Los calores primaverales obligan al paseante en ríos humanos a descansar de las fatigas de la caminata. Para ello, nos sentamos a pensar y descansar en un una loma amena nada más salir del lujurioso bosque exuberante verdura. El panorama que se abre ante nosotros es también verde.Y exuberante

La concaveadora forma del meandro que divisamos desde las alturas penetra en las sombras de la vegetación de ribera. Y en ella se pierde a nuestros ojos. El río, imán de horizontes serpentea alejado de esas tierras de labor que tanto necesitan de sus caudales. ¡Vamos a verlo desde dentro!, exclamamos animados por la exuberante arboleda y el descanso de nuestra ya desvencijada osamenta.

Bajamos al cauce pensando por el camino en cómo será este nuevo río que se nos aparece desde arriba. Lo vemos, exuberante también, como les mostramos en la foto. Invadido de vegetación leñosa que construye un túnel sobre el escueto lecho. Y que  deja caer las hojas muertas en el agua espejeante.

Algunos árboles, seguramente los más osados, se han lanzado sobre sus hermanos de la otra margen con la intención de fundirse en una brazo. Y nos muestran ese aspa, que podría ser cruz de San Andrés. Otros troncos menos audaces tampoco se resisten al efecto imantador del agua. Y  se tienden hacia los del otro margen perdiendo la verticalidad que se le supone al árbol educado.

Visión exuberante de árboles que quieren unirse sobre un cauce primaveral en el que ya el crepúsculo va obligando a al luz a recogerse. Dejamos al bosque de ribera disfrutando de su libertad, mientras que sus inquilinos van tejiendo aspas y abandonando hojas

 

 

Lorenzo Correa

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