Indómita lluvia cae sobre la ciudad ¿Quién la sujeta?


A todos nos ha sorprendido alguna vez la lluvia indómita cuando paseamos por las calles de la ciudad. La recordamos con cariño cuando acontece tras un período prolongado de sequía.

Pero le dedicamos adjetivos poco o nada benévolentes si poseemos un negocio al aire libre o nos pilla por sorpresa sin la protección adecuada.

Mejor o peor recordada, la lluvia indómita seguirá visitando nuestras urbes cuando la Naturaleza lo decida. Más vale que nos coja en casa o con paraguas. Aunque a veces ni éste adminículo tan poético nos salvará del remojón y probablemente del resfriado.

¿Qué sucede con el agua de la lluvia indómita cuando comienza a recorrer las calles? Las nubes se desentienden de ella y es el asfalto quien la acoge, aunque también una pequeña parte de su volumen se quede en los árboles y en el césped de los jardines urbanos.

Pero la mayor parte de la lluvia indómita se convierte en escorrentía superficial que busca con avidez un sumidero después de habernos dejado temblando de frío y con nuestros cuerpos serranos en remojo.

Si todas las molestias de la lluvia indómita se quedan en nuestro cuerpo, démosla por buena. Y recemos para que la ciudad o pueblo en el que residimos disponga de una buena red de drenaje urbano que amanse a la fiera  y evite que se inunden los garajes subterráneos donde reposan a buen recaudo de la lluvia nuestros coches .

Quiera Dios que existan redes con capacidad suficiente para conducirla hasta el depósito subterráneo que la amanse. Porque entonces, cuando el sol vuelva va brillar, será liberada para que mansamente llegue al río o al mar.

Si los lectores están en este caso, felicidades, porque la lluvia indómita dejará de serlo sin hacer demasiado daño. Si no, cuando se desencadene la tempestad, obren en consecuencia para “salvar los muebles”.

Mientas vuelve a presentarse, les dejamos con el poema que hemos dedicado a tan natural acontecimiento. Se lo dedicamos a todas las personas que dedican su tiempo y el dinero de todos a pronosticar su llegada y amainar su furia.

Lorenzo Correa

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