Inacabable debate el que inspira el poema de hoy. ¿El agua se pierde o no se pierde?  Y si de perder se trata, ¿Quién gana?

Cada vez que la sequía se ceba sobre un país, surgen voces de queja. Claman por el agua que se pierde en el mar cuando los cauces van contentos y la lluvia no permite la llegada de la estación seca.

No hace falta ser poeta para saber que perder, el agua, no se pierde. Porque forma parte de un ciclo cerrado. Del ciclo del agua. Cuando los ríos desembocan en el océano, le aportan los nutrientes de los que carece en el invierno. Y así se logra evitar perder la biodiversidad marina litoral, así como la forma de estuarios y deltas. Además, mantiene el normal funcionamiento de los ecosistemas a través de la circulación de agua salobre y marina.

De todas formas, como el agua siempre gana, hoy no vamos a dejarnos perder un poema por esto. Preferimos ganarlo, enviándole un guiño al agua. Y felicitándola por su sagacidad. Porque ella siempre gana, aunque en un principio no lo parezca.

Lo mejor que podemos hacer cuando no nos dediquemos a perder el tiempo debatiendo sobre estos asuntos es escuchar. Y aprender de la escucha. También desde aquí animamos a leer los cientos de versos dedicados al agua en esta nuestra (y de ustedes), biblioteca poética. Desde luego, en ella el agua gana por goleada. Y lo lleva haciendo desde la más remota antigüedad cuando el primer poeta le dedicó sus versos.

Unos se la llevan, los otros la protegen y hasta hay quien la canta desde el corazón. Pero ella siempre acaba acudiendo a donde se la espera. Aunque a veces tarde más de lo que nos gustaría.

Siempre añadiendo su magia poética en la poesía. Algo que tampoco se puede perder nunca

 

Lorenzo Correa

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