Créditos de carbono azul. Trampas marinas de captura para restaurar ecosistemas


El debate sobre la identificación del culpable del calentamiento global sigue vivo y continuará por mucho tiempo. Pero, sea quien sea el culpable, lo cierto es que el planeta se calienta con mayor rapidez en los últimos tiempos. Sean la actividades humanas o un proceso “natural” los responsables, lo cierto es que aumentan las  concentraciones  de  gases  de  efecto  invernadero en la atmósfera. Y uno de esos gases, es el carbono, repartido en una gran variedad de moléculas. Los expertos lo han clasificado en cuatro colores. Aunque del que menos se sabe, es del carbono azul, al que hoy dedicaremos nuestro artículo.

Veamos antes cuáles son esos colores del carbono. Si quemamos combustibles fósiles, se emite CO2 y metano. Ese es el carbono marrón. Cuando el producto de la combustión son partículas ineficientes, obtenemos el carbono negro, el de toda la vida. Hollín y polvo atmosférico característico del aire de nuestras ciudades y áreas fabriles de antaño. Por su parte, el carbono verde es el que está depositado en los sumideros de biomasa de plantas, suelos forestales y praderas.

Nos queda el azul. Se produce a causa de la interacción atmósfera- océano y es absorbido por  el fitoplancton mediante la fotosíntesis. Porque el CO2 atmosférico se transfiere al océano a través de la superficie de éste y se  disuelve. Comienza así su viaje, a través de las corrientes oceánicas. Y su consumo por los   organismos   marinos fotosintéticos. De esta manera, incorpora a  la  red  trófica. Y así cuando los comensales mueren o lo expulsan, nuestro  carbono  es  liberado  en  forma  de  partículas  y se  hunde, depositándose en el fondo de los océanos

Por esta razón, sus almacenes más preciados, porque es en ellos  donde más se acumula, son  los manglares, las marismas y las praderas oceánicas. Todas ellas tienen una enorme capacidad de absorción, que llega a ser 180 veces mayor que la del mar abierto. Y aunque representan menos del 0,2% de la superficie del lecho marino del planeta, aportan más de la mitad de carbono capturado por todos los organismos fotosintéticos en el globo. Y en estos enormes embalses puede permanecer tranquilo y sin sobresaltos durante miles de años.

Por su parte, el  Protocolo de Kioto impulsó a crear mecanismos de reducción de los gases de efecto invernadero. Y la Convención  Marco  de  las  Naciones  Unidas  para  el  Cambio  Climático mantiene vivo el debate sobre sobre la generación de herramientas   basadas  en  los  mercados para que los países adheridos al Protocolo consigan  el objetivo. Sin embargo, el carbono azul, no tuvo la suerte de ser incluido  en  ninguno de los esquemas planteados,

¿Cuál es el mecanismo natural de formación del carbono azul?  Un mecanismo basado en las tres “bombas”. Primero, la bomba de solubilidad. Se genera un efecto de bombeo que permite el intercambio gaseoso de CO2 en la interfase atmósfera-océano. El carbono entra en el mar en función de  la velocidad del viento y de la diferencia de las presiones parciales entre atmósfera y océano. Por eso, el volumen captado por el agua depende de la temperatura. Si es baja, la solubilidad aumenta. Esta es la razón por la que las aguas frías absorben más CO2 que las cálidas. Y así se comprende el peligro actual.  A una mayor temperatura del océano, esta bomba pierde capacidad de  disolución de los gases, pudiendo incluso constituir  una fuente  de emisión a la atmósfera.

En segundo lugar, la bomba biológica. Algas y bacterias superficiales crean carbohidratos en la fotosíntesis a partir del carbono disuelto.  Y una parte de él va hacia el fondo  y allí permanece

Por  último,  la bomba  física. Es la circulación termohalina quien conecta los océanos llevando en una autopista sin fin a los  nutrientes. De Polo a Polo, las aguas cálidas llegan al frío y se hunden por tener las frías menor densidad.  Y allí dejan su carga de sedimentos, regresando sin ellos a zonas cálidas.

Pues bien, así sabemos que las humanidad dispone de un “banco” de carbono de inmensos depósitos, situado bajo el agua, en las capas frías y profundas del océano. Pero, desgraciadamente, no conocemos aún  la  capacidad  de  almacenar carbono en mar abierto . Ni cuánto tiempo puede estar allí retenido. Porque la mayoría queda secuestrada entre el nivel del mar y una profundidad de 400 m. Y en esta franja, es fácil que el carbono ascienda y vuelva a la atmósfera en poco tiempo. Y únicamente una pequeña parte llega a las profundidades de las que no es posible retornar y queda allí atrapado durante mucho tiempo.

En cualquier caso, las praderas marinas, los manglares y los humedales almacenan toneladas de carbono. Y el mercado basado en su regeneración acaba de abrirse. Porque es cada vez más habitual que la ciencia convenza a los políticos para que inviertan en semillas que permitan restaurar las praderas oceánicas en muchas bahías del planeta. Así se consigue sanear fondos muy afectados por actividades poco respetuosas con esta zona invisible del océano en el pasado. Se recupera el “pasto” original y vuelven a establecerse crustáceos, peces y vieiras. Pero lo más importante en nuestro caso, es que se vuelven a absorber muchas toneladas de CO2 por hectárea y año. Y aquí surge con fuerza el concepto de los créditos de carbono azul que hoy nos ocupa.

Los mercados de carbono aportan un caudal estable de fondos para invertir en conservación y restauración ecológica. Y también lo hacen en el caso del carbono azul. Parten de la base de que la ingente cantidad de carbono almacenado en el planeta es susceptible de medir y vender. Y lo hace en forma de créditos. Los compradores los utilizan para compensar sus emisiones, estableciéndose un mercado de emisiones. Solo hay que darles a los créditos un sello de autenticidad y venderlos. La compra venta se puede hacer en mercados “oficiales”, de cumplimiento de normas establecidas o en mercados voluntarios.

Cada crédito, es una tonelada equivalente de CO2 absorbido, la mayoría gracias a la recuperación de manglares. No son únicamente los manglares los que pueden aportar créditos. Por eso, ahora los expertos trabajan arduamente en conseguirlos de otros ecosistemas como marismas, algas  y sedimentos depositados en el fondo marino. Se trata de abrir el mercado también  a estos campos de actuación.

Y para definir metodologías que permitan ”acreditarse” también al carbono azul con sus créditos, apareció VERRA. Esta organización global ayuda a abordar los desafíos ambientales y sociales más difíciles del mundo. Y lo hace mediante el desarrollo y la gestión de estándares que ayudan al sector privado, los países y la sociedad civil a lograr ambiciosos objetivos de desarrollo sostenible y acción climática. Sus estándares canalizan los fondos financieros hacia actividades de alto impacto. Son las que abordan algunos de los problemas ambientales más urgentes de nuestros días. Como la que nos ocupa

Se fundó hace 15 años por líderes ambientales y comerciales que intuyeron la necesidad de  una mayor garantía de calidad en los mercados voluntarios de carbono. Ahora gestionan los diversos estándares que desarrollan y los programas que administran. Y fue en esa fecha cuando  publicaron su primera metodología. La que sirve para otorgar créditos a la restauración de humedales litorales y praderas oceánicas.

Siguiendo esta línea maestra, en septiembre de 2020 revisaron esa metodología de conservación de carbono azul. Se trata de una revisión del Marco Metodológico aprobado que además  incluye actividades de conservación y restauración de carbono azul. Para que pueda ser un proyecto elegible. Y así atraer y liberar nuevas fuentes de financiación para las actividades de conservación y restauración de humedales litorales. .

Aunque el mercado aún es reducido, su crecimiento se demuestra imparable, porque cada vez hay más demanda de estos créditos. Una buena parte d ellas procede de las empresas de transporte marítimo. Otro sector importante que también pide estos créditos es el turístico, ávido de invertir sus beneficios en países en los que la conservación de los paisajes es calve para su negocio. La parte positiva de estas actuaciones, es evidente: repercuten favorablemente en el empleo  y además compensan las emisiones que los buques de las navieras producen. Por supuesto, la biodiversidad es mantenida y aumentada y la etiqueta de lucha contra el cambio climático valoriza el buen nombre de las empresas. Marketing con causa. Todo ello revaloriza el crédito en el mercado abierto. En este sentido, ya han demostrado su interés empresas multinacionales como MSC Cruceros o Apple. .

Cierto es que los créditos de carbono llevan en el mercado desde hace treinta años desde finales de la década de 1990. Desde entonces, se ha podido compensar emisiones en un punto del globo comprando créditos de carbono de una plantación de árboles en otro lugar muy distante. Además de Verra, hay muchas más organizaciones que buscan los mismos objetivos. Pero se echaba en falta una regulación más estricta y seria. Porque el pasado no es nada edificante, debido a problemas derivados de la doble contabilidad de los recortes de carbono. O a la imposibilidad de que los fondos llegaran a las comunidades locales. Sin olvidar los daños colaterales derivados del hecho nefasto de eliminar cultivos tradicionales para plantar otros que permitan obtener créditos.

Esto es lo que ahora se pretende impedir con la nueva regulación. Para que tanto  las empresas como los estados prioricen la descarbonización, antes de recurrir a compensaciones para las emisiones restantes.

Los 1.600 proyectos registrados con Verra suponen 620 millones de toneladas de CO2  equivalente. Con ellas se cubren las emisiones de 150 centrales térmicas de carbón. Y, por fortuna, la pandemia no ha afectado a este imparable crecimiento. Ahora todos esperan con expectación al mes de noviembre. Entonces, las partes de la Convención de la ONU sobre el Cambio Climático debatirán la redacción definitiva del controvertido artículo 6. En él se estipulará la manera en que los estados pueden usar los mercados de carbono para cumplir con los objetivos establecidos por sus gobiernos.

En cualquier caso, se cree que la demanda de créditos de carbono se multiplicará por 15  en una década. Y esto supone un valor de mercado de 50.000 millones de dólares. Especialmente interesante es la noticia de que la UNESCO, con 50 lugares de patrimonio marino en su haber, podrían financiar parte de su trabajo de conservación reclamando y vendiendo créditos de carbono. Y estos lugares suponen el 15% de los activos de carbono azul del planeta.

Ha llegado el momento de entender y aceptar que el océano no es sólo la gran víctima del calentamiento global, sino que es una gran parte de la solución. Por eso, marismas, manglares y praderas deben ser reconocidos como los grandes secuestradores de carbono. Porque capturan más  por hectárea y año que los bosques tropicales. E invertir en su restauración..

Lo corrobora nuestro ya conocido Panel de alto nivel para una economía oceánica sostenible. Sostienen que proteger y restaurar estos ecosistemas y cultivar algas, podría reducir las emisiones hasta en 22.000 millones de toneladas de emisiones de CO2 equivalente al año para 2050. Lo que para muchos países es toda una hazaña. Aunque globalmente sea una cifra modesta en la carrera para llegar a una emisión cero neto de carbono en 2050. Y lo cierto es que el 20 % de los manglares del mundo ya están preparados para invertir y trabajar en su restauración. Y la mitad, podrían estar protegidos con créditos de 5 dólares por tonelada

Por su parte, las praderas oceánicas aún pueden superar en rendimiento a los manglares. Podrían representar la mitad de los 1.400 millones de toneladas de potencial de mitigación de gases de efecto invernadero de carbono azul. Lo único que hay que cuidar, para enmendar los fallos actuales, es el tipo de plantación que se realiza al restaurarlos. Y resolver antes los problemas generados por los cambios ambientales.

En el caso de las marismas, ya se está trabajando mucho en Australia. lo hace el Grupo de Trabajo del Carbono Azul de la Costa Noroeste del Pacífico. Afirman que  aunque contienen mucho carbono, algunas liberan naturalmente tanto metano que los créditos de carbono pueden no ser una opción financiera viable a largo plazo. Por eso hay que estudiar muy bien cada caso, lo que supone unas inversiones iniciales más elevadas de lo previsto.

¿Y las algas?. Su cultivo ya es un mitigador de emisiones viable y una forma de producir alimentos sostenibles. Aunque hay mucha incertidumbre todavía sobre el destino final del carbono de las granjas de algas. No sabemos aún cuánto cae al fondo marino, o cuánto comen los peces, ni  cuánto defecan. Por ello es imposible tener una noción real del carbono que se moviliza. Es una de las líneas de investigación abiertas, de cuyo resultado final dependerá el que se puedan agregar algas marinas a las metodologías de créditos de carbono.

Para finalizar, los sedimentos ricos en materia orgánica del fondo marino también son candidatos a créditos. Se cree que los barcos de pesca de arrastre están generando 22.000  millones de toneladas de CO2. Y esta ingente cantidad equivale a lo que libera la industria de la aviación en la actualidad. Además, supera de lejos el  potencial de mitigación de 1,4 mil millones de toneladas de los  manglares, marismas y praderas  y del cultivo de algas marinas Pero tampoco sabemos a dónde va este carbono¿ A la atmósfera, o  permanece disuelto en el agua, haciéndola más ácida?.

Noticias esperanzadores, aunque aún quedan muchas incertidumbres por resolver, como también ocurre en los proyectos de carbono terrestres. Una de ellas, calcular la  permanencia de las reservas de carbono ante tormentas u olas de calor marinas.  Queda mucho por invertir para tener certezas, imprescindibles para que los inversores se animen. ,

Los créditos de carbono, en cualquier caso, se presentan como una manera eficaz de financiar  soluciones basadas en la naturaleza para el secuestro de carbono; también hay donaciones filantrópicas y subvenciones o subvenciones financiadas por el gobierno. Y conseguir que los dueños del dinero (el sector privado), se decida a usarlos. Incertidumbres del futuro del agua, que envuelve marismas, manglares y cubre fondos marinos, que solo con dinero invertido en investigación podrán resolverse. Esperemos que sea cuanto antes

Lorenzo Correa

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