La moda de la «bio» llega a Vale Encantado con un biosistema de tratamiento de aguas residuales.


La  “Floresta de Tijuca” es uno de los bosques urbanos más grandes de nuestro planeta. Cuelga sobre la megápolis de Río de Janeiro. Y  sus vistas sobre la ciudad y las playas que la hacen mundialmente famosa, son espectaculares. Ahora dispone de un biosistema.

Nuestros lectores ya conocen el interés que mostramos sobre el futuro de la gestión del agua en Río. Y sobre las favelas, que es donde más dificultades presenta la vida cotidian. Y por ello la citada gestión. En el caso de la Floresta de Tijuca, tan privilegiado escenario está rodeado de nada menos que 46 favelas.

Imaginen el contraste tan acusado que se produce entre la contemplación del bosque y el aspecto infraurbano de la favela. A mediados del siglo XVIII, comenzó a ocuparse y a crecer el espacio que ahora ocupan los residentes de la comunidad de Vale Encantado. Ella es nuestra protagonista de hoy.

Todo comenzó, como es natural, con la explotación forestal. Continuó con la agricultura y la ganadería y el cultivo de flores y plantas. Para acabar incluyendo también la explotación de canteras de granito negro. Cada vez más personas viviendo en lo que antes era bosque, con toda la precariedad posible, trajeron como consecuencia severos impactos sobre el bosque atlántico primigenio.

Para contrarrestarlos, en 1961 se creó el Parque Nacional de Tijuca, iniciándose las labores de reforestación. Por suerte, Vale Encantado es un ejemplo  y buen aviso para navegantes en muchos aspectos. Tanto sociales como ambientales. Entre los primeros, sus innovaciones en el ámbito del turismo sostenible y en el programa de cocina social. En los segundos, por sus esfuerzos en la conservación del medio. Tan bien lo hacen que se les conoce como los «guardianes de la selva».

Pero también son pioneros y referencia en la gestión sostenible del agua como ahora comprobaremos. Entre los proyectos sostenibles elegidos para conmemorar el trigésimo aniversario de la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, se ha elegido uno de esta favela.

Se trata de un biosistema de tratamiento integral de las aguas residuales de toda la comunidad. Una solución basada en la naturaleza (NBS). Sus ventajas, son evidentes. No solo mantiene el bosque sano y libre de vertidos de aguas residuales, sino que también evita enfermedades de los residentes derivadas de una mala o inexistente depuración de sus aguas fecales.

Orgullosos de sus antepasados, que poblaron estas tierras para cultivar café y herederos de los que posteriormente las reforestaron para crear la actual maravilla del Bosque de Tijuca, supieron sobrevivir en su aislamiento. Ya no podían extraer más recursos naturales para garantizar la protección del entorno restaurado, pero aun así hoy viven allí 100 personas pertenecientes a 40 familias. Y que ocupan 27 viviendas.

Sus residentes llevan 30 años residiendo en un entorno mágico y muy visitado. Pero sin poder vivir de la extracción de recursos naturales. Se acabó la minería, como antes había sucumbido al progreso la explotación de campos de café o la floricultura.

A la fuerza obligan, así que comenzaron a trabajar en otras cosas. El ecoturismo y la difusión en casas de comidas de sus hábitos culinarios vegetarianos, comenzaron a dar sus frutos, generando empleo y riqueza.

El bosque cercano podía nutrir las cocinas de los restaurantes con comida sana. Y los comensales satisfechos podían descansar tras su visita en las casas rurales abiertas al efecto.

El siguiente paso fue la potenciación del uso de tecnologías verdes para lograr el desarrollo de la comunidad y luchar contra las amenazas de desahucio. Placas solares para disponer de aguas calientes poblaron las superficies tocadas por el sol. Un biodigestor en el restaurantes dio una segunda vida a sus desechos de comida. Con la basura generaban gas para seguir cocinando.

Los biodigestores aprovechan naturalmente residuos orgánicos, procedentes de actividades agropecuarias. Uno de los más empleados es el estiércol. Y con ellos se produce biogás (combustible) y biol (fertilizante natural), mediante procesos de digestión anaerobia.

El biogás se emplea como sustituto del gas o la electricidad en las  cocinas. También se usa para calefacción o iluminación. Y el biol fertilizante, se usa para que en pequeñas explotaciones agrícolas familiares pueda disponerse de unas herramienta ideal para  mejorar el rendimiento de las cosechas.

Los de bajo costo, usados en el ejemplo que hoy divulgamos, no necesitan sistemas activos de calefacción y/o mecanismos móviles de mezcla. Por ello, exigen mínimas inversiones. Además de un mínimo mantenimiento Así en los hogares modestos puede generarse energía renovable y barata. Y ni siquiera se desprende humo al cocinar. También evita el esfuerzo y el tiempo dedicado a  recoger leña para combustible. Con el depósito de estiércol y agua del biodigestor es suficiente.

Como indicamos más arriba, a mediados de 2014 construyeron un biodigestor para tratar los restos de comida del restaurante de la cooperativa y de las familias de la misma comunidad.

Pero todas estas loables aportaciones, que necesitaron de un gran esfuerzo comunal para funcionar con normalidad, no pudieron evitar lo peor. Que los residuos producidos por los habitantes y visitantes produjeran unos efectos nocivos tanto parta el bosque como para la higiene pública. Carecían de instalaciones y redes de tratamiento de aguas residuales.

En estos casos, los primeros en salir huyendo son los turistas. Y sin ellos, no hay forma legal de ganarse la vida. A pesar de contar con maravillosas cascadas de aguas perennes, la calidad del agua hacía imposible el baño. Y ello desesperaba a los guías turísticos locales.

Y el milagro se produjo cuando se decidió establecer un biosistema de tratamiento de aguas residuales. Debía ser accesible, descentralizado y sostenible. Comenzó a ser desarrollado en 2015 a través de una colaboración entre la asociación de vecinos y los expertos de la Universidad Católica de Río.

Su propuesta de solución ganó el concurso convocado por Fundación Estatal de Apoyo a la Investigación. Se trataba de proyectar construir e instalar un biosistema que integrase al biodigestor  existente., Que fuera capaz de realizar el tratamiento de las aguas residuales de los residentes de Vale Encantado. En su primera fase se comprobaría el funcionamiento de la instalación conectada únicamente a cinco viviendas .

Pasado lo peor de la pandemia, hace un año se produjo el milagro que consolidó la idea inicial. Nos referimos, como supondrán los lectores a que hubo una inyección de capital fundamental para finalizar con éxito los trabajos del biosistema iniciados.

Y los benefactores fueron la ya mencionada en estas páginas Red de Favelas Sostenibles, a través de su empresa gestora Comunidades Catalíticas (CatComm). Y del Instituto Medio Ambiente en Movimiento. Quien actuó directamente fue la ONG alemana Viva Con Agua. Y entre todos, el dinero llegó  y se pudo acabar la instalación para toda la favela. Los residentes ya podían disfrutar de todas sus casas conectadas a una red de saneamiento. Además de tener sus aguas perfectamente depuradas sin afectar al medio circundante. Todo un biosistema.

Por último, contaron con la ayuda técnica imprescindible de Taboa Engenharia para conseguir poder celebrar por todo la alto la inauguración del sistema de saneamiento para las 27 viviendas. El acto tendrá lugar el próximo día 4 de junio

Entre los componentes del equipo constructivo se contó son residentes de la favela. Ellos recibieron su correspondiente capacitación en instalaciones hidrosanitarias por parte de ingenieros de Taboa Engenharia.

El año 2021 comenzó en la favela con la instalación de las canalizaciones de la red de saneamiento. Por ella se conectaron las 27 casas con el biosistema. Se continuó con la reparación y ampliación del  existente, para finalizar con la construcción de la planta de postratamiento, fundamental en la fase posterior a la biodigestión.

La canalización y el tratamiento de aguas residuales elimina por completo el terrible impacto que hasta ahora producían los vertidos domésticos directamente al arroyo que atraviesa la favela. Se acabaron los malos olores, la proliferación de ratas y cucarachas. Y, por supuesto la contaminación de todas las masas de agua de la zona receptoras de estos vertidos.

Ya comenzaron a venir los primeros visitantes, curiosos por contemplar el avance de las obras. Son el preludio de los turistas que vendrán a partir de junio, que irán dejando importantes beneficios a los residentes.

El 3 de enero pasado se instaló un sistema solar compuesto por seis módulos en la azotea de la Cooperativa. Se creó en 2007 por residentes con el objetivo de generar ingresos para la comunidad a través de recorridos turísticos y el restaurante. Por desgracia, la pandemia lo paró todo. Mientras duraba el confinamiento, se dedicaron a solucionar el problema del elevado coste de la energía eléctrica. también a enjugar las deudas acumuladas por la necesidad de conservar los platos agroecológicos.

Los cocinaba y ponía a la venta la comunidad. Hubo que almacenarlos en congeladores durante la pandemia. Por suerte, la instalación de los paneles solares fue una forma de solucionar estos problemas y garantizar el futuro de la cooperativa.

Los vecinos fueron también capacitados para instalar los paneles. Así se consiguió bajar la factura eléctrica hasta en un 95% sin emitir contaminantes

Sirva este pequeño ejemplo para comprender que es posible realizar una buena gestión del agua utilizando soluciones basadas en la naturaleza a pequeña escala. Afortunadamente, en el universo favelero cada vez hay más proyectos de este tipo que consiguen materializarse. Gracias a ellos, las comunidades avanzan hacia el desarrollo sostenible. Y eluden el riesgo de desahucio.

Porque las familias que han estado residiendo allí durante más de un siglo están acusadas de invadir la zona ilegalmente y causar daños ambientales. Ahora ya pueden defenderse diciendo que actúan para conservar el bosque. Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero.

Lorenzo Correa

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