Diálogo en el puente.


Los puentes  y los paseantes se atildan mirándose en el río. Ellos solo pueden saber cómo lucen mirándose en el agua. Hoy fuimos al río y estaba seco. Como no podíamos vernos al no estar presente el agua, nos dedicamos a escuchar. Y oímos con atención el diálogo entre el puente y el río.

Lo que escuchamos, queda transcrito en el poema que hoy se suma a los almacenados en los anaqueles del miércoles poético de futuro del agua. Suculento diálogo con final feliz.

El agua nos hace de espejo, como a Blancanieves, cuando la miramos desde el pretil del puente. El primer diálogo con ella es visual. La miramos y nos miramos. Y ese espejo acuático, como el otro, no solo es mágico, sino que también es muy honesto y siempre dice la verdad.

Pero cuando no hay agua, no refleja nada. Solo, si hay suerte, vemos nuestra sombra y la del puente. Entonces, el diálogo es auditivo. Nos oímos dirigiéndonos al lecho seco para preguntarle por los reflejos. ¿Dónde están?

Y el diálogo cambia de dialogantes. Son los reflejos y el agua los que adquieren el protagonismo. Nosotros y el puente, solo somos una sombra difusa, cuya claridad depende también del agua. Porque son las nubes en su afán continuo de tapar el sol las que deciden lo que se proyecta sobre el lecho.

Diálogo en el puente. Luces y sombras. Gritos y susurros. En cualquier caso, el agua siempre regresa y los reflejos las estarán esperando. La que no regresará nunca cuando salga el sol y ya no estemo,  será nuestra sombra.

Mágicos efectos que generan poesía del agua. Diálogo eterno con los puentes como testigos. Aunque ellos, algún día, tampoco estarán. Pocos se acaban salvando de ir a conocer el sabor y el frescor del agua. De eso se encargan las avenidas.

Lorenzo Correa

Visita nuestro rincón de la poesía.

Safe Creative #1608240244452

¡ Síguenos en las redes sociales !

Recibe un email semanal con nuestras publicaciones

Te das de baja cuando quieras.


Deja un comentario