mg/l.

Potasio: El gran regulador. Además, nos protege de contracturas. Pero se va rápido vía sudor y orina. Hay que tomarlo con cuidado porque una ingesta rápida con más de la cuenta puede generar ataques al corazón. Para beber, 120 y 225 mg/l en el agua.

Sodio: Es el que evita que las células se sequen. El hidratante por excelencia. Bebiendo, su presencia debe oscilar entre 400 y 1100 mg/l

Y para comenzar a hacer ejercicio con tranquilidad, a un agua con estos minerales, podemos añadir también otras bebidas con carbohidratos. Podría ser cualquier agua mineral con un 30% de zumo de frutas. La manzana sería una de las más apropiadas, sobre todo en ambientes muy cálidos.

Para finalizar, hay que saber que, si el ejercicio que hacemos nos produce mucha sudoración, tomar suplementos vitaminados no es necesario, porque sudando, pocas se pierden.

Aunque, como no solo agua del grifo bebemos, sí que hay que tener en cuenta la necesidad de beber, si somos deportistas, líquidos hipotónicos como el agua mineral o isotónicos como algunas  cervezas sin alcohol. Y dejar para cuando no estamos en plena actividad deportiva las hipertónicas como zumos recién exprimidos, cola y bebidas energéticas. Porque son vampiros del agua que nutre nuestra sangre.

La hidratación es muy importante. Y debemos cuidarla durante toda la vida. Para ello, es importante saber cuánta agua debemos beber y qué minerales necesitamos, en función de nuestras características personales, aficiones y necesidades vitales

Todo lo escrito se dirige fundamentalmente a quienes tengan la suerte de vivir en una sociedad que les permita disponer de grifos. Y que además esos grifos manan agua siempre cuando se abre. Potable, por supuesto. Para todos, la hidratación es fundamental para tener un futuro saludable.

Aunque, por desgracia, para una gran mayoría la prioridad siga siendo disponer del grifo, de la cantidad y de la calidad. Otro reto más asumir en la carrera del futuro del agua. Beber suficiente agua y con los minerales adecuados para cada uno.

Lorenzo Correa

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