Podríamos decir que el agua es eterna porque nunca es la misma, aunque parce igual. Pero también porque se ha cristalizado y reposa en un manto subterráneo desde hace miles de millones de años.
La principal agua eterna, la vemos cada día pasar por nuestros ríos cercanos, yacer en los lagos o bailar en el mar. Pero hay otra. Es la cristalizada. Como la que se encontró hace unos años en un manto de komatiítas archaean (lava ultramáfica), creado por la fusión del manto terrestre en condiciones extremas.
Ahora que es tiempo de erupciones, imaginamos aquella, con altas temperaturas de hasta 1.600 grados en su seno. Encerrada en las redes de los cristales pero sin unirse de manera covalente a ninguna molécula o ion. Arcaica pero eterna, viene de una época en la que las relaciones entre fórmula mínima y estructura eran poco comprendidas.
Poética y maravillosa proporción definida de moléculas de agua, combinadas químicamente con sustancias en estado cristalino. Se introduce como componente físico de cristal o como compuesto hidratado que pierde su forma cristalina cuando se elimina. Como la poesía en el corazón Ésta fue hallada en el cinturón de piedra verde Abitibi en Canadá. Tenía un 30% de óxido de magnesio y un 0,6 % de agua. El agua eterna.
Para el poeta, la eternidad es pura poesía. Mucho más si se trata de la del agua. Evoca un depósito hidratado en el manto profundo de los primeros tiempos de la historia de la Tierra. Pero también le inspira su quietud y movimiento en superficie. Sus colores tan diversos como únicos. Siempre están ahí y no pasan de moda.
En un plano vertical, la encontramos arriba y abajo. En uno horizontal a izquierda y derecha. Nos rodea y siempre está ahí, visible o invisible. Siempre existe y va con todos nosotros en nuestro interior, del que a veces pugna por salir.
Por eso no tiene final
Lorenzo Correa
Visita nuestro rincón de la poesía.
¡ Síguenos en las redes sociales !