El agua es parte fundamental de la fenomenología atmosférica. Y lo hace, siendo la principal causante de fenómenos atmosféricos acuosos como la lluvia o la nieve. Para producir este milagro cotidiano, se ayuda de las nubes. Y en ellas deposita sus esperanzas de futuro y las nuestras.

Porque las nubes, como generadoras de agua, son hidrometeoros que hacen el prodigio de producir la suspensión en la atmósfera de partículas minúsculas de agua  líquida, de hielo, o de ambas a la vez. Ahí están, sobre nuestras cabezas. A veces muy arriba, surcando el cielo. Otras, muy abajo , rozando el suelo. Se meten en nuestras calles y campos en forma de niebla o las vemos huir muy rápido hacia donde el viento las envía.

Observándolas, descubrimos que el agua, en su mínima expresión viajera, se mueve con ellas. Y cuando las vemos alejarse de nosotros, nos invaden sentimientos opuestos. Si estamos saturados de aguas, despedimos a las nubes con un entusiasta “en buena hora vayan y tanta paz lleven como descanso dejan”.

Pero si necesitamos que el agua nos visite y se quede un tiempo en nuestras tierras, entonces seguimos su rumbo con preocupación y tristeza. Porque se nos va el futuro. Ese que trae consigo el agua justa cuando fecunda la tierra  y la penetra hasta quedarse dormida en el embalse o en el acuífero. Esa que invade el río con caudales cantarines, oxigenando de vida todo lo que visita. La que limpia, sacia la sed y transporta ricos sedimentos río abajo.

En el fondo las nubes no tienen ningún misterio en su interior. Solo contienen partículas que actúan como núcleos de condensación absorbiendo la humedad. En ellas germinan las gotas que van engordando hasta caer por su propio peso y besar la tierra.

Sin embargo, en la forma sí que mantiene todo el misterio. Por eso las interpretamos como nos parece mejor. Y por eso, los poetas se emocionan y se convierten en cantores de nubes. Hoy, aquí, nosotros que no somos poetas, pero sí que nos emocionamos, dejamos nuestro canto a estas nubes que nutren nuestras elucidaciones del futuro del agua

Lorenzo Correa

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