Se dice que estar en las nubes es permanecer inmersos en nuestros pensamientos. Sin atender a lo inmediato, a lo que sucede a nuestro alrededor . Para los más jóvenes, las nubes son también sinónimo de la memoria virtual de Internet.. Aunque en  este caso el plural se singulariza y se refieren solo a la nube. En ella hay de todo, menos agua, que los ordenadores no se llevan muy bien con el fluido que nos emociona y ocupa en nuestros miércoles de poesía.

Cuando en las nubes estamos, soñamos, inmersos en la niebla de algodón que flota en la mente. Entre nata blanquecina e insípida, porque en el sueño no la podemos probar.

Opacidad melancólica en este poema entre nubes que vienen  y van, se forman y se deshacen. Que absorben y desprenden el agua que necesitamos y soñamos. A veces nos la quitan, aunque otras nos la regalen. En ellas empieza todo, lo bueno y lo malo.

Desaparecen las nubes cuando el sol se impone en el horizonte. A veces jironan el cielo azul impulsadas por el viento en una marcha lenta o rauda. Están a su merced. Soñamos tranquilos en su seno, aunque siempre con el convencimiento de que más tarde  o más temprano, dejarán de acogernos.

Morirá, como todo, como nosotros también. Como nuestras esperanzas y anhelos. Pero ese sol que desvanece y mata nubes, también se encarga de obligar al agua a que se levante y abandone su quietud para formar nuevas nubes que harán revivir la tierra y el alma. Y siempre tendremos alguna cerca para seguir soñando

Lorenzo Correa

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