Añoranza del agua en un tórrido final de primavera


Ayer llegó el verano , precedido este año de una ola de calor insoportable. Lo recibimos invadidos de una agobiante sensación de añoranza del agua. Recordamos con pena su ausencia. Lamentamos la privación de su presencia entre muchos de sus usuarios. Y nos preocupa la pérdida de una sola de sus tan queridas gotas. Nostalgia o añoranza del agua, es lo mismo.

Vemos los embalses vacíos y nos vuelve a invadir la añoranza de las primaveras verdes. De los parajes de agua, ahora que los campos se vuelven tan amarillos como las letras de nuestro poema de este miércoles post ola de calor en España.

Ni siquiera el cielo goza de un azul puro. Está velado por la calima y también amarillea. Añoranza también del cielo con nubes, de los chopos palmoteando incasables con sus nuevas hojas en el agua que ahora los ignora.

Las nubes blancuzcas se desvanecen, vencidas por el calor de un sol de justicia. La escasa agua circulante o remansada en el embalse no tiene los rizos de las épocas de abundancia. Triste, desde la orilla, el poeta rumia su añoranza de verdores. Y en su mente, se van encadenando versos de un poema. El que  dedica al calor que nos envía ese sol que todo lo seca.

Este que hoy les mostramos y guardamos en nuestra biblioteca poética del futuro del agua. Mientras,  esperamos que amaine el sofoco. Y que la tormenta nos quite, aunque solo sea por unas horas, la añoranza del agua.

Afortunadamente, el agua vendrá, porque sabe que el cauce la está esperando. Y esperamos estar ahí para contarlo

Lorenzo Correa

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