Alisedas, fresnedas y saucedas. Típicas arboledas de ribera en los ríos de la cuenca mediterránea. Hoy los vemos gozando de la presencia de  caudales generosos, justo lo que necesitan para crecer ufanos con su lozanía.

Escuchamos con atención su diálogo con el viento y el agua. Al primero le piden refresco  y alivio. A la segunda, más caudal, porque las alisedas  y sus arboledas amigas toleran sin inmutarse la inundación temporal.

Admiramos en este bosque de ribera su capacidad de adaptación. Al tocar su madera, las alisedas nos recuerdan que sirve para construir en el agua. Porque su resistencia es capaz de aguantar sin problemas las humedades.

“Ve a Venecia y verás a nuestros hermanos cómo aguantan siglo tras siglo el arrullo del agua en los canales” Confidencias de las alisedas a paseantes en ríos que pretenden convertir sus percepciones en poemas.

Hoy también nos animamos, porque el aspecto del cauce y su ribera es magnífico. Bajo la sombra de un aliso, escribimos el poema que hoy compartimos con todas las personas que quieran leerlo.

Y abandonamos las alisedas recordando las bondades de su corteza  para curar inflamaciones de boca, amígdalas y encías. Además, esas hojas que hoy nos dan sombra pueden también acabar con los dolores de pies provocados por las largas caminatas. Solo hay que cocerlas y meterlas en los zapatos. Buen consejo, que no todo va a ser poesía entre alisedas, fresnedas y saucedas.

Y así dejamos las ribera para regresar a casa, satisfechos de haber podido inspirarnos en un espacio fluvial ameno, tranquilo y libre de alteraciones urbanísticas.

Celebremos su existencia y ojalá que la poesía sirva para preservarlo de todo mal en el futuro. Para que podamos seguir disfrutando de la magia y la capacidad curativa de las alisedas

Lorenzo Correa

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