En verano, el jugo del río está en el lago


Hastiados de pasar tanto calor y de ver cauces secos por doquier, nos hemos ido este jueves a un lago.

Allí al menos el lecho está cubierto por esa agua que tanto echamos de menos. La que nos cae con mesura y amabilidad. Ni poca ni mucha. Con esa paz y tranquilidad que tiene en el remanso y que se nos representa en el lago.

Ahora que casi todos nuestros humanos ríos son como hojas secas metidas en un libro, el lago brilla azul con sus aguas quietas aguantando el tirón de la sequía. Aquí se guarda el jugo, la savia de esas mariposas muertas que hoy son los cauces.

Y en el lago recuperamos nuestro buen humor, malogrado en los últimos paseos fluviales, entre buzones y riberas agonizantes. El humor de la humedad, del agua justa, del cielo reflejado en el espejo acuático en el que se muestran nubes ya olvidadas en este seco período.

Así que nos disponemos a sacarle el jugo al lago, que nos atrae como el jardín en la primavera. Verde  y azul.  Arbolado y acogedor en su elegancia pirenaica. Paraje de agua en un verano que ya comienza a cambiar.

Para pasar de la nada al todo. De la ausencia de agua a su  discurrir torrencial por cauces que tienen la mala fortuna de que una gran superficie de sus cuencas estén impermeabilizadas por el progreso.

Ya tendremos oprtunidad de visitarlos, que la gota fría, como la sequía, no perdona. Mientras llega el momento, disfrutemos del azul puro del cielo en la aguas de nuestro lago.

 

Lorenzo Correa

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