Dicen del Cinca que es el río aragonés por excelencia. Los cuatro tramos de su curso cruzan la cuenca de norte a sur por zonas tan recias como bellísimas. El primero es el Sobrarbe, aporta afluentes por la derecha y uno por la zquierda. Es nuestro Cinqueta de hoy.
La segunda es la Ribagorza, con sus dos cuencas cinqueras, Ésera e Isábena. Aguas abajo aportan los derrames prepirenaicos. Y, por fin y los cauces del Bajo Cinca, hasta entregar todas la aguas recogidas en el Segre.
El primer río que besa al Cinca por la izquierda es el Cinqueta. Su primer afluente con nombre de hijo todavía pequeño, pero siempre primogénito. Aquí lo tenemos en su versión veraniega y exhausta. Exhibiendo todo el material sólido que avenidas pasadas dejaron en su cauce hoy tan seco.
Cabecera del Cinqueta, como la de su respetado Cinca, querenciosa de la trucha. Las divisorias que rondan los 3000 metros de altura vigilan el discurrir de las aguas desde el Marboré y el Monte Perdido, entre bosques de coníferas y hayedos.
Y, dando su nota amena y verde, prados y pastizales que alegran el paisaje e invitan a la contempalción y el relax.
Observamos desde aquí las crestas de Machimala e imaginamos que las barranqueras que alumbran al cauce aún pueden transportar agua de los sedientos veneros. Tres glaciares, veintiocho ibones y dos lagunas, esperan ahí arriba la llegada del agua y de la nieve.
Dejamos al Cinqueta notándolo algo preocupado por las catastróficas noticias del cambio climático. Pero tranquilo en el fondo porque seguro que él las ha visto peores. Y de todas ha salido, como también saldrá ahora
Lorenzo Correa
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