11.000 millones de dólares en financiación climática. ¿Cómo pretende Biden cumplir su promesa?


Una de las incertidumbres más angustiosas en el camino del futuro del agua es la que provocan los efectos adversos del calentamiento global. Si se incrementarán los períodos de sequía y  las inundaciones es algo que muchos afirman. Por ello preocupa a los políticos y a sus gestores del agua. Pero la herramienta principal para luchar en esta guerra es el dinero. Voluntad política, solidaridad internacional y dinero para realizar inversiones en infraestructuras verdes y/o grises son las acciones que proporcionan esperanza a la humanidad en estos tiempos de crisis climática.

Así las cosas, la financiación internacional necesaria para dotar de presupuestos a la lucha contra la adversidad del clima es la clave para avanzar en su mitigación y adaptación. Todo empezó cuando el Acuerdo de París apostó por equilibrar la financiación de la» lucha climática».

Entonces, la mayoría de países amenazados o ya afectados por las consecuencias del calentamiento global, pidieron a los más desarrollados que sus aportaciones fueran equilibradas en ambos aspectos. También lo hizo el Secretario General de la ONU. Por su parte, los países desarrollados acordaron destinar $ 100 mil millones anuales en financiamiento de la lucha climática. Se dirigieron a países en vás desarrollo en el período  2020 – 2025 Su objetivo solidario era el de ayudarlos a reducir las emisiones contaminantes. Para  adaptarse al presumible cambio.

Sin embargo,  la OCDE solo contabilizó una inversión de estos países de  79.600 millones de dólares hasta 2019. En 2020 irrumpió Biden en escena. Escribimos aquí hace 6 meses que la administración Biden, como antítesis de la de Trump, había decidido aumentar la financiación climática aportada por EEUU. Fiel a este compromiso, su gobierno ha presentado en el Congreso su pretensión de dedicar  $11 mil millones para estos menesteres para el año fiscal 2023. Argumentan que así se deshará el entuerto trumpiano que dejó sin efecto las promesas de financiación durante su mandato.

Y de paso, Biden podrá estar orgulloso de proclamar que está cumpliendo lo que prometió nada más legar al poder. Gastar la cantidad citada, aunque un año antes, porque la promesa se refería a hacerlo en 2024. El reto es importante, porque EE. UU. debería aportar entre el 40 y el 47 % del esfuerzo financiero climático total. Pero hasta ahora, no ha superado el tope de 7.000 millones de dólares al año. Cantidad inferior a la que se han gastado países como Alemania o Francia.

En cualquier caso, el primer presupuesto de la era Biden contenía una partida de $2700 millones destinada a actuaciones directas en materia climática. Lo que supuso multiplicar por 4 las asignaciones trumpianas. A los expectantes luchadores contra los efectos del cambio climático les supo a poco. Porque ni de lejos, llegó a acercarse a lo inicialmente prometido. No olvidemos que sus defensores confiaban en la promesa de que la nueva administración lideraría la lucha del clima, invirtiendo más que nunca. Y representando el papel de locomotora del tren al que habían de sumarse los demás países desarrollados. Siempre y cuando la locomotora les ayudara a moverse.

Se basaban en lo anunciado por Biden en la Cumbre de Líderes Climáticos de abril de 2021. Allí lanzó la cifra de  $ 5.7 mil millones por año en financiación internacional climática para 2024. El doble que lo realizado por su antecesor y conmilitón Obama. Pero no mencionó a la ayuda inmediata que esperaban los países más vulnerables, a los que Trump no hizo el más mínimo caso en sus peticiones.

Sin embargo, la debilitada Europa comunitaria, sí que hizo bien los deberes. Y aportó solidariamente $ 24 500 millones de dólares en 2019. Si tenemos en cuenta que la economía comunitaria es una cuarta parte más pequeña que la yanqui, Biden se queda en una muy mala posición respecto a ello. Porque Europa ha puesto sobre la mesa más de 4 veces el dinero que su administración se comprometió a aportar para 2024.

Por eso, en septiembre de 2021, rectificó y dobló lo previsto para 2024. De $ 5700 millones a los antes mencionados $ 11 400 millones por año para 2024. Las promesas de los aspirantes al cargo más deseado, a veces obligan. Y así, los norteamericanos se han convertido en el primero de la lista de los que aportan dinero. Con ello, pretenden arrastrar a los demás a que aporten también. Hasta llegar a esos soñados y diseñados  $100 mil millones.

Vistas las previsiones del Congreso para el futuro inmediato, el Senado contraatacó. E hizo público el pasado otoño su previsión oficial de inversiones para el año  2022. En ella figuraba una partida, de  $3,100 millones a estos efectos que hoy nos ocupan. Shocking!  ¡Era mayor que la propuesta por Biden!  Y en ella, además se integraba una partida específica destinada a dotar de presupuesto al Fondo Verde para el Clima. Por primera vez en la historia..

Entablada la batalla Congreso-Senado, se inició el período reglamentario de negociaciones para encajar las diferencias presupuestarias entre los proyectos de ley de inversiones de ambas instituciones. El resultado ha sido el de un recorte a la financiación climática internacional. Se eliminaron los presupuestos asignados al Fondo Verde para el Clima para 2022. Y sólo se aportarán $ 1 mil millones para actuaciones climáticas concretas en países necesitados de urgencia de ellas

La excusa fue que al haber aumentado sólo en una cuantía de $ 595 millones los fondos de desarrollo internacional, el estado de las reservas a finales de 2021 no permitía aportar más en cuestiones de clima. O sea, que hay otras prioridades que anteceden a ésta, por mucho que los voceros oficiales se desgañiten declarando urbi et orbe que la lucha climática es lo primero.

En todas las administraciones públicas siempre hay caminos alternativos para conseguir dinero no presupuestado para algún fin. En el caso que nos ocupa, también. Se podría sugerir desde el gobierno federal a la Corporación Financiera de Desarrollo para que se animara a financiar este tipo de actuaciones. También tirar de los presupuestos del Fondo de Apoyo Económico para inyectar dinero en el Fondo Verde para el Clima. Ambas acciones ya se llevaron a cabo en años pasados con los mismos fines

Pero lo más importante es el hecho de que la supuesta locomotora de la acción por el cambio climático, EEUU, comience a renquear nada más iniciar su viaje. Es un muy mal ejemplo para los compañeros de viaje menos dotados y más necesitados.

En cualquier caso, quedémonos con la parte positiva. Se propone destinar a estos menesteres $11 mil millones. De ellos, $5.3 mil millones serán, cuando se apruebe el gasto, asignaciones directas para fondos para la lucha climática bilaterales y multilaterales. Y este montante representa el doble de lo destinado para este año 2022. Lo que queda, llegará mediante la aportación de agencias de desarrollo. De las que disponen de capacidad legal para otorgar créditos mayores que los fondos asignados directamente. Y se completará con un nuevo programa creado en el Departamento de Energía.

Una parte, equivalente a $1600 millones será para el ya citado Fondo Verde para el Clima. Desde aquí se ayuda a los países en vías de desarrollo a implementar el Acuerdo de París. Y ellos están muy necesitados de inversiones. Porque EEUU se comprometió a aportar 3 mil millones en 2014. Pero del dicho al hecho va mucho trecho. Y hasta ahora, solo ha entregado mil millones. Esperemos que cumpla con este compromiso antes del segundo proceso de reabastecimiento del Fondo el próximo año. Entonces se les pedirá a todos los contribuyentes que aumenten sus compromisos. Así que si la inyección prevista se hace realidad, será muy bien recibida. Porque gradualmente se irá pidiendo cada vez más dinero a los países donantes para cumplir los acuerdos establecidos en los foros mundiales de la lucha climática.

Otra partida que tiene que ver con el agua es la de $150,2 millones destinada al Fondo Mundial para el Medio Ambiente Mundial. El FMAM financia convenios ambientales destinados, entre otros, a  la mejora de la biodiversidad y a  lucha contra la desertificación. La aportación estadounidense en la era Trump a este fondo fue recortada severamente, por lo que ahora renacen las esperanzas perdidas con este anunció  de inversiones.

También es destacable la partida de $21 millones destinada al Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). Y a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Son  los dos  órganos de negociación y ciencia climática de las Naciones Unidas. Supone un aumento de 6 millones sobre lo que el Congreso aprobó para el año fiscal  2022.

No se conocerá el monto exacto de las inversiones hasta que el Departamento de Estado publique la justificación presupuestaria de detalle. Después la debe enviar al Congreso. Quizás haya alguna sorpresa sobre lo que ya se conoce. Y se incluyan asignaciones para el Fondo de Adaptación y el Fondo para los Países Menos Adelantados. Ambos dan soporte técnico y económico a los países más vulnerables en su planificación y adaptación a los impactos derivados de la crsis climática.

Afortunadamente, hay más promesas halagüeñas. La Corporación Financiera de Desarrollo tiene previsto que para el próximo año, la tercera parte de sus nuevas inversiones anuales irán destinadas al clima. Ello podría suponer una inyección de $ 1.5 mil millones al año. Por otra  parte, se ha presentado una propuesta legislativa de ambos partidos. Para que Congreso elimine restricciones sobre las inversiones de esta Corporación para que duplique los fondos destinados a la lucha climática.

Además, parece que algo va a cambiar en la política de inversiones del Export-Import Bank. Hasta ahora, destinaba una gran parte de sus créditos a financiar empresas relacionadas con  combustibles fósiles. Y menos para las dedicadas a la energía limpia. Pero en 2021, EEUU se unió a otros 33 países para comprometerse a poner fin al apoyo público internacional a la energía de combustibles fósiles para fines de 2022. Se pretende así cambiar radicalmente la financiación tradicional. Y enfocarla hacia la transición al uso de energía limpia. Este cambio supone que los dos mil millones de dólares anuales que el banco destinaba al financiamiento de petróleo y gas, se irán derivando hacia la energía limpia. Así se verán incrementados con creces los 100 millones de financiación que estaba recibiendo del banco cada año..

La buena noticia es que la administración Biden ha presentado en su propuesta de presupuestos para 2023 una partida  de mil millones en fondos obligatorios durante cinco años. Que estarán destinados a la generación global de energía limpia. Y que tutelará el Departamento de Energía.

Mediante este programa se generarán cadenas de suministro adecuadas para ese tipo de generación energética.

El objetivo será el de acelerar el proceso de transición de los combustibles fósiles. Ese que ha disparado en todo el mundo el inicio de la guerra en Ucrania. Al ser un financiamiento obligatorio, no requeriría asignaciones anuales. Aunque los fondos ascenderían a unos $ 200 millones por año, la cantidad final derivada de los compromisos de financiamiento climático internacional de la administración dependería de cuánto se gaste realmente en los países en desarrollo.

Lo que se persigue es ni más ni menos que cumplir con un año de antelación lo que EEUU ha comprometido. Es decir, respecto a la financiación de las actuaciones mitigadoras y previsoras de los efectos nocivos del cambio climático. Quizás la terrible guerra en Ucrania sirva para convencer a muchos de que los combustibles fósiles son una fuente de inestabilidad y conflicto.  Y así se avance más rápido  y con un equipo más numeroso en diversas acciones. Todas las que ayuden a las naciones  a abordar el cambio en el modelo energético. O quizás no sea así, pero en cualquier caso, este es el desiderátum

En cualquier caso, parece que EEUU ha decidido apostar por su liderazgo comprometido en estos aspectos. Tanto como ya lo hizo en su día cuando decidió intervenir en Europa y Asia con ocasión de las dos guerras mundiales del siglo XX. En este caso, sería también para impulsar al mundo a realizar el proceso de transición hacia la energía limpia. Y a hacer frente a los impactos desfavorables del cambio climático.

Solo el dinero podrá hacerlo efectivo. Y no solo los dólares, sino el que aporte la cooperación internacional. Lejos quedan las cifras del gasto derivado de la intervención estadounidense en los años de posguerra de la guerra mundial. Ascendieron a un 2% de su PIB. Mientras que hoy está destinando tan solo el 0,2%

Si las promesas se cumplen, el gobierno Biden deberá ganar su batalla en el Congreso  yno dejar de potenciar el interés por la financiación climática. El futuro del agua también depende de ello. Permanezcamos atentos al desarrollo de los acontecimientos en EEUU los próximos meses.

 

Lorenzo Correa

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