Hoy la poesía del agua fluye. El líquido fluye cuando corre. La poesía lo hace cuando brota con facilidad de la mente del poeta para ser recibida por el lector y recitada por el rapsoda.

Fluye el agua por el río. Y surge un poema. Fuerza, energía y canal. En el río, la primera es la gravedad, la segunda el agua  y el tercero el cauce. Por ahí fluye la vida que el agua atesora, alimenta, cobija y transporta. Y, a veces, la muerte atraída por un desmesurado aporte de energía.

Y la poesía fluye por un cauce al que se adapta, o no, la energía, porque a veces, ésta lo erosiona. Como la poesía también se adapta a las necesidades emocionales del receptor, aunque en ocasiones erosione sus estructuras mentales y provoque un quiebre. Es solo el motor del aprendizaje. Y nos ayuda a modificar nuestro cauce vital

Cuando todo fluye, en el río el agua se deja llevar por la fuerza de la gravedad. Y en la poesía, el poeta flota en una corriente de emociones. Ambos se rinden  a los dictados de la naturaleza. De la física y de la conciencia.

Entonces, el trabajo no supone esfuerzo, porque nada ni nadie opone resistencia. Alguna vez, el cauce se ve interrumpido por una presa. Tranquilos, es necesaria para laminar los excesos de energía y apaciguar los ánimos. Si está bien construida,  una vez rebasada, todo fluye otra vez con orden y concierto. No es más que un remanso de paz, donde se acumula la energía.

Así fluye el río, como fluye la poesía, en un miércoles poético del futuro del agua. Saltando para liberarse, superando obstáculos imprevistos y limpiando nuestros sentidos.

Que la vida nos permita hacer lo mismo para poder fluir en plenitud por todos los cauces que nos acojan. Y que siempre la poesía nos acompañe en el viaje.

Lorenzo Correa

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