¿Es posible el desarrollo sostenible? Agua, convivencia y supervivencia, una solución factible


Desarrollo sostenible. Concepto interesante, aunque ya muy manido. Sin una adecuada gestión del agua, no es posible. Pero, por otro lado,  eminentes profesores de política ambiental internacional, como Michael Redclift, se preguntan si el concepto de desarrollo sostenible no será un oxímoron. Porque… ¿se puede sostener el crecimiento en un medio finito?

Para despejar dudas, proponemos cambiar este estereotipo por el de “Naturaleza (agua en nuestro caso), convivencia y supervivencia”. Y ya tenemos un lema: Agua, convivencia y supervivencia. Que además nos sirve hoy de epígrafe

Analicemos los términos: Del agua, gozamos de expertos que nos lo cuentan todo. De la convivencia y de la supervivencia, ¿qué podemos indicar?

Bastantes cosas que vinculan al agua con el desarrollo sostenible. Por ejemplo, que biológicamente, somos seres pertenecientes a una historia que tiene dos etapas cruciales para lo que estamos tratando. La primera, desde hace dos  o tres millones de años ( origen de la vida humana), hasta hace 8.000 años.

En ella, los medios necesarios para la supervivencia estaban disponibles con abundancia y eran satisfactorios en calidad. Porque se disponía de agua abundante y cualitativamente aceptable para los usuarios (que tampoco eran muy exigentes). Solo había que ir a buscarla.

La segunda, desde hace 8000 años hasta hoy. En ella, comienza a complicarse la convivencia (y la supervivencia), con la superpoblación inducida por el cambio de modelo de vida. Y por el cambio de cultura matriarca, a patriarcal… y así hasta hoy. Nuestro actual modelo tantas veces milenario, ha supuesto un empeoramiento creciente en las condiciones de vida. Esto es debido a que se dispone cada vez de menos agua “buena, bonita y barata”. Y cercana al lugar de residencia de la mayoría. Es decir, de las ciudades.

Por ello, exige cada vez un mayor esfuerzo su uso. Y al ser mayor el número de personas y seres vivos que la necesitan en buenas condiciones, el resultado es preocupante. Hay cada vez mayor escasez de recurso en condiciones. Por ello, supone cada vez más trabajo obtener lo que se necesita y además, cada vez da más miedo no obtenerlo. Así las cosas, se ha perdido la seguridad en el presente y se ve el futuro como una amenaza.

La gran cantidad de seres humanos que viven en ciudades o pueblos con sistemas de saneamiento y abastecimiento adecuados, disfruta sin duda  de una mejor calidad de vida que sus antepasados. Ellos sí tienen el agua adecuada en casa y pueden evacuarla una vez usada sin problemas. Pero a un enorme coste energético y ambiental.

El resto de los seres humanos, que viven en países poco desarrollados económicamente o en ciudades sin sistemas eficaces de abastecimiento y saneamiento, no disponen de esta calidad de vida, pero lógicamente aspiran a tenerla. Pero, ¿es factible disponer de ella sin pagar un elevadísimo precio ambiental y energético?

Es difícil encontrar una respuesta que nos tranquilice. Porque no producimos lo que comemos, ni construimos nuestras casas, ni usamos el agua más cercana para abastecernos. Además, el ámbito rural, para acabar de arreglarlo, está siendo progresivamente enajenado al que lo habita por quien no vive allí.

Este es el problema ambiental que todos conocemos, basado en la superpoblación, cuyas consecuencias negativas son el estrés. En este sentido, es curioso comprobar el gran éxito mediático y académico del concepto de estrés hídrico. Y este estrés no es más que la activación de un mecanismo de defensa corporal y mental, ante el miedo a la supervivencia y las dificultades en la convivencia. Porque vivimos bajo unas condiciones muy estrictas para satisfacer las necesidades cotidianas del común de las personas.

Nótese que este estrés, está producido por dos causas fundamentales. Una, se relaciona con la razón. Porque es razonable temer por nuestra vida si ingerimos, usamos o regamos alimentos con agua cualitativamente nociva que los contamina y nos enferma.

La otra, se deriva del temor al deterioro de nuestras relaciones con el medio hídrico y con nuestros semejantes. La “harmonia mundi”, la estética, tan relacionada con la emoción, también perjudicada por la superpoblación.

La fuente generadora del problema no es otra que la forma de cultura en la que vivimos, centrada en la acaparación de cosas, que aprendemos a desear y necesitar, aunque en el fondo no las necesitemos para nada. Por eso, también dependemos del agua, porque su posesión, como cualquier otra, la vivimos como fuente de seguridad.

Muchos abogan por una solución “dramática” del problema. Piden detener el crecimiento poblacional. Es decir, dejar de “desarrollarnos” cuantitativamente. Y a partir de ahí, trabajar en la mejora de las condiciones de acumulación de bienestar conservadoras de lo natural. Todas aquellas que se basen en el continuo reciclaje del agua, adaptando nuestra convivencia a su recuperación y no a su uso. Esto ya se está haciendo, no paramos de inventar maneras de reutilizar una y otra vez. Y eso que esto nos parece caro. Pero, en cualquier caso, lo enfrentamos  con la fuerza que da el estrés del que vive al borde de la escasez o en la escasez misma.

Para salir de aquí, solo hay un camino: la cooperación para construir un mundo en común desde el respeto a nosotros mismos y a la naturaleza. Respeto para llegar a hacer realidad el  desiderátum de UN- Water. Aquel que proclama que la gestión de los recursos sea la correcta para permitir el acceso a  los sistemas hídricos de abastecimiento y saneamiento a esos 750 millones de seres humanos  que no disponen de ellos, sin generar una catástrofe ambiental

¿Y esto, cómo se hace? Education, first”. Mediante un programa educativo que muestre al agua como parte de nuestro vivir y no como una mera herramienta para vivir. Como algo realmente incorporado a la vida cotidiana, porque lo que no está incorporado a ella, como muchos saben, es solo literatura. Y de “literhartura” del agua ya tenemos bastante.

Por todo lo expuesto, no hay más remedio que ver el agua como parte de la estética de nuestra mirada del mundo que nos acoge.  Aunque lo que realmente veamos cada día sea una plaza dura o un túnel del metro o el polígono industrial de nuestro pueblo. A pesar de que estemos inmersos en el aburrimiento de hacer cada día cosas con el agua que no tienen “sentido vital”. Luchando por hacer cosas que conformen y alimenten la riqueza del mundo estético del agua.

Y llegar a la supervivencia por la convivencia.  Desde la sincronía en la red de relaciones que nos conecta a todos los sujetos que bebemos y vivimos en el agua. Porque como seres humanos, formamos parte de un proceso integrado de transformaciones de la corteza terrestre. Y por ella fluye, permanece o se infiltra el agua. Y ese “flow”  nos conecta históricamente en una red de relaciones que conforma nuestro cambiante presente.

Por eso, cuando observamos de forma superficial un río, nos planteamos (o no), preguntas trascendentes. Es importante darse cuenta de que pertenece a  una red física y relacional. Y de que no es independiente de otro. No importa que pertenezcan a dos cuencas diferentes, porque el mar y el sol los unen. Y porque los conecta con el cielo y con la tierra.

 

Así se entiende un poco mejor el verso de Manrique. Aquel que nos recordaba que nuestras vidas son los ríos. Y por eso, en futuro del agua, nos hacemos eco de la poesía acuática.  de esa de la que tantos poetas importantes han escrito a lo largo de los siglos.

Se trata de inventar un relato generativo que conecte el agua con el ser humano. Con el objetivo de llegar a la armonía en nuestra relación con ella. Porque las personas, gracias a la biología estamos organizados para vivir en armonía. Y armonía es disfrute. Así se construye un relato generativo, orientado a remover los cimientos de la cultura patriarcal, para volver a la matriarcal.

A la armonía para vivir disfrutando, dejando de lado la cultura de la apropiación, la dominación y la exigencia que viola y distorsiona la armonía biológica natural. ¿Desarrollo sostenible? Así es si así os parece. Pero que quede claro que el desarrollo real se genera implementando políticas inspiradoras que permitan una estabilización de la población. Y que mejoren la convivencia al disminuir las exigencias de recurso, aumentando el respeto por el prójimo. Siempre creando más espacio para la cooperación en la generación responsable de un mundo común, respetuoso del ámbito natural y del agua que lo moldea.

Es nuestra interpretación del desarrollo sostenible aplicado a la gestión del agua. Y la resumimos en el discurso de Humberto Maturana, unos de nuestros mentores en el coaching ontológico aplicado a esa gestión del agua.

Para que cuanto antes se haga realidad la frase del uruguayo Artigas: Que los más infelices sean los más privilegiados”.

 

Lorenzo Correa

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