Tercer impacto ¿Comienza a tambalearse el imperio de las botellas de plástico?


Cada vez se extiende más la creencia de que beber agua de calidad puede convertirse en una amenaza ambiental. Y el culpable de ella, es el envase. Quienes venden agua envasada, son empresas con legítimo ánimo de lucro. Para vender, seducen al cliente, haciéndole entender que está comprando salud. Y las estadísticas de consumo demuestran que lo consiguen. Porque las expectativas de venta para el año 2021 fueron un 20% superiores a las previstas para el año anterior.

Sea por moda, desconfianza ancestral ante el agua del grifo o preocupación por la salud, lo cierto es que el ser humano cada vez ha ido consumiendo más agua de calidad garantizada y envasada en un  botella. Porque las analíticas que van con el envase, lo certifican. Salud garantizada, consumo en alza. Solo había un “pero”. Los envases. Al que ahora se suma otro, la pandemia

Hasta el año 1950, las botellas de plástico eran demasiado caras como para desbancar al tradicional envase de vidrio. Y fue el polietileno de alta densidad quien lo consiguió.  Él fue el factor desencadenante de la revolución. El culpable de arrinconar y casi eliminar al vidrio. Porque su poco peso, su casi imposibilidad de romperse y su bajo coste de producción lo hicieron imbatible. Aunque todavía las botellas de plástico no pudieran almacenar agua con gas. Solo en ese ámbito, el vidrio resistió un cuarto de siglo más.

Hasta que, en 1973, se patentaron las primeras botellas de tereftalato de polietileno (PET). Y el agua con gas, tuvo también su botella de plástico. Ese fue el final del vidrio, que quedó relegado a los restaurantes y hoteles. Comenzó, también en el ámbito del agua de calidad, la era de usar y tirar. Y así, en nuestros días, el agua embotellada es la segunda bebida comercial más consumida. Solo la superan los refrescos, aunque el agua envasada consumida llega ya a la mitad del consumo de bebidas gaseosas y está ligeramente por encima del consumo de leche y cerveza. Sobre la botella de plástico se ha edificado un imperio que sostienen las grandes multinacionales de la alimentación

Sin embargo, la victoria aplastante del PET sobre el vidrio, fue el inicio de una nueva amenaza ambiental que nadie entonces pudo adivinar. Las décadas finales del siglo pasado fueron testigos del afianzamiento legal de las botellas de plástico en EEUU y por extensión en todo el mundo. La administración useña de la salud pública, así como la responsable de los medicamentos, reguló  y aprobó su uso y consumo. Y con esta cobertura legal, ya no hubo ningún problema para su comercialización. Por eso a finales de los setenta se consumía allí más de un hectómetro cúbico anual de agua envasada, unos seis litros por persona.

El negocio estaba servido y los emprendedores entraron en él sin reparar en gastos. Pero cada botella consumida, se estaba convirtiendo en un problema. Porque era imposible reintegrarla al medio sin dañarlo. Y la amenaza se fue convirtiendo en realidad. Mientras tanto, Perrier inició una impactante campaña de publicidad, consiguiendo en los años 80 ser el refresco más vendido del mundo.

Como ya hemos indicado, la estrategia publicitaria se basa en vender salud. Así, es muy difícil que el agua del grifo, donde la hay, pueda competir con la embotellada. Es simplemente una cuestión de confianza. Un producto seductoramente envasado, con una etiqueta que certifica la bondad de su contenido, con un envase irrompible y reutilizable, accesible en cualquier volumen. Es  imbatible. No se puede comparar con el agua que sale por un grifo sin que quien la consume sepa de donde viene y cómo ha sido tratada. Además, no se la puede uno llevar al cine ni le acompaña cuando hace deporte.

Por eso, el comienzo de nuestro siglo se caracterizó por el sonido de los tambores de guerra. Porque los defensores del agua pública de calidad descubrieron, poco a poco, que había una fisura en la idílica presentación del agua embotellada. Nada que hacer por el lado de la calidad. Porque era un agua de calidad. Pero mucho que trabajar con la incertidumbre del envase. En el plástico, encontraron un arma amiga. Aunque fuese un arma letal por su imposibilidad de eliminación rápida e inocua.

Como es lógico, la otra parte también usaba sus recursos. Y la contaminación de las masas de agua y la provocada por tuberías de plomo o amianto, servían para mantener sus posiciones.

Porque los bienes defendibles eran muy valiosos: Hace solo 15 años, en EEUU se consumieron 50.000 millones de botellas de plástico. En solo un año. Poco más hay que añadir.

Pero los vertederos iban creciendo y el mar veía flotar cada vez más botellas que habían contenido agua de calidad. Y así, en el año 2009, los defensores del agua pública ganaron una batalla: la de la prohibición de la venta del agua embotellada en algunos lugares. Pocos, pero emblemáticos. La primera victoria en esta fase del conflicto se dio en Bundanoon, en Nueva Gales del Sur, Australia. Un pueblecito de 2.500 habitantes. Y ellos votaron, por primera vez en el mundo, prohibir la venta o distribución de agua embotellada. La ola fue creciendo y llegó a EEUU. Concretamente en Concord, Massachusetts, una ciudad de menos de 20.000 almas, prohibió en el año 2013 la venta de botellas de agua potable sin gas y sin sabor. Siempre que estuvieran envasadas en recipientes PET inferiores a un litro de capacidad.

De todas formas, estas acciones prohibitivas no pueden hacer olvidar el ingente volumen de envases plásticos de agua que se consumen. Hace solo dos años, en el mundo usamos y tiramos casi quinientos mil millones de ellos. El problema hoy es que menos de la mitad de lo usado se recuperó para reciclar. Y que de esa cantidad, solo el 7% se convirtió de nuevo en un envase.

Además, hay que tener en cuenta la presencia de microplásticos. Una modesta botellita puede contener hasta varios  miles de partículas de plástico.

Sin embargo, la modesta afección a la estabilidad del imperio de las botellas de plástico provocada en Concord y Bondanoon, se amplificó. Y en esta ocasión, también en Australia. El segundo ataque lo protagonizó la decisión tomada por una empresa mandataria de nombre “Thankyou”. Ya ella muestran su agradecimiento muchas organizaciones que luchan contra la comunión del agua y el plástico en forma de botella de agua envasada. .

La pregunta del millón en este ámbito es meridianamente clara.  Si nos preocupamos por los desechos plásticos, ¿por qué no dejamos de beber aguas envasadas en plástico?

Las respuestas de los que no están por la prohibición total e inmediata,  ya las conocemos. Por eso hoy hablaremos sobre las que dan los defensores de la prohibición. Para aclarar en lo posible el debate de las aguas envasadas en botellas de plástico

Thankyou destina sus beneficios a acometer proyectos en países en vías de desarrollo. Estos proyectos están fundamentalmente orientados a mejorar el acceso al agua limpia. Y a su saneamiento. Además, en Nepal construyen maternidades  y se vuelcan en la asistencia sanitaria  a las mujeres.

Sus beneficios, desde que fue fundada hace 12 años en Melbourne, han permitido invertir unos 7 millones de dólares en tan loables iniciativas. Pero resulta que más de un millón de ellos procedió de las ganancias obtenidas con la venta de agua mineral envasada en plástico. El resto, procede de jabones de manos, lociones y productos para bebés.

Hasta hoy, la imagen de la marca eran sus botellas de agua mineral. Porque este fue el primer producto que comercializaron y que les dio fama mundial. Y la bomba explotó cuando anunciaron que dejarían de producirlo. Se basaban en la mala prensa entre muchos sectores sociales que se desprende de la producción de agua mineral envasada en plástico. Y en los daños ambientales que los envases usados producen. Y para dar a conocer esta decisión en los medios de comunicación, emiten el mensaje de que el agua envasada distribuida en el mundo de los ricos,  es un “producto absurdo”.

Por eso, la etiqueta de producto absurdo fue  muy comentada en las redes sociales y los medios de comunicación del quinto continente

Resulta curioso que una empresa boyante decida dejar de producir su producto estrella alegando que no tiene sentido hacerlo y venderlo en Australia. Y declarando públicamente  que ya no tenía argumentos para seguir vendiendo agua envasada. Porque el daño ambiental no tiene ya justificación. Todo un “mea culpa  y no volveré a hacerlo”, por su parte.

De todas formas es solo un grano, que aunque no hace granero, siempre ayuda al compañero. Porque que la industria del agua embotellada en Australia mueve unos 650 millones de dólares al año. Si alguien compra tantas botellas para generar ese volumen económico, es porque beber en botellas de plástico de un solo uso es algo muy integrado en el estilo de vida del ciudadano de los países ricos o la única solución para seguir vivo, del residente en los países pobres.

En cualquier caso, se pone fin a  un período de 12 años de producción integrada en una industria que no para de crecer. Porque en esos años la industria del agua embotellada a nivel mundial ha pasado de valer  50.000  millones de dólares a 140.000. El abandono de un mercado como el australiano, es una gota de agua en el océano. Pero marca una tendencia que habrá que ver si se mantiene en el tiempo. Y así,  encuentra adeptos en otras empresas.

Y hoy leemos en la prensa hidráulica una noticia procedente de Francia que supone el tercer mazazo a las aguas envasadas en botella de plástico. En este caso, se trata de Danone, multinacional alimentaria para la que las botellas de agua se están convirtiendo en un lastre

Resulta que los últimos resultados de explotación publicados indican que su negocio de «agua embotellada», ha sido duramente golpeado por la crisis generada por la pandemia. El problema es que han detectado que a cusa de lo que hemos vivido en el último año, los hábitos de consumo están comenzando a cambiar.

La presión ambientalista es cada vez más fuerte sobre todo lo que rodea al plástico. Y muchos consumidores van asumiendo unos valores y principios diferentes. Porque comienzan a creer que comprar agua embotellada ya no es solo “salud”, sino también afección irreversible al medio y por ello, a la salud. Por eso, el agua embotellada es cada vez menos popular en Francia.

Lo demuestra el dato de que desde hace varios años, las ventas han ido disminuyendo en Francia. Hasta un 2,3% menores en volumen en 2020 respecto a las ventas de 2019.

Obviamente, las botellas se siguen vendiendo en países sin acceso al agua de calidad. Porque en ellos la preocupación por beber agua buena es superior al deterioro ambiental de las botellas. Pero en Francia, el 40% del agua consumida está envasada previamente en una botella . Y casi la mitad se adquiere en bares y restaurantes. O en supermercados para consumirla en la calle, en el cine o en la discoteca o en la playa o el campo

Con el largo confinamiento derivado de la pandemia, las ventas de 2020, han descendido. Sin bares ni restaurantes abiertos, sin cines y sin grandes superficies, disponibles, nos quedamos en casa. Y en ella no necesitamos tantas botellas de plástico. Lo resolvemos con garrafas o directamente bebiendo del grifo.

Y lo mismo ha ocurrido en muchísimos países del mundo. Lo que nadie sabe si esta situación es coyuntural o continuará después de que pasen los efectos más duros de la pandemia. ¿Seguirá siendo aceptable por la sociedad dejar una huella ambiental al beber en botella de pástico?. Sobre nuestra conciencia penderán los envases flotando en el mar, el transporte a largas distancias y, en ocasiones, la sobreexplotación de acuíferos y manantiales.

En el otro platillo de la balanza de nuestra conciencia estará el saber que casi 1.000 millones de personas no pueden beber agua con garantías. Y que 5.000 niños mueren cada día por enfermedades relacionadas con el agua. Sumen ahora las víctimas de la COVID derivadas de no lavarse las manos con jabón. En este caso, el agua embotellada ayuda a estas personas.

Pero esta solución genera más problemas de los que resuelve. Y por eso unos tienen perdidas y otros dejan de envasar agua en plástico  Porque a pesar de buscar envases no plásticos u otras soluciones, no han conseguido encontrar un envase inocuo. Aquel que reduzca la cantidad de plástico y la contaminación del agua derivada de la producción de las botellas. Tampoco lograron nada con el plástico reciclable y reciclado.

Mientras, el 30% de los franceses ha reducido o eliminado su consumo de agua embotellada en los últimos 3 años.  Y el 34% ahora usa una cantimplora. Esta cifra llega al 70% para el grupo de edad de 18 a 24 años.

Y en Danone, lo notan. En el primer trimestre de este año, facturación cayó un 11,6%. Un 11,2% en volumen y un-0,4% en valor. .

Evian es la tercera empresa en importancia del grupo Danone. En 2019, representó el 18,1% de su facturación mundial. Todas las esperanzas de futuro para ellos se basan en que en muchos de los países donde se vende, no sucede lo mismo que en Francia. Sin embargo, la debilidad de Danone es el agua.

¿Supondrá esto una venta de la actividad de agua embotellada del grupo?

El tiempo lo dirá una vez pase la pandemia. Por ahora el imperio del agua embotellada ya ha sufrido tres impactos de gran importancia en su línea de flotación.

 

Lorenzo Correa

Safe Creative #1608240244452

¡ Síguenos en las redes sociales !

twitter   fb

¿Te interesa la gestión del agua desde la perspectiva del coaching?

Recibe un email semanal con nuestras publicaciones

Te das de baja cuando quieras.


Deja un comentario