La menstruación está ligada a la salud y a otras cosas. Entre ellas, destaca el agua. Por eso hoy vamos a dilucidar sus vínculos con ella, además de con la educación. Porque salud, agua, educación e higiene menstrual están ligadas. Pero para que todas las mujeres puedan vivir este proceso evacuatorio natural sin peligro, hace falta un envoltorio imprescindible. El dinero, por supuesto. Por eso, trataremos ahora sobre la relación entre inversiones y menstruación.
El desiderátum de cualquier mujer referido a este aspecto tan importante de su vida cotidiana, es conseguir que el período que mensualmente acontece suceda con las máximas garantías de bienestar. Y con y el mínimo riesgo sanitario. Porque, aunque este hecho sea algo sencillo de conseguir para muchas mujeres, todavía quedan bastantes en el mundo que carecen de los conocimientos, las habilidades, los servicios y los productos, o el apoyo necesario para garantizarlo.
Esto sucede sobre todo en los llamados países de ingresos bajos y medios. Porque en ellos los factores socioeconómicos impiden que los estados gocen de recursos suficientes para desarrollarse en plenitud. Por ello, no hay suficiente inversión en educación, ni en saneamiento ni en salud.
En ellos, de manera prioritaria sobre el resto, garantizar una buena salud e higiene menstrual es prioritario. Porque además de contribuir a conseguirlo, promueve la igualdad de género. Cierto es que en muchos de estos países, algo comienza a moverse en este sentido. Pero aún estos temas no han conseguido alcanzar la suficiente importancia. Ni las inversiones estatales, ni los mecenas ni los donantes son estimulados para aportar sus capitales. Por esta razón, los niveles de financiación son marginales y distan mucho de ser suficientes para afrontar los retos y las necesidades.
La menstruación es un eslabón fundamental en la cadena de la reproducción. Y su importancia cuantitativa radica en que en el mundo, cada día más de 300 millones de personas tienen el período. No es difícil imaginar la importancia que tiene disponer de una buena red de agua potable y otra similar de saneamiento. Lo es para garantizar que este hecho natural frecuente y muy extendido entre la población, sea visto como algo normal, saludable e inocuo para el medio receptor.
Sin embargo, a pesar de la obviedad de estos argumentos, la salud y la higiene menstrual sigue estando ignorada en los países menos desarrollados. Y las cifras, asustan. Porque que aproximadamente 500 millones de mujeres y niñas en todo el mundo se ven limitadas en su vida cotidiana por la imposibilidad de gestionar su período con la normalidad que se hace en países más favorecidos por la abundancia. Y este medio millardo de personas suponen casi una cuarta parte de la población femenina mundial en edad reproductiva.
Los problemas generados por las carencias expuestas se esparcen sobre varias aspectos de la vida cotidiana. Porque no hay posibilidad de acceso al conocimiento de lo que les ocurre cada mes. Ni información sobre la menstruación y sus vínculos con la salud sexual y reproductiva.
Por otra parte, hay que tener en cuenta el factor limitante que suponen las normas socioculturales y de género en determinados ambientes. Aquellos en los que por su religión y costumbres, se tiende a “esconder” o a calificar como algo impuro y desagradable a las mujeres que menstrúan. Esta realidad no solo afecta a las mujeres a nivel individual. También lo hace a nivel comunitario, sistémico e institucional. La existencia de estos estigmas, acaban afectando tanto la salud menstrual de mujeres y niñas como su participación en la vida pública diaria.
Además, es fácil imaginar la práctica imposibilidad en estos países que las mujeres tienen para acceder a productos y materiales de calidad para utilizar en la época en la que tienen el período. Porque si los hay, su precio es elevadísimo para la mayoría.
Por otra parte, en nuestras publicaciones venimos insistiendo con tenacidad y poniendo de manifiesto la difícil accesibilidad a infraestructuras y redes de agua para las personas más desfavorecidas. En estos casos, la menstruación aún agudiza más la falta de agua en cantidad y calidad. Y esto sucede en el hogar, en el trabajo y en la escuela o universidad.
Por todo lo expuesto, priorizar la gestión de los servicios de salud e higiene menstrual es una necesidad inaplazable. Y debe realizarse mediante la implementación de políticas y estrategias globales y nacionales. Serán aquellas que sustenten programas y servicios independientes o integrados al respecto. Y también habrá que asignar recursos suficientes para su integración real en la sociedad.
Pero todos ellos, deben incluirse en los programas nacionales para la distribución de productos menstruales. Y además, deben reducirse los impuestos asignados a ellos, manteniendo siempre los estándares de calidad.
Solo así, mujeres y niñas podrán en cualquier lugar del mundo ejercer y disfrutar de sus derechos por igual. Porque, aunque el derecho a la salud y la higiene menstrual no sea un derecho humano, sí que está íntimamente ligado con los derechos al agua y a la salud, que sí que los son
El problema más importante en resolver reside en la forma en la que se puede animar a los inversores públicos o privados a que pongan su dinero, o el de todos, en salud e higiene menstrual. Si se consigue, el futuro del agua en los países agraciados será más venturoso. Y el de las mujeres, más aún. Verán abrirse ante sus ojos un horizonte luminoso. Porque mejorará la economía, la participación en la educación, el empoderamiento, la salud física y la mental.
Además, mejorar todo lo relacionado con una menstruación “normal” es esencial para promover la igualdad de género en su conjunto. Las niñas asistirán con regularidad a sus colegios. Porque ya no dejarán de hacerlo “esos días”. Y lo harán sanas y con su autoestima mejorada. Sin estigmas ni tabúes. Con pleno bienestar, lo que les permitirá aprender más. No olvidemos que solo un año adicional de educación en países de bajos ingresos, supone un aumento promedio en los ingresos del 8% al 10% a largo plazo.
La asistencia regular a la escuela evita también matrimonios en plena niñez. Y embarazos en épocas tempranas de la vida. La vida será menos dura para esas niñas cuando sean mujeres. Porque tendrán menos hijos, al no empezar desde casi su infancia. Y su economía familiar también se verá favorecida. Por otra parte, está comprobado que asistir a la escuela hasta el final del ciclo de la enseñanza, reduce la exposición a las infecciones de transmisión sexual.
Por el contrario, las malas prácticas de salud menstrual están ligadas directamente a infecciones del tracto reproductivo y urinario. Sin embargo, disponer de copas menstruales y toallas sanitarias reduce el riesgo de infecciones de transmisión sexual y el de vaginosis bacteriana. También está comprobado que el acceso al saneamiento reduce el riesgo de contraer enfermedades mentales. Por último, una buena salud menstrual elimina el sentimiento de vergüenza y la inseguridad.
Es por todo ello indudable que las inversiones en salud menstrual de mejoran la vida cotidiana de mujeres y niñas. Y al ser sus familias más saludables y fuertes, son menos pobres. Sólo hay que poner de manifiesto estas ventajas para conseguir que las ansiadas inversiones lleguen a buen puerto.
La realidad es que, desde 2010, los fondos asignados a estos programas han ido destinados mayoritariamente a las escuelas. También a la adquisición y reparto de productos menstruales a través de la red WASH (agua, saneamiento e higiene). O a intervenciones educativas lideradas casi siempre por la Fundación Bill y Melinda Gates y por Global Affairs Canadá). También se han destinado a la investigación operativa o al desarrollo de herramientas de investigación para promover la base de pruebas de salud e higiene menstrual (incluido The Case for Her).
Un pequeño pero creciente número de gobiernos nacionales ha financiado la distribución de productos menstruales. Sobre todo, en las escuelas. Pero a pesar de la mayor atención a todos los aspectos relacionados con la mejora de la salud y la higiene menstrual y el aumento en el número de socios implementadores, el financiamiento institucional no ha aumentado significativamente. En general, los niveles de financiación son marginales. Y distan mucho de ser suficientes para afrontar los retos y las necesidades.
Resumiendo. La salud e higiene menstrual es una cuestión de derechos humanos. También refuerza el logro de muchos ODS, sin olvidar su importancia capital para promover la igualdad de género. Invertir en ello, tendrá un impacto positivo en varios aspectos de la vida de las mujeres y las niñas. Aportará más beneficios económicos, potenciará la educación, el empoderamiento y la salud.
Hay que invertir para, sencillamente, satisfacer las necesidades de millones de mujeres y niñas en todo el mundo. Aquellas que ahora viven constreñidas a restricciones y limitaciones. Las que no les permiten gestionar sus períodos con dignidad y seguridad.
Financiar las intervenciones relacionadas con la mejora de la salud e higiene menstrual debe alcanzar antes un reto. El de la consolidación de las investigaciones que demuestren cómo está ligada a la mejora de resultados sanitarios, económicos, educativos y sociales.
La programación multisectorial y de múltiples partes involucradas en estos aspectos, es esencial para lograr un impacto positivo. Así también será duradero en todas las mujeres que menstrúan. Y ayudará a derribar las barreras a la menstruación. Para ello, hay que enfocar la financiación y la programación a los resultados de un análisis estratégico informado de las diferentes áreas de intervención.
Conocemos muy bien algunas de ellas. Hay muchas. Además más de los productos, la información y los servicios de salud, están las infraestructuras de sistemas de abastecimiento, saneamiento e higiene. Y también las prácticas sociales. Por eso se debe utilizar el marco de inversión para realizar análisis específicos del contexto. O para tomar decisiones y estrategias informadas. Solo así se podrá decidir cuánto y en qué se va financiar, así como la planificación de las inversiones.
Cada país, debe invertir en el desarrollo de políticas intersectoriales y de sus correspondientes planes de implementación nacionales. El objetivo será orientar las inversiones y coordinar la programación. También deberán identificar y fijar indicadores clave vinculados a resultados concretos en mejoras relativas a la salud y a la economía. Y, en general, al bienestar social y a la calidad educativa de las afectadas, siempre de acuerdo con los ODS.
Ha llegado, pues, el momento de intensificar los esfuerzos para luchar contra el estigma y los tabúes en torno a la salud e higiene menstrual. Habrá de hacerse a todos los niveles posibles: local, nacional e internacional. Siempre, para crear un entorno favorable a la financiación.
Para ello, es primordial aplicar el principio de no dejar atrás a nadie. Y actuar sin dejar de lado jamás el respeto a los derechos, adquiridos, basando la programación de las medidas en el beneficio prioritario de las mujeres y niñas en edad de menstruar .
La catalización de los destinos del dinero a invertir estará en manos de una entente cordiale de las personas que compongan el equipo. Los implementadores, patrocinadores, defensores e investigadores. Sus exigencias de responsabilidad individual y colectiva deben ser muy elevadas
Desde el punto de vista de la cooperación internacional, debe mejorarse mucho respecto a los resultados obtenidos hasta ahora. Se hará fortaleciendo, construyendo y ampliando los mecanismos de coordinación existentes como el Colectivo Menstrual Global. También es recomendable crear un grupo de trabajo de donantes / inversores dentro o fuera del citado colectivo para gestionar la financiación de las medidas de garantía de una adecuada salud me higiene menstrual
Las gestión de las inversiones deben ser coordinadas por los por los gobiernos nacionales, que están llamados a ejercer el liderazgo en su implementación y mantenimiento Designar un punto focal de SHM del gobierno que lidere las políticas, estrategias y coordinación de la implementación intersectorial siguiendo un plan de implementación nacional que incluya una división clara de roles y responsabilidades y que esté alineado con los compromisos nacionales y mundiales en salud e higiene menstrual
En estas circunstancias se ha celebrado el pasado 28 de mayo, el octavo día mundial de la higiene menstrual. El leit motif de la presente edición es el de dar visibilidad e importancia a una dimensión que todavía se descuida con demasiada frecuencia en el establecimiento de servicios de agua potable y saneamiento. La higiene menstrual. Condición imprescindible a cumplir para garantizar que el acceso universal a los servicios básicos es adecuado e igual para todos.
Lorenzo Correa
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