El río Seco que no lo es


Se llama  río «Seco» y lleva agua todo los días del año. No deja de ser una paradoja. Porque contrario a la lógica es acercarse en verano a un cauce que discurre por una cuenca de clima mediterráneo litoral  subhúmedo y  comprobar, cuando a él llegamos,  que están discurriendo por su cauce los caudales que  podemos ver en las fotografías que ilustran estas reflexiones de verano mediterráneo.

Aunque no sea lógico que el río Seco, lleve siempre agua, todo tiene una explicación. Simplemente el paisaje natural, derivado del clima, que provocó que su nombre fuera «seco», ha sido modificado por el ser humano, integrando en él estructuras, vegetación autóctona y agua, por supuesto.

Antes de la actuación humana, las precipitaciones habituales no eran suficientes como para que el cauce mantuviera caudales mínimamente visibles todo el año. Durante largas temporadas de sequía el río estaba «seco», pero también se enfurecía en otras. Y se desbordaba cuando las tormentas dejaban caer su carga sobre la cuenca. Era seco casi siempre y a veces un torrencial castigo para sus ribereños.

La urbanización fue acercándose a sus márgenes, hasta que las avenidas obligaron a encauzarlo con rígidos muros de hormigón, desapareciendo en zona urbana la vegetación de ribera. Esa misma urbanización supuso que los vertidos al cauce fueran algo nocivo para la estética. Malos olores, afección a la fauna autóctona y molestias a los nuevos vecino. Se convirtió además de seco, en muerto y maloliente.

Hasta aquí, la historia tradicional de muchos ríos de este tipo. Pero el ser humano siempre tiende a ordenar el caos, si tienen dinero para ello. Y se garantizó el abastecimiento municipal trayendo aguas de otras cuencas más lozanas. También se construyó la planta de tratamiento de aguas residuales municipal. Entonces todo cambió, porque los caudales tratados supusieron que el río Seco, dejara de serlo  y que el entorno fluvial cambiara. El río volvió a nacer en la conducción de vertido de las aguas depuradas y el municipio observó cómo siempre llevaba agua, aunque no fuera de la cuenca.

Otra paradoja más. Ni es seco aunque se llame así, ni lleva agua de su cuenca. Son las cosas que tiene el progreso. Permite diseñar de nuevo el paisaje. Un trampantojo que al menos hace más sano y estético el paisaje fluvial en un entorno urbano concreto. Tampoco está tan mal. Definitivamente, cada vez nos gustan más los ríos humanos. Porque tienen mucho de nosotros

Lorenzo Correa

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