Cómo se las ingenian para vivir los animales que no tiene agua dulce para beber


Mantenerse hidratado es indispensable para cualquier ser vivo. De la hidratación humana hemos tratado ampliamente en estas páginas. Beber para vivir. Y hacerlo con mesura e ingiriendo agua de buena calidad, es garantía de salud y bienestar. Los seres humanos tienen cada vez más posibilidades de hacerlo. Pero, ¿y los animales no racionales?

También, porque ya se conocen diversas soluciones inteligentes que aplican para hidratarse y sobrevivir en su ambiente. Aunque no haya potabilizadoras, ni redes de abastecimiento para la mayoría de ellos, lo cierto es que saben lo que hacen y usan el agua con ingenio y mesura. Cómo resuelven los animales estos aspectos es nuestro tema de hoy.

Todos los seres vivos tienen algo en común relacionado con el agua. Su avidez por ingerirla cuando la sed aprieta. Pero solo los humanos beben además cuando no tienen sed. Porque el resto, solo lo hace cuando la tiene. Las personas beben aunque no tengan sed. El resto, no

Para los humanos que residen en países avanzados en cuanto a la tecnología del agua, es muy sencillo encontrarla cuando la necesitan. Siempre hay un grifo cerca. Para los animales domésticos, también porque sus ”amos”, se la sirven en un recipiente. El ganado estabulado, también dispone de bebederos, como los pájaros en sus jaulas. Solo los humanos que viven en la pobreza y los animales salvajes, deben ir a buscar el agua, aunque ésta se encuentre muy lejos de su lugar de residencia. O, si pueden, vivir cerca de ella.

Los humanos han avanzado un paso más en la sofisticación de la bebida y la llevan consigo en recipientes de plástico tan útiles como molestos una vez usados. No hay más que ver las ingentes cantidades de botellas que flotan en el mar, llenan las papeleras o colman los vertederos de basuras o los márgenes de las carreteras y caminos. Y en esos recipientes, ya no hay solo agua.

La oferta de aguas de glaciar o de exótico manantial, crece. Como la de agua con oxígeno o con sabores, las conocidas aguas funcionales. Se añaden vitaminas y minerales al agua, se la habilita con funciones de mejora para el cerebro, para los músculos, para los huesos y para el sistema inmunológico.

Recipientes de plástico que contienen formas increíbles de beber agua con sabores, colores y presuntas ventajas para la salud. Estas son las formas humanas de usar el agua en nuestro cuerpo. Pero los animales, también tienen sus trucos y sus métodos. Y cada vez lo comprobamos con sorpresa en las redes sociales, que nos distraen con hazañas animales para conseguir agua y saciar su sed.

Hace poco, vimos una cabra ascendiendo por el paramento de aguas abajo de una presa en Italia

Como verán en el video de este enlace, el íbice, también conocido por cabra salvaje de los Alpes, habita feliz por las montañas de esta cordillera. Y es feliz, porque por sus valles y laderas. Como buen herbívoro, destina las horas con poca o nula luz a visitar los prados para comer hierbas, brotes, cortezas, musgos, flores y tallos. Sobre todo, hierba, su manjar favorito. Y cuando la luz ilumina las cumbres, se dedica a triscar por sus laderas graníticas o metamórficas cristalinas. En verano comen sin parar para llegar al invierno con la despensa bien llena. Cuando los fríos desaparecen, el íbice está muy débil, sobre todo porque lleva meses sin aportar minerales a su cuerpo. Y lo que más le hace flojear, es la carencia de sales de calcio, tan necesarias para los huesos y dientes y para la coagulación de la sangre.

La manera más típica que estos animales tienen para suplir esta carencia es comer tierra. Eso lo hacen los machos, que por su gran peso, no pueden triscar por las laderas verticales. Pero las hembras sí pueden escalar. Y lo hacen con gusto para aprovechar las gotas de agua que se inflitran en el paramento de aguas arriba de las presas y salen de nuevo a la luz por grietas y fisuras del paramento de aguas abajo. Las íbices, nos enseñan así una desconocida función de los embalses. Saciar la sed y aportar sales minerales a estos simpáticos y ágiles animales.

Las conocidas y habituales eflorescencias del hormigón, permiten que las íbices puedan beber y alimentarse. Porque en ellas encuentran la sal llamada etringita, o sal de Candlot, que allí se genera. Solo tienen que escalar hasta una filtración y lamer el agua que sale. Así que ya saben los viajeros alpinos qué hace una íbice colgada en una presa

Sigamos en el reino animal y volemos de los caprinos alpinos a las abejas. Ellas, como todos los animales, ya saben, también necesitan agua mineralizada. Y se aprovechan de las emociones para hacerlo. Precisamente, de esas emociones humanas y no humanas, como la tristeza, la alegría, el dolor y el placer. Las que hacen llorar.

Porque las abejas, como también las polillas y las mariposas, beben lágrimas de otros. Acuden cuando el caimán está triste y sorben esas lágrimas de cocodrilo, de las que tan poco nos fiamos los humanos. Además, hacen lo propio con las de los pájaros y las vacas. Y si un ser humano está llorando, no duden en que irán a beber de su llanto.

Y es que estas criaturas son lacrífagas. Nosotros mismos pudimos contemplar en Costa Rica cómo una mariposa bebía lágrimas de un cocodrilo. Es algo muy común en zonas tropicales africanas, asiáticas, de Madagascar y de la Amazonia. También las abejas buscan aportes de sodio, sal y minerales en las lágrimas de reptiles y tortugas. Aunque a la tortuga, la visita de la abeja no le guste nada. Pero necesitan sus lágrimas para sobrevivir y hasta para reproducirse. Es el complemento ideal del néctar que alimenta a estos insectos voladores para obtener sodio y proteínas

Dejemos a las mariposas bebiendo lágrimas y ocupémonos de los tardígrados, también conocidos como osos de agua. No es sencillo verlos, si no se dispone de un microscopio. Porque solo miden un escaso milímetro de largo. Pero aguantan el frío y el calor. Son capaces de sobrevivir cuando el termómetro sube hasta 150º C o baja hasta alcanzar el cero absoluto.

Paradigma de la paciencia y la determinación en seguir viviendo, los tardígrados resisten con estoicismo la radiación, la temperatura, la presión y hasta la deshidratación. No en vano han sobrevivido a las cinco extinciones masivas. Y en las puertas de la sexta, continúan su vida cotidiana sin importarles mucho el futuro. Son microscópicos, multicelulares y una de las formas de vida más duraderas en nuestro planeta. Y quizás, en otros…

Viven en la humedad. En zonas sedimentarias marinas o fluviales. Si los contamos allí, encontraremos colonias de hasta 25 millones de individuos por metro cúbico. Y están presentes en manantiales de agua termal, en cuevas submarinas, o bajo el hielo polar.

Su relación con el agua, que es lo que hoy nos interesa, es apasionante. Pueden pasarse 30 años sin catarla, por su extraordinaria resistencia a la muerte por deshidratación. Cuando no hay agua, se retraen hasta formar una bola y entran en un profundo estado de animación suspendida. Una casi muerte. Porque su metabolismo queda reducido al 0,01% de los valores normales. Entran en un estado llamado criptobiosis. Pero lo apasionante es que cuando vuelven a sumergirse en el agua, aunque sea mucho años más tarde, regresan a la vida como si nada hubiera pasado. El agua no los mata pero sí que los resucita.

Gracias a estas cualidades tan increíbles, tienen el preciado galardón de ser los primeros animales que han sobrevivido en el espacio. Solo falta rescatarlos de sus moradas en la Luna, traerlos a la Tierra e hidratarlos. Si “resucitan”, como se espera, nos darán una crucial información sobre la vida en la Luna.

Para continuar con los hábitos bebedores de los animales, echemos un vistazo a los mamíferos marinos. Viven en el agua, pero ¿qué agua beben, si toda es salada?

La respuesta es muy sencilla, .porque no beben agua sino que la comen, es decir, la extraen de lo que comen.

Su organismo puede metabolizar la comida para ingerir de ella el agua dulce que necesitan. Porque sus riñones pueden filtrar altas concentraciones de sal sin deshidratarse y expulsar el exceso salino a través de la orina.

En el caso de los leones marinos, aun es más sencillo, porque el pescado que comen contiene una cantidad de sal similar a la que su sangre entraña. Por eso, pueden vivir sin beber agua dulce, aunque cuando disponen de nieve o, en cautividad, de agua de red, la beben contentos..

¿Y las tortugas? Con lo lento que caminan, las más voluminosas se morirían de sed antes de llegar a una fuente lejana. Las del desierto, siempre. No hay problema. Tanto las gigantes del desierto como las enormes de las islas Galápagos, lo solucionan almacenando en su vejiga hasta más del 40% de su peso corporal en forma de agua, urea, ácido úrico, y nitrógeno.

Cuando la sequía aprieta, les permite sobrevivir utilizando como filtro las paredes permeables de la vejiga y extrayendo por ellas el agua que necesitan. Pueden vivir 5 años sin probar una gota de agua externa. Cierto es que también lo usan como “manguerazo” de defensa ante agresiones externas, pero cuando es así, se quedan sin reserva y corren un gran riesgo de deshidratación.

Por eso, en épocas o ambientes húmedos, las tortugas llenan sus vejigas con agua, y los sapos contenedores de agua australiano la guardan también en sus agallas, tejidos y vejiga. Pero esta ventaja de los sapos, se convierte en un señuelo letal para sus depredadores, porque las serpientes, aves y cocodrilos los cazan y exprimen hasta dejarles sin una gota de agua.

Sigamos en el desierto. Ahora nos ocupamos de las simpáticas ratas canguro. Como viven en la aridez extrema, están adaptadas a la falta de agua, de los desiertos de la mexicana Sonora o de la Baja California. Por eso no la beben. Se caracterizan por las largas patas traseras y el desplazamiento brincando, lo que les hace asemejarse a los canguros. Con ellos también comparten la larga cola, ayuda inestimable para mantener el equilibrio, ya que son prácticamente bípedos.

También beben de su comida, básicamente del agua contenida en las semillas y frijoles. Su adaptación al medio árido les permite retener toda el agua que requieren cuando hacen la digestión. Ahorran al máximo ya que ni sudan ni se quedan sin aliento. Además su orina es extremadamente concentrada. Si os encontráis con alguno, no se os ocurra darles agua. Porque ésta arrastraría los nutrientes contenidos en su cuerpo y quedarían deshidratados al instante

Otro lugar donde el desierto prolifera es Australia. Y allí viven los lagartos como reyes. Su vivienda se ubica entre matorrales resecos y a la sombra de las dunas de arena de los desiertos de Gibson y de Simpson. Sus animales estrella, por la estética y rareza de su aspecto , son los diablos espinosos. Ellos tampoco conocen el agua corriente. Allí no la hay. Pero para “producirla” tienen las escamas cruzadas por los surcos higroscópicos de su piel.

Son elementos de succión que absorben el rocío mañanero que se deposita en su piel y la conducen hacia el interior. Además, poseen unos pies-ventosa, capaces de extraer el agua del subsuelo por capilaridad.

Acabemos con los míticos camellos, seguramente los animales más codiciados por los que viven y atraviesan el desierto. Todos hemos leído cuentos, cómics o novelas en los que se convierten en protagonistas por su aguante contra la sed que devora a los pobres viajeros que no acaban de llegar al Caravanserai..

Olviden el mito de la joroba-depósito de agua. No es cierto. La joroba la usan para hidratarse, pero no porque contenga agua, sino grasa.

En ella caben hasta casi 40 kg de grasa. Y bes de ella de donde, cuando las cosas vienen mal, el camello puede descomponerla en agua y energía. Por eso, además de hidratarse, la grasa le da la “gasolina” necesaria para hacer travesías desérticas de hasta 150 km de longitud.

Así que cuando vean a un camello con una joroba fláccida, llamen a una ambulancia, porque está muy débil. No tiene ni agua ni energía. Y eso que tampoco sudan, aunque se enfrenten a temperaturas de 50º C

Paradigma de la resistencia y la adaptación al medio hostil, estos animales son capaces de sobrevivir hidratándose masticando plantas del desierto o de beber como cosacos cuando encuentran un oasis. En media hora se pueden beber hasta 110 litros. Buen saque.

Finalizamos aquí nuestra visita a una serie de animales que saben beber para no tener sed. Por eso no esperan a tenerla para beber

Lorenzo Correa

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