Sorpresas te da la lluvia. Muchos meses habían transcurrido sin que mi ríos playero llevara sus aguas al mar por ausencia de precipitaciones en su cuenca. Paseábamos por la playa de nuestros atardeceres tan vitales como cotidianos. Y no veíamos una gota de agua dulce atravesar los tubos que ocuparon los antiguos lechos del río.

Solo dos ojos vacíos y grises por los que, a veces, se observaba el rápido movimiento de algún roedor despistado. Pero llovió. Porque siempre llueve aunque los desastrólogos disparen sus baterías de noticias con esas imágenes de embalses vacíos que entristecen a espectador. Pero que son tan naturales como las de cualquier vaso que se llena y se vacía sin cesar. Hasta que se rompe.

El río playero se alegró con nosotros por la lluvia. Y el mar, también. Las olas comenzaron a agitarse oyendo la canción del agua. Y se levantaron para ver lo que bajaba por el playero río. La arena las quiso acompañar en su curiosidad. Y el río comenzó a funcionar al revés.

Era el agua salada la que invadía sin pedir permiso el sagrado lecho del río playero. Quizás alguna nube les había explicado que eso pasa normalmente en el Atlántico. Pero los ríos allí son rías, hay mareas importantes  y la desembocadura es un estuario.

Pero nuestro río playero era mediterráneo. Y no estaba preparado para estas cosas tan extrañas en el levante español. Así que hubo que levantar un presa como la que fotografiamos y les mostramos para su deleite y comentario.

Presa bifronte en un río playero. ¿Quién podrá más?¿ La lluvia aportando agua dulce al mar o la ola penetrando en el río entubado y sepultado?

Por ahora solo hay un cráter con un  charco verdoso por el polen de los cercanos pinos. Cosas de un río playero del Mediterráneo que no salen en los noticieros. Seguiremos informando.

 

 

Lorenzo Correa

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